jueves, 20 de julio de 2017

Julián Gorkin: Testimonio de un Revolucionario Profesional. (Victos Claudín)


Julián Gorkin  Testimonio de un Revolucionario profesional  (Victos Claudín)



Julián Gorkin  Testimonio de un Revolucionario profesional  (Victos Claudín)


Toda persona hace historia, porque vive, porque piensa, porque actúa. Pero la mayoría no permanecen en el recuerdo de la colectividad a la que pertenecieron, porque aquel vivir, aquel pensar y aquel actuar no tuvieron trascendencia. El existir de Gorkin ya late en las páginas de la historia de los pueblos.

ORIGEN Y EVOLUCION


T. de H.—A pesar de atravesar unos días en los que su preocupación central estaba siendo ocupada por el delicado estado de su vista, hemos podido establecer contacto con Julián Gorkin, figura relacionada con otros nombres importantes, como lo de Nin, Joaquín Maurin, etc., al trotskismo español e internacional, a la oposición al estalinismo, etc. A pesar de su obra ya prolifera, de su trayectoria plena de experiencias y entre otras razones por el alejamiento de su país de origen que aún protagoniza, Gorkin no es suficientemente conocido. Y por eso le pido que nos dé unos datos mínimos sobre su biografía personal. En definitiva, ¿cuáles su origen social?



J. G. —EI más modesto que cabe imaginar. Mi abuelo paterno era pastor de ovejas en un pueblecito aragonés y, de los tres hijos que tuvo, dos tuvieron que trasladarse a la región valenciana donde se hicieron carpinteros. Mi madre, huérfana de padre y madre, era una campesina analfabeta convertida en sirvienta de unos familiares. He dicho en alguna parte que «dos miserias se unieron en una sola miseria». De mi madre heredé la personalidad, el carácter, una elocuencia natural e incluso los rasgos físicos. Mi padre, idealista y librepensador, era un ferviente partidario del gran novelista y republicano federalista Vicente Blasco Ibáñez. Quiere ello decir que oí hablar de política desde mi más tierna infancia y que, aficionado a la lectura, devoré los libros de doctrina, de historia social, de filosofía que el propio Blasco Ibáñez editaba por el precio de una peseta el volumen. Así descubrí el marxismo, el socialismo y el anarcosindicalismo. El hecho es que entré en las lides político-sociales a los 16 años, inmediatamente después de la huelga general de agosto de 1917 y del gran período de luchas políticas y sociales a que dio lugar.

T. de H. — ¿Cuál es la evolución ideológica?

J. G. —Instalada la familia en Valencia, ingresé en la Juventud Socialista, de la que no tardé en ser elegido secretario. Acababa de cumplir los 17 años de edad. Como a tantos otros jóvenes de mi generación, el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia me sedujo irresistiblemente. A pesar de los consejos de Pablo Iglesias y de Francisco Largo Caballero, a su paso por la capital levantina, con otros jóvenes socialistas fundé el bimensual La Revuelta en defensa de la primera revolución social triunfante en la Historia. Devoré los primeros libros de Trotski y Bujarin traducidos al castellano y, al decretar el II Congreso de la Internacional Comunista, las famosas 21 condiciones, provoqué la escisión y fundé la Federación Comunista de Levante, cuyo órgano de expresión fue el semanario Lucha Social. Así me convertí, antes de conocer la definición leninista, en un «revolucionario profesional» y en un activo propagandista del comunismo en la región levantina e incluso en las Islas Baleares.


EL REVOLUCIONARIO PROFESIONAL

T. de H. —La Editorial Aymá de Barcelona es la que ha editado tres de sus obras en España. Una de ellas se titula, precisamente, El revolucionario profesional y es el testimonio de ese hombre de acción. A pesar de que ese concepto tal vez esté ya un tanto trasnochado, Gorkin lo enarbola con orgullo. ¿Cómo se convirtió Gorkin en ese revolucionario profesional?


J. G. —Después del fatídico Annual y de la reacción popular a que dio lugar en toda España, me convertí en un activo propagandista contra la sangrienta guerra de Marruecos. Un proceso por antimilitarismo y de lesa majestad me obligó a huir clandestinamente a Francia, por Bilbao y San Sebastián, con una identidad falsa. Era en enero de 1922 y de la misma manera que yo había huido poco antes Ramón Casanellas, uno de los tres anarquistas que habían asesinado al gobernante conservador Eduardo Dato. Instalado en París, trabajé al comienzo en el taller de fotograbado de un gran rotativo: Le Matin. Aproveché este período para aprender el francés y para leer la buena literatura francesa, así como la rusa traducida al francés. Mas no tardé mucho en convertirme en un auténtico revolucionario profesional, es decir, en el organizador de grupos comunistas españoles en Francia, Bélgica y Luxemburgo, y en el director de un bimensual en lengua española que, suspendido una y otra vez, fue cambiando de título hasta cinco veces, así como de departamento; hasta que hube de editarlo en Bruselas. Yo mismo tuve que cambiar cinco veces de identidad y de domicilio, hasta mi detención en una ciudad de la Provenza con una nueva identidad. Confieso que conocí durante esos años una vida exaltante y el que yo mismo he llamado «goce de sufrir por una idea».

ADMIRACIONES Y RECUERDOS

T. de H. —Tal vez sea en su libro El proceso de Moscú en Barcelona donde más semblanzas de su tiempo y de las gentes con que se relacionó, hay. Como cuando muere Buenaventura Durruti de un balazo, mientras estaban en Madrid Andrade y él. «Me unía con Margarita Nelken una buena amistad: habíamos participado los dos en un gran acto público y le había hecho representar una obra teatral en Barcelona. Era fácilmente demagoga, incluso de un  lenguaje terrorista y se hacía pasar por más caballerista que el propio Caballero». En otro momento recuerda el fallecimiento de Luis Araquistáin, ex-colaborador y amigo íntimo de Largo Caballero. «Nos unía una vieja y sólida amistad, basada en la confianza mutua, y además, por mi parte, en la admiración por sus cualidades intelectuales y por su entereza de carácter». También el pensador, poeta y novelista inglés George Orwell, alistado como voluntario en la brigada británica del POUM. «De todos los escritores e intelectuales de izquierda, George Orwell tenía que ser, con Victor Serge y el gran novelista italiano Ignacio Silone, el primero en comprender que el fascismo y el estalinismo eran el anverso y reverso de la misma medalla totalitaria». Y siempre el recuerdo entrañable a Andrés Nin, «asesinado por la NKVD en El Pardo». Aquellos procesos, copia de los monstruosos que se llevaban a cabo y se seguirían haciendo en la URSS y en otros de los países bajo su dominio, continúan bajo una oscuridad interesada. ¿Cómo y qué circunstancias crean las primeras dudas en el militante profesional comunista?



J. G. —En 1925, fracasada la revolución internacional en la que habían puesto sus esperanzas los bolcheviques, Moscú encontró un sucedáneo: el terrorismo. La danza infernal del terrorismo y del contraterrorismo: el terror blanco tomado como pretexto para el terror rojo, y viceversa. En el año citado las prisiones italianas, las de los países balcánicos y bálticos y de la propia España contenían numerosos presos políticos. La llegada a París de una delegación comunista española me llevó a solicitar una reunión especial del Comité Ejecutivo Francés, con asistencia del todopoderoso delegado de Moscú, Klein (Guralski). No pareció interesarle lo más mínimo la detención, en Barcelona y en Madrid, de los mejores cuadros comunistas —y anarcosindicalistas— ni la situación y las perspectivas del país. Con la mayor tranquilidad exigió de nosotros que preparáramos el asesinato del general y dictador Primo de Rivera. Y al hacerle observar que al día siguiente de este asesinato el sanguinario general Martínez Anido asumiría sin duda todos los poderes y haría una degollina de militantes: «Pues organizad también el asesinato de ese Martínez Anido». Ante la gravedad de esa exigencia, exigí que el asunto fuera sometido al Ejecutivo Ampliado que se anunciaba para un poco más tarde en Moscú. Como paréntesis diré algo más: nunca más volví a ver a Klein, responsable principal de una insurrección abortada en Hamburgo y que había costado la vida a numerosos militantes. Leyendo más tarde Los conquistadores, primera novela de Malraux que hice traducir al castellano, me enteré que este militante terrorista había perecido en China a mano de un grupo de terroristas. Y en mí nacieron las primeras dudas sobre el bajo precio que para los hombres del aparato tenía la vida de los militantes.





STALIN Y TROTSKI: EL DESENGAÑO

T. de H. —Ha sido Julián Gorkin quien abrió de nuevo el sumario, ya cerrado, de uno de los más infames asesinatos políticos del siglo: el de León Trotski, exiliado en México, a manos de un funcionario estalinista. Pero vamos a dejar que sea el propio discurso de Gorkin el que nos aclare su visión de Stalin y lo que representó para él la ruptura entre Stalin y Trotski, o guerra a muerte.


J. G. — ¿Cómo intuí al monstruo? El viaje a la Meca moscovita era el sueño poco menos que religioso de todos los militantes; a mí los tres meses que pasé en ella, las confidencias que me hizo Andrés Nin, con el que convivía en el famoso Hotel Lux, las intrigas que observé en torno mío, la incipiente burocratización de los cuadros soviéticos e internacionales, el ambiente de «espionitis» en torno a los delegados, la jerarquización y el favoritismo y el propio concepto de disciplina de arriba hacia abajo, determinaron en mí una profunda crisis moral y me llevaron a esta conclusión: que sin duda nunca más volvería al país que había suscitado —y para muchos seguía representando— una esperanza de fraternidad universal y humana. En el Kremlin me codeé con las principales figuras soviéticas e internacionales de la nomenclatura comunista; los dos rusos que despertaron en mí un fraternal interés fueron Bujarin y Rhiazanov, el gran marxólogo y creador del Instituto Marx-Engels-Lenin (tenía que morir de miseria en un rincón siberiano); y entre los extranjeros, el italiano Antonio Gramsci, destinado al martirologio mussoliniano. ¿Y Stalin? Ni una sola vez apareció en la mesa presidencial; sin embargo, sabía por Nin que era él quien lo manejaba todo ya. Una sola vez, y por un verdadero azar, se me ofreció la ocasión de observarle durante una hora, en el saloncito del trono de los zares inmediato al gran salón en el que se celebraban las sesiones públicas. Le habían invitado los delegados polacos a hablarle del problema de las nacionalidades. Toda su traza, su atuendo, sus rasgos groseros, sus ojos opacos y, sobre todo, su puño derecho martilleante al hablar, me sugirieron la imagen de un domador, la intuición del monstruo. ¿Quién nos hubiera dicho a Nin y a mí, sin embargo, que el destino del setenta por ciento de los cuadros que hicieron triunfar la Revolución de Octubre —y nuestro propio destino— iban a depender de este monstruo? Mi último día de estancia en Moscú visité la momia embalsamada de Lenin y me juré a mí mismo investigar si el mal de origen estaba en él mismo, en su metodología política y orgánica, o si había sido traicionado por los llamados epígonos. ¿No decía el propio Lenin que una política debía ser juzgada por sus resultados?



T. de H. —Con los años transcurridos, aún con la evolución de todo el movimiento comunista, la primera obsesión en la persona de Gorkin es sin duda Stalin y las consecuencias de su vil comportamiento, de su actuar totalitario. Más allá de las experiencias más ligadas a España. Gorkin continúa recordando aquel período negro, su ruptura y su situación ante el binomio Stalin-Trotski.


J. G. —Cuatro largos y dramáticos años duró mi crisis política y moral, durante los cuales seguí dirigiendo mis actividades de revolucionario profesional. La principal de estas actividades fue la lucha contra la dictadura de Primo de Rivera, ocupando las principales tribunas francesas con los líderes del Partido Comunista, asistiendo a un gran Congreso internacional en Viena y otro en Berlín, dirigiendo mi periódico bimensual y colaborando en los órganos internacionales. La deportación de Trotski a Alma Ata en 1927, y su expulsión de la URSS dos años más tarde, precipitaron mi ruptura. Había traducido un libro suyo al castellano y una especie de tribunal comunista exigió una autocrítica completa. No me presté a esa farsa: entre mi conciencia de hombre y el escalafón burocrático preferí mi conciencia. Poco después recibí una larga carta de Trotski, fechada en Prinkipo, invitándome a ponerme a la cabeza de la Oposición, en el exilio español y de cara al interior. Intervine en la edición en castellano de su magnífico documento político y humano que es Mi vida; y más tarde hice editar otro de sus libros, pero me negué a adherirme a su causa. Le habría apoyado, en la medida de mis fuerzas, en su lucha contra la burocratización totalitaria representada por Stalin; era evidente para mí que, a la par con Lenin y ya en el curso de la Revolución de 1905, en la de Octubre de 1917, en la organización del Ejército Rojo y en el triunfo de la guerra civil había desempeñado el papel más eminente; pero en mi ánimo se imponían otras consideraciones. Después de la elección de la Asamblea Constituyente, la única elección libre y democrática conocida por Rusia en toda su historia, ¿no fue él quien la disolvió y quien, a la cabeza del Soviet de Petrogrado pronunció esta tremenda frase: «Los bolcheviques en el poder y todos los otros a los cubos de la basura de la Historia»? ¿Y no fue él —con el acuerdo unánime del Politburó, cierto— quien hizo aplastar la revuelta de los marinos de Cronstadt, que tanto habían hecho por la Revolución y que exigían una auténtica democracia soviética? ¿En nombre de qué monopolio de la condición obrera y campesina se condenaba a desaparecer a los social-demócratas del guerrillero Mackhno? Mis simpatías, mi adhesión cada día mayor, iban a esa gran figura que fue Rosa Luxemburgo. Ya en 1904, en su polémica con Lenin como consecuencia de la escisión provocada por este último, había proclamado que la «libertad es para los que no piensan como nosotros» y que «prefería mil veces los errores que ayudan a la formación del movimiento obrero a los aciertos del mejor Comité Central». Y en su célebre opúsculo sobre la Revolución Rusa, el último escrito antes de su vil asesinato, proclamaba que «suprimiendo todas las libertades, y en primer lugar la libertad de prensa, Lenin y Trotski habían encontrado un remedio peor que la enfermedad». ¿Y no previó que los bolcheviques, por el hecho de haber triunfado en Rusia, tratarían de imponer sus métodos en el movimiento obrero internacional? En su StaIin, biografía que no pudo terminar como consecuencia de su vil asesinato en México, el propio Trotski dice que «no fue Stalin quien creó la maquinaria que le llevó al poder, sino que fue la maquinaria la que creó a Stalin». Se impone una doble pregunta: ¿Quién creó la famosa maquinaria? ¿Y qué valía una maquinaria que condujo a los crímenes y a las monstruosidades de Stalin?



T. de H. —Batallas incesantes, sufrimiento, esperanzas nunca vencidas. Una vida militante.


J.G. —Sí, mi vida ha sido un eterno combate. Cuando hago balance de mi vida llego a la conclusión de que ha sido un combate sin tregua. De mis sesenta y dos años de vida activa y militante, cincuenta y dos han transcurrido en el exilio en tres dramáticas etapas de la vida de España. En París, después de mi ruptura con Moscú, fundé una agencia literaria y entré en la redacción de la revista Monde...

LA OBRA LITERARIA

T. de H. —Aquí quiero hacer yo un paréntesis para mencionar que, además de su central actividad al servicio de la revolución, Gorkin ha escrito dos novelas, la primera, Días de bohemia, se publicó en Madrid en 1930, y la segunda, La muerte en las manos, en México en 1959. También tiene publicadas seis obras de teatro. Ha preparado cuatro antologías literarias y sus libros de historia política son muchos y entre los que destacan los ya mencionados y El asesinato de Trotski, además de su Así asesinaron a Trotski, traducido a trece idiomas.

J. G. —...cuyo Consejo de Honor estaba constituido por Henri Barbusse, Romain Rolland, Máximo Gorki, Albert Einstein y Miguel de Unamuno. A la llegada a París de los llamados exiliados de Jaca, entre ellos Indalecio Prieto, Marcelino Domingo, el general Queipo de Llano y Ramón Franco, y teniendo en cuenta mi conocimiento de los medios franceses y occidentales en general, les presté mi plena solidaridad. El libro Madrid bajo las bombas, editado en Madrid proclamada ya la República, lo redacté yo. A Madrid llegué solo y representando a la revista Monde, con la que rompí al averiguar que estaba subvencionada por Moscú. En el Ateneo de Madrid, y por iniciativa mía, se fundó el Comité contra la Guerra y el Fascismo, presidido por Ramón María del Valle Inclán y al que se adhirieron, entre otras figuras, Federico García Lorca y Miguel de Unamuno. Representando a este comité asistí a un Congreso mundial en Amsterdam. Instalado en Valencia fundé la Federación Levantina de Bloque Obrero y Campesino, fundado en Cataluña por mi amigo Joaquín Maurin. En los comienzos de 1934 fundamos la Alianza Obrera de Levante, que me eligió su secretario; después de la huelga general de octubre, huí con el resto del Comité en un barco de contrabandistas. En París, y de acuerdo con los exiliados principalmente asturianos, fundé un Comité de Ayuda con miras a la movilización de la opinión europea en favor de los presos y condenados españoles. Liquidado mi proceso, regresé a Valencia y más tarde me instalé en Barcelona como miembro del recién fundado POUM. Al estallar la guerra civil, y en mi calidad de secretario internacional de dicho Partido, de director del diario La Batalla y de miembro del Comité Central de Milicias de Cataluña, Llevé una actividad constante —en España y en viajes por la Europa occidental— contra los levantados en armas contra la República. Al undécimo mes de la guerra civil, por orden de Stalin, sus agentes detuvieron al Comité Ejecutivo — a mí no me detuvieron con Andrés Nin por un minuto, por el milagro de un minuto— y, mientras mi viejo compañero desaparecía para siempre, yo conocí calabozos, checas, todo aquello que está narrado en El proceso de Moscú en Barcelona, hasta nuestra evasión de la Prisión de Estado y mi nueva instalación en las cercanías de París. Una docena de partidos socialistas independientes, reunidos en Congreso, me eligió secretario del Centro Marxista Revolucionario Internacional, y por decisión unánime de sus componentes, y tres meses antes de la ocupación de la capital francesa por los nazis, fui a refugiarme en Nueva York y seguidamente en México. Fundamos allí la Comisión Socialista Internacional, con los refugiados de una docena de países europeos, y editamos la revista Mundo (Socialismo y Libertad). De regreso a París en 1948. En 1950 fundamos el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo y pude asistir a todos los Congresos de dicho Movimiento. Entre 1953 y 1963 ocupé el cargo de secretario latinoamericano del Congreso por la Libertad de la Cultura y el de director de su revista cultural Cuadernos, realizando no menos de quince giras de conferencias por las Américas. Después de la histórica Conferencia de Munich en junio de 1962, dirigí la revista Mañana (Tribuna democrática española) en contra del franquismo. Al desaparecer esta revista fui elegido presidente del PEN Club Internacional de los Escritores en el Exilio, cargo que sigo ocupando.





UN HOMBRE DE BUENA VOLUNTAD


T. de H. —Tal vez la historia pasada y el alejamiento del país pesen demasiado para obtener de Julián Gorkin una postura ante el proceso político que se desarrolla en España.


J.G. —Hemos luchado por recuperar las libertades y luego también por dar una salida federal a los pueblos de España. Y en esto yo creo que se ha acertado. Es positivo, pero el problema reside en aquello por lo que también hemos luchado: el acercamiento a Europa, el restablecimiento de las relaciones económicas. Para Europa la situación de España es clave por dos razones fundamentales: la primera por ser España la confluencia de tres continentes; y la segunda por detentar las claves de las comunicaciones mediterráneas y oceánicas. Esto en el momento en que los grandes están jugando con el destino del mundo.

T. de H. —A Gorkin, sin embargo, hay que situarlo en un tiempo concreto y funesto para la historia del movimiento revolucionario. Con sus tesis y planteamientos se puede coincidir o no, a mí me parecen en algunos momentos acertadas, en otros desfasadas. Pero su personalidad humana permanecerá viva porque es cierto aquello con que quiero terminar esta entrevista y que me dijo...


J. G. —Lo único que puedo decir es que reivindico todo mi pasado, mis combates, incluso mis errores, ya que puedo decir que fueron sinceros. ¿La mejor prueba de mi sinceridad? Esa mi vida de combates sólo me han reportado persecuciones, cinco atentados en México después del asesinato de Trotski, calumnias sin cuento. Y tengo el orgullo de ser pobre. ¿Se le puede pedir más a un hombre de buena voluntad?
V. C.



Revista Tiempo de Historia  1939- 1979 40 años de España.





[Libro] Julián Gorkin. Contra el estalinismo. Editorial Laertes. Primera edición 2001

Índice

Presentación de la edición (Fundación Andreu Nin)    

Julián Gorkin, la vida de un luchador (Marc Ferri Ramírez)                                    

Experiencia y pensamiento anti-totalitario en Julián Gorkin (Juan Manuel Vera)

Capítulo 1. Testimonios de un hombre de acción

Mi ruptura con Moscú      
                                                                                 


                                                                  


Capítulo 2. Los comunistas contra la revolución española

España, primer ensayo de democracia popular..                                                             

Los métodos de Stalin en España y las jornadas de Mayo                                        


Evasión tras la caída de Cataluña                                                                       

Capítulo 3. Por un nuevo socialismo



Por un reagrupamiento socialista: algunos enunciados programáticos               


BIBLIOGRAFIA DE JULIÁN GORKIN


ENTREVISTA:

Julián Gorkin, un libertario en las filas del Partido Socialista

28 ENE 1979

 Que es militante de base desde hace ocho años

Julián Gómez y García Ribera, el verdadero nombre de Gorkin


JULIAN GORKIN  (1901 - 1987)




Primera campaña de difamaciones y calumnias, en la que se identificaba al POUM con el fascismo internacional, se intensificó desde finales de 1936 y en los primeros meses de 1937



Julián Gorkin


ARCHIVO VIRTUAL DE LOS MARXISTAS  SECCIÓN CATALANA









ANDREU NIN


Joaquín Maurín




En francés
POUM
1933
1935
1936

S ou fascismo (J. Maurin)



1937
programa inmediato del POUM (después de su exclusión por parte del gobierno de la Generalitat)



Los días de mayo (J. Rebull)

1938
1939


Andreu Nin 1892 - 1937


Víctor Serge 1890 - 1947



POUM





lunes, 17 de julio de 2017

Tras el triunfo electoral A todos los trabajadores! 16 de febrero de 1936






Comunicado del Comité Ejecutivo del POUM raíz del resultado de las elecciones a las Cortes españolas del 16 de febrero de 1936, que dieron la victoria al Frente Popular.


Compañeros: La coalición obrera-republicana ha ganado la batalla electoral en todo el país. La contrarrevolución ha quedado electoralmente aplastada.

La jornada del 16 de febrero puede ser mucho más importante que la del 12 de abril de 1931.

1931 clase trabajadora y fuerzas democráticas luchaban juntas por el derribo de la monarquía.

1936 ha luchado por algo más que por la República.

La jornada del 16 de febrero ha sido la continuación en otra forma de las jornadas de octubre de 1934.

El triunfo electoral logrado por todo el país plantea ahora de una manera perentoria cuál debe ser la tarea que debe llevar a cabo el movimiento obrero.

¿Qué debe hacer la clase trabajadora? ¿Qué debemos hacer? ¿Hacia dónde vamos?

Las perspectivas no son ahora las mismas que en 1931. La experiencia de la República ya ha sido hecha de manera concluyente.

La República en sus cinco años de vida nos ha enseñado ya las dos caras: la pseudodemocrático y la dictatorial.


La etapa pseudo-democrática -primer bienni- tuvo un fin lastimosa. No aportó la solución deseada al gran número de problemas planteados.

El segundo bienio -el bienio los «croupiers» y los assassins- lo tenemos ante nosotros con toda la serie de crímenes como no hay recuerdo ni durante los tiempos de la monarquía.

Y bien. La República burguesa no tiene más posibilidades que estas dos: una situación pseudo-democrática, como la del primer bienio y una situación de paroxismo contrarrevolucionario, como la del segundo bienio.

¿Puede la clase trabajadora desear otra vez todavía hacer la prueba de situaciones ya vistas y experimentadas?

¡No! La clase trabajadora debe marchar con decisión y serenidad hacia la conquista de sus objetivos finales: hacia la revolución democrático-socialista.

Todo lo que sea volver a hacer pruebas fracasadas ya es perder tiempo que solo la contrarrevolución aprovechará.

La voluntad manifestada el 16 de febrero es la voluntad de las masas obreras y campesinas y de una parte de la pequeña burguesía. Y el clamor general del pueblo es la vez que la Amnistía, la marcha acelerada hacia la segunda revolución, hacia la revolución democrático-socialista.

Todo propósito de querer repetir el ensayo de lo que ya fracasará es malgastar un tiempo precioso y una ocasión favorable.

Los republicanos de izquierda -los nuestros aliados accidentales- aunque quisieran no pueden ir hasta donde el pueblo quiere. Se puso de relieve durante el primer bienio y durante los acontecimientos de octubre. Ligados por su concepción burguesa de la revolución democrática no pueden, naturalmente, llevar a cabo aquellas medidas de carácter revolucionario sin las cuales no hay hoy revolución posible.

Se solamente la clase trabajadora tomando el Poder la que puede enlazar la revolución democrática y la revolución socialista.

Tenemos, pues, ante nosotros dos caminos divergentes a seguir: el de Alemania y Austria por un lado y el de Rusia del otro lado. No hay un tercero. En torno a estos dos caminos hay que tomar posiciones. O bien nos vamos hacia la segunda revolución, la de la clase trabajadora, o bien, finalmente después de una o varias oscilaciones democráticas, triunfará el fascismo.

Los trabajadores tenemos el deber histórico de guiar nuestros pasos hacia la revolución democrático-socialista. Para ello, hay que construir rápidamente las dos fuerzas organizadas sin las cuales no puede haber triunfo revolucionario: la Alianza Obrera y el gran Partido Socialista Revolucionario.

Trabajadores!

Los instantes son trascendentales. No podemos dejarnos tomar el triunfo obtenido. Es necesario que la batalla ganada no sea la batalla final, sino la primera en esta nueva fase que el 16 de febrero ha iniciado.

Hemos triunfado gracias a los que cayeron en octubre de 1934, gracias a su sangre derramada y los sufrimientos de los 30.000 compañeros encerrados en las cárceles.

Lo que ha sucedido durante estos dos años y medio últimos no ha sido en vano.

Ahora, como primera medida, a la vez que fortalecemos el órgano de frente único -la alianza Obrera- y el Partido Obrero de Unificación Marxista, debemos imponer sanciones rigurosas contra los autores de la represión sangrienta de octubre. Los «straperlistes», los «jefazos», los asesinos de miles de trabajadores, los que han torturado a nuestros hermanos encarcelados, los que han condenado al hambre a cientos de miles de obreros y campesinos, los que han prostituido el nombre de la República, toda esa panda no puede quedar sin el castigo más implacable. La salud de la revolución lo exige.

Adelante, trabajadores!

Amnistía inmediata!

Restablecimiento íntegro del Estatuto de Cataluña!

Responsabilidades enérgicas contra los autores y cómplices de la represión de octubre!

Readmisión de todos los despedidos con motivo de los acontecimientos revolucionarios!

Revalidación de todas las leyes sociales anuladas por la contrarrevolución!

¡En marcha hacia la revolución democrático-socialista!

Por el Partido Abre de Unificación Marxista, El Comité Ejecutivo, Barcelona, ​​18 de febrero de 1936






En el 70 aniversario de la fundación del POUM. La lucha por la libertad y el socialismo



Texto leído en el acto conmemorativo del 70 aniversario de la fundación del POUM celebrado en Barcelona el 29 de septiembre de 2005. Wilebaldo Solano no pudo asistir al acto por encontrarse enfermo.

El Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) fue fundado en Barcelona el 30 de Septiembre de 1935 en una casita del barrio de Horta. Es decir hace 70 años. Como estábamos todavía en una fase de relativa clandestinidad impuesta tras el movimiento de Octubre de 1934, se consideró prudente que el acontecimiento no fuera público y que se limitaran los delegados. Pero estos eran muy representativos y entre ellos figuraban Joaquín Maurín y Andreu Nin. Su misión era elegir un Comité Ejecutivo y preparar un Congreso de la nueva organización.


El propósito era fundar un nuevo partido sobre la base de la unificación del Bloque Obrero y Campesino y de la Izquierda Comunista, dos organizaciones marxistas revolucionarias creadas en los años 1930-1931. El Bloque Obrero y Campesino, formado bajo la dictadura de Primo de Rivera constituía una reacción contra la degeneración burocrática de la Internacional Comunista y el sectarismo dogmático de su sección española. Y la Izquierda Comunista había surgido con los militantes que se habían solidarizado con la Oposición de Izquierda creada por León Trotsky.



La fusión del Bloque Obrero y Campesino con la Izquierda Comunista fue el resultado de un largo trabajo en común en el seno de la Alianza Obrera, (bloque de casi todas las organizaciones políticas y sindicales) que abrió nuevas perspectivas. El POUM, que pesaba bastante en Cataluña y tenía bases sólidas en Valencia y en Aragón, amplió su radio de acción a diversas regiones de España, creó secciones importantes en Galicia, en Asturias, en Extremadura y entró en una fase de expansión peninsular, que era su principal objetivo. Por lo demás, la fusión con la Izquierda Comunista aportó un equipo valores intelectuales y políticos importantes.



El POUM fue reconocido por todas las organizaciones políticas y sindicales y colaboró en las luchas contra el ascenso del fascismo en Europa y contra las ofensivas reaccionarias en España. Por lo demás, participó en la coalición obrero-republicana de Febrero de 1936 que dió la victoria electoral a las izquierdas. Aunque sólo pudo obtener el acta de diputado de Joaquín Maurín, que fue uno de los primeros que denunciaron en el Parlamento el peligro del golpe militar de Julio del 36.


Todo el mundo sabe que el POUM fue una de las fuerzas que intervinieron activamente en la lucha contra la insurrección militar-fascista en Cataluña, en Valencia, en Madrid, en Asturias y en otros lugares, que formó parte del Comité de Milicias de Cataluña, del Comité Ejecutivo Popular de Valencia del Consejo de la Generalitat catalana y de centenares de comités revolucionarios en diversos organismos del país. Y algunos saben también que el primer embajador ruso en España fue el primero que se opuso a que el POUM estuviera representado en la Junta de Defensa de Madrid. Nuestra peor desgracia fue que la guerra civil y el proceso revolucionario coincidieran con el viraje brutal de Stalin que llevó a la muerte a algunas de las figuras más destacadas de la Revolución rusa como Zinoviev, Kamenev y Bujarin.



Mucha gente calló ante los escandalosos procesos de Moscú, Un partido como el POUM no podía encerrarse en el silencio ante un crimen que anunciaba claramente muchos más. El POUM publicó una declaración condenando los procesos de Moscú. Y, a partir de entonces, Stalin nos declaró la guerra y puso en juego todos sus medios para calumniarnos y destruirnos. La cosa cayó mal pues era un momento en que la gente ponía esperanzas en la ayuda de la URSS y, por otra parte, Stalin quería dirigir la política española y acentuaba su presión sobre el gobierno republicano. El general Orlov, jefe de la GPU en España, se atribuyó poderes absolutos para organizar calumnias y persecuciones pasando por alto todos los poderes legales del Estado. Pero su primer ensayo político había sido la destitución de Largo Caballero como jefe del gobierno y su sustitución por Negrín. Stalin pedía un hombre dócil y un viraje político que liquidara el proceso revolucionario y abriera el paso a una especie de "democracia popular" dirigida y animada por el Partido Comunista. (Algo parecido a lo que se creó muchos años más tarde en Checoslovaquia y en Polonia).


El hecho es que unas semanas más tarde, cuando creían que dominaban mejor el aparato del Estado y el Ejército y que las grandes fuerzas de izquierda (Partido Socialista, CNT, etc) no parecían oponer resistencia a sus planes, el general Orlov pasó al ataque y sus policías procedieron al secuestro de Andreu Nin y a la detención de Andrade, Bonet, Gorkin, Escuder y numerosos militantes del POUM. El golpe fue acompañado del asalto a nuestros locales, la supresión del diario "La Batalla" y toda la prensa del partido y el robo general en los domicilios personales de los detenidos. Y para completar la operación impusieron la censura en la prensa y en la Radio durante una semana. Unos días después, los periódicos comenzaron a hablar de un "grave complot fascista". Tenían miedo de que se supiera la verdad en la Cataluña revolucionaria. Pero al fin, como Barcelona no era el Moscú de Stalin, se vieron obligados a atacar al POUM en términos políticos repugnantes.



La reacción de los militantes del POUM fue inmediata. En Barcelona aparecieron carteles en los muros preguntando ¿"Donde está Nin “? . Los dirigentes del POUM que no habían sido detenidos (Jordi Arquer, Gironella, Molins i Fábrega, Solano) se reunieron y eligieron un nuevo Comité Ejecutivo, organizaron una campaña nacional e internacional en defensa de Nin y de los demás compañeros detenidos, visitaron a Companys, que llamó en seguida a Azaña y a Negrín y envió a Miravitlles a Valencia, tuvieron reuniones con los dirigentes de la CNT y del Partido Socialista, se pusieron en relación con Victor Serge, que en París organizó una campaña internacional con el concurso de André Bretón , Andre Gide y las fuerzas de izquierda de Francia, Inglaterra y los Estados Unidos. Tres comisiones internacionales vinieron a España para hacer encuestas sobre el ataque contra el POUM, Arquer salió para Valencia con Olga Nin y María Teresa Andrade para interrogar y protestar ante Negrín y sus ministros. Pero los archivos de la GPU en Moscú nos han revelado lo que temíamos. Ahora sabemos quiénes y cómo torturaron y asesinaron a Nin en Alcalá de Henares para arrancar, como en Moscú", una "confesión" que permitiera justificar la represión contra el POUM. Nos lo ha contado el propio hijo de Antonov Ovseenko.


El crimen cometido con Andreu Nin no tiene nombre. Y lo terrible es que se produjo en los días en que el comandante Amadeo Cahué, militante de la Juventud del POUM, moría al frente de la brigada que mandaba en el frente de Huesca y cuando los militantes del POUM del batallón que mandaba nuestra Mika Etchebehere en la división de Cipriano Mera luchaban y morían en las trincheras de la Moncloa defendiendo Madrid. En fin, ya es sabido que en ese tiempo, el gobierno Negrín disolvió la 29 División mandada por nuestro compañero Josep Rovira y que militantes del POUM fueron asesinados por los stalinistas envenenados por las campañas odiosas de la prensa del P.C. Uno de los casos más graves fue el asesinato de Juan Hervás, secretario general de la Escuela Nueva Unificada de Cataluña. El hecho fue denunciado oficialmente por la CNT y provocó el furor de Lluis Companys y de numerosas organizaciones políticas y sindicales.



Desde Julio de 1937 hasta el fin de la guerra, el POUM, que algunos historiadores dan como poco menos que desaparecido, mantuvo la organización en todas partes. E incluso la desarrolló ya que muchos jóvenes, chicos y chicas, vinieron a la Juventud Comunista Ibérica para compensar la ausencia de los que luchaban en los frentes y fueron muy eficaces en la difusión de nuestra prensa clandestina, "La Batalla y "Juventud Obrera", algunos folletos y el excelente libro sobre "El proceso contra el POUM". Lo más curioso es que los Carrillo y compañía protestaban porque la policía no nos detenía ni acababa con nuestras publicaciones. O atacaban furiosamente a ciertos diarios de la CNT, como "Castilla Libre" de Madrid, y los trataban de agentes del POUM. La lucha contra el POUM rompió el frente de lucha antifranquista y creó el descontento y un malestar enorme en los medios más diversos y en el campo internacional. Para agravar las cosas, Orlov pasó al ataque contra los intelectuales extranjeros que estaban en España y sus esbirros asesinaron a personalidades como Kurt Landau. ex-dirigente del Partido Comunista de Austria, al escritor anarquista italiano Camilo Berneri y a su colaborador Francisco Barbieri, a Alfredo Martínez, secretario general de las Juventudes Libertarias de Cataluña, al periodista Marc Rein (hijo de un dirigente de la Internacional Socialista), al militante trotskista Erwin Wolf o, entre los primeros, al escritor José Robles, traductor de Dos Passos. El malestar llegó hasta las Brigadas Internacionales y determinó que ciertos combatientes abandonaran la lucha. Los ingleses dirigidos por Bob Edwards que luchaban en la División de Rovira reclamaron su repatriación. El POUM tuvo una actitud clarísima. Para sus militantes, no había que vacilar. Había que continuar la lucha militar contra Franco y era necesario defender las conquistas del período revolucionario criticando y denunciando la política del stalinismo. El POUM logró que sus militantes fueran absolutamente fieles a estos principios, gracias a la ayuda que nos prestaron los jefes de las Divisiones militares anarquistas y socialistas y ciertos dirigentes del Partido Socialista y de la CNT, como Largo Caballero y Luis Araquistain, Joan Peiró y Federica Montseny.


En plena guerra, tras una serie de fracasos militares graves derivados de la estrategia rusa, Stalin pedía "un proceso de Moscú en Barcelona" e hizo una fuerte presión que venció la resistencia de sus subordinadas en España. Y ese proceso, que no gustaba a Negrín ni a nadie, se montó en Barcelona en Octubre de 1938. Pese a que el POUM atravesaba un período difícil (la policía stalinista había detenido al segundo Comité Ejecutivo del POUM y Arquer, Rodes, Solano, Farré Gassó y otros compañeros habían sido concentrados en la Prisión del Estado en Barcelona (con Andrade, Gorkin, Gironella y demás). Todos estábamos dispuestos a reñir un combate político que tuviera una gran resonancia. Y así fue. En el proceso de Octubre, los acusados se defendieron con inteligencia y con coraje y rebatieron todas las acusaciones stalinistas y el tribunal hizo un elogio de sus vidas de revolucionarios y se batió en retirada sancionando simplemente su conducta en las Jornadas de Mayo de 1937. Largo Caballero, Federica Montseny y Tarradellas rebatieron todas las acusaciones y el propio proceso. No hubo "el proceso de Moscú" que pedía Stalin y la sentencia fue prohibida por la censura y sirvió para deshacer todo un tinglado GPU que fue muy bien desenmascarado en el libro "El proceso contra el POUM", obra que ha sido muy útil para todos los historiadores de la guerra civil.


No quiero entrar ahora en el papel del POUM durante el franquismo y su intensa acción en las luchas que se desarrollaron en Cataluña y en España. Ni tampoco hacer un balance de las múltiples actividades del POUM en el exilio, tanto en Francia como en Méjico. En esos tiempos también tuvimos problemas con Stalin y el stalinismo. Incluso en las prisiones francesas y sobre todo en el presidio de Eysses, donde trataron de hacernos la vida imposible, pese a que un tribunal francés al servicio de la Gestapo condenó a largos años de prisión por "actividad comunista" a un grupo importante de militantes del POUM, Por lo demás, vale la pena recordar que en el `periodo de la Resistencia contra el fascismo en el sur de Francia, los stalinistas españoles se inventaron una Unión Nacional y una Junta Suprema ante la que teníamos que rendirnos todos y trataron de evitar por la violencia el renacimiento del movimiento obrero español y la creación de grupos militares que escaparan a su poder. Pero no pudieron evitar que aparecieran el Partido Socialista, la CNT y el POUM y que surgieran guerrillas como el Batallón Libertad y la Brigada Vasca y que muchos españoles se incorporaran a las guerrillas francesas.


Pero dicho esto, vale la pena recordar que en la intensa vida política del POUM en el largo e interminable exilio francés mantuvimos relaciones importantes con todos los partido españoles en el marco de la Alianza de Fuerzas Democráticas, participamos en numerosas actividades con el movimiento obrero francés e internacional y aseguramos con "La Batalla", "Tribuna Socialista "y diversos libros y folletos una prensa que penetró en España y que abrió nuevos horizontes en las nuevas generaciones que se afirmaban en nuestra península. Nuestro único obstáculo fue el stalinismo, pero poco a poco las cosas comenzaron a cambiar porque el eco del Gulag y las informaciones sobre el régimen totalitario ruso tenían serias repercusiones en toda Europa. Fue entonces cuando muchos intelectuales y estudiantes se dirigieron a nosotros para conversar sobre la experiencia de la Revolución Española y el papel del POUM. Y fue entonces cuando nosotros nos dimos cuenta de que había que acelerar la larga marcha por el honor revolucionario del POUM frente a la calumnia stalinista. Poco después, la rebelión de Tito y los acontecimientos de Hungría y de Checoslovaquia abrieron nuevos horizontes. Pero el momento cumbre fue el XX Congreso del Partido Comunista ruso y el discurso de Jruschov el 25 de Febrero de 1956 sobre "Los crímenes de Stalin", escondido por el PC español y publicado por el POUM en las ediciones de "La Batalla". A partir de ese momento pensamos que había que intensificar la lucha por la verdad en la URSS y plantear la cuestión de Andreu Nin.


En los años siguientes, todo fue diferente para nosotros. Nuestras ideas y nuestras tareas se desarrollaron en otro terreno, Hubo que discutir con viejos y jóvenes. Y comenzaron las llamadas de comunistas y simpatizantes, las proposiciones para conferencias y debates, las evocaciones de la guerra civil y del proceso revolucionario español de una manera diferente. Y aparecieron los dirigentes comunistas españoles con muchas excusas en sus manos y muchos problemas en sus cabezas. Fue posible hablar y discutir con Semprún, con Claudín, con Azcárate y con ciertos dirigentes del PSUC. Surgieron proposiciones para hacer films con la participación de compañeros del POUM, una alcaldía comunista de París pedía fotos de Nin y del POUM para una exposición sobre la guerra civil española, en la presentación de el film "La experiencia por memoria" en Montreuil, fortaleza del P.C. francés, se abría una larga discusión sobre el POUM,.. Todo parecía diferente y posible.


Desgraciadamente, el POUM tenía sus problemas internos y una tendencia de viejos militantes preconizaba la incorporación al Partido Socialista de Cataluña en un momento en que el partido mantenía estrechas relaciones con diversos grupos de jóvenes que se reclamaban del socialismo revolucionario y querían fundirse con él. Esta diferencia creó problemas, pero no impidió que el POUM apareciera en Barcelona y fuera legalizado el 17 de Septiembre de 1977, con "La Batalla" como semanario y un equipo dirigente joven y entusiasta. Pero el hecho es que el partido fue reconocido por todo el mundo y desarrolló una intensa actividad. Esta etapa no impidió que la larga marcha por la verdad sobre Nin se prosiguiera en excelentes condiciones.



El 1989 se creó en Madrid y en Barcelona la Fundación Andreu Nin con el objetivo de rendir homenaje a nuestro inolvidable compañero y de exigir al gobierno ruso presidido por Gorbachov que se aclarara dónde y en qué condiciones murió Nin, dirigente del POUM. Poco antes, el Parlament de Cataluña había rendido homenaje a Nin en una sesión especial. Hacía unos días que los animadores de la Fundación habían recogido centenares de firmas de intelectuales y militantes conocidos para avalar un documento pidiendo al gobierno ruso que aclarara el caso de Nin. Lo curioso es que el embajador ruso, Igor Ivanov (más tarde jefe del gobierno con Putin) propuso que una delegación llevara el documento a la Embajada. Así las cosas, el 27 de junio de 1990 varios militantes del POUM entramos en la Embajada soviética y entregamos el documento. Los diplomáticos rusos nos recibieron muy amablemente y nos preguntaron por las hijas de Nin. Nos declararon que el documento sería entregado a Gorbachov y nos dieron un folleto en castellano titulado "Nombres rehabilitados." Esos nombres eran los de Bujarin, Zinoviev, Kamenev, Rikov Sokolnikov y Riutin, fusilados por Stalin. Salimos de la Embajada convencidos de que entrábamos en una nueva época. Aunque entonces no podíamos suponer que la URSS iba a desmoronarse en condiciones tan increíbles, como castigo absoluto del totalitarismo stalinista.



En los últimos años se han hecho muchas cosas sobre el POUM y su Historia. Entre las más importantes figuran el film de Dolors Genovés y Llibert Ferri "Operación Nikolai", realizado por la Televisión catalana y con una versión francesa excelente que ha circulado por varios países, y "Tierra Libertad" de Ken Loach, que ha recorrido el mundo y ha tenido tanto éxito en Francia e Inglaterra como en el Japón y en Bolivia. A esta importante labor hay que añadir la difusión internacional constante de la obra "Homenaje a Cataluña" del escritor inglés George Orwell, y las series cinematográficas sobre la Revolución y la guerra Civil ("Zona Roja") de TV3 dirigida por Felip Solé y "Guerra Civil en Cataluña", patrocinada por la Diputación de Barcelona.

La Fundación Andreu Nin es el organismo más importante sobre el POUM y su historia que existe actualmente. En su Boletín mensual y en sus archivos hay decenas de documentos de gran valor sobre los avatares de este partido que se reveló al mundo durante la Revolución y la guerra civil españolas y que Stalin trató de destruir porque le estorbaba para sus planes totalitarios. Stalin y el stalinismo son el pasado.


El porvenir pertenece a los que luchan contra el capitalismo y por una sociedad socialista libre y democrática, sin explotadores ni explotados.




El terror estalinista en Barcelona 1938 (Agustín Guillamón)


Primera campaña de difamaciones y calumnias, en la que se identificaba al POUM con el fascismo internacional, se intensificó desde finales de 1936 y en los primeros meses de 1937





domingo, 16 de julio de 2017

El sacrificio de Andrés Nin



Este texto reproduce un capítulo del libro Contra el estalinismo, publicado por Editorial Laertes en diciembre de 2001




[Libro] Julián Gorkin. Contra el estalinismo. Editorial Laertes. Primera edición 2001

Índice
Presentación de la edición (Fundación Andreu Nin)     

Julián Gorkin, la vida de un luchador (Marc Ferri Ramírez)                                    

Experiencia y pensamiento anti-totalitario en Julián Gorkin (Juan Manuel Vera)

Capítulo 1. Testimonios de un hombre de acción

Mi ruptura con Moscú      
                                                                                 


La muerte en México de Víctor Serge                                                                        


Capítulo 2. Los comunistas contra la revolución española

España, primer ensayo de democracia popular..                                                             

Los métodos de Stalin en España y las jornadas de Mayo                                        

El sacrificio de Andrés Nin                                                                                          

Evasión tras la caída de Cataluña                                                                       

Capítulo 3. Por un nuevo socialismo


Conclusiones generales sobre los problemas del socialismo                                 

Por un reagrupamiento socialista: algunos enunciados programáticos               

La revolución y la contrarrevolución de nuestro tiempo

BIBLIOGRAFIA DE JULIÁN GORKIN



El sacrificio de Andrés Nin


Este texto reproduce un capítulo del libro Contra el estalinismo, publicado por Editorial Laertes en diciembre de 2001. El texto original apareció en 1974. Debe tenerse en cuenta que al escribirse aún no se conocían, lógicamente, los documentos descubiertos, después de 1989 ,en los Archivos de Moscú que fueron dados a conocer en la película Operación Nikolai (1992) , producción de TV3 dirigida por María Dolors Genovés y Llibert Ferri. En lo esencial, lo fundamental de los testimonios del ex-ministro comunista Jesús Hernández (en su libro Yo fui un ministro de Stalin) y el relato de Gorkin se ven en gran medida confirmados aunque se añaden aspectos que ni Hernández ni Gorkin podían conocer y sobre los que únicamente podían especular. Los hechos fundamentales pendientes de confirmación son la identidad del ejecutor material del crimen (que Gorkin, a partir de confidencias de Enrique Castro Delgado, atribuye a Vittorio Vidali) y el lugar donde fue ocultado el cadáver de Nin. 



Antes de proseguir el relato de nuestra odisea, trataré de reconstruir el trágico calvario conocido por Andrés Nin desde el momento de su detención hasta el de su sacrificio supremo. Sacrificio vil y al margen de toda ley por parte de sus verdugos; heroico y noble por su parte, ya que con él salvó el honor y la vida de sus compañeros y rescató a todas las víctimas, españolas e internacionales -y pasadas y futuras- de la vesania estaliniana. Fue, sin duda -y la opinión a este respecto es casi general-, el crimen más monstruoso de la intervención del Kremlin en la guerra de España. Durante los primeros años de nuestra posguerra constituyó un misterio, o poco menos, lo concerniente a su detención, al itinerario que lo obligaron a recorrer, y, finalmente, a las circunstancias de su asesinato. Y otro la discriminación de las responsabilidades de quienes, de una u otra manera, y en mayor o menor grado, intervinieron en este tenebroso asunto. Ya en 1941 contribuí a descorrer un tanto el velo de este misterio en el libro que edité en México; hoy, y mediante diversos testimonios, mi propia investigación y las consiguientes deducciones, me creo en situación de establecer, si no la verdad con todos sus detalles, tanto el fondo político como la materialidad de los hechos. 

Al margen de toda ley

(...) Lo que interesaba a Stalin, a sus esbirros de la NKVD y, en general, a sus aparatos en España e internacionalmente, no era el asesinato puro y simple de Nin y de sus principales compañeros -y es evidente que este asesinato hubieran podido perpetrarlo desde el día en que caímos en sus manos-, sino nuestro sometimiento a un proceso público y a la faz del mundo, nuestra condena y nuestra inmediata ejecución guardando las apariencias de la legalidad republicana. (Lo mismo que en los procesos de Moscú y, más tarde, en los de las llamadas democracias populares). Las apariencias de esta legalidad estaban contenidas en el Decreto promulgado con fecha 23 de junio de 1937, cuyo articulado era a la vez lo suficientemente amplio y preciso para maniatar, e incluso liquidar, a todos los opositores al Gobierno Negrín, imponer una férrea disciplina de tiempos de guerra y sembrar el terror lo mismo en los frentes que en la retaguardia. Este Decreto no había recibido la sanción del Parlamento y, además, los Tribunales de Espionaje y Alta Traición por él creados, y compuestos por tres magistrados civiles y dos militares, eran nombrados por el propio Gobierno. Saltaba a la vista, por consiguiente, su carácter dictatorial o, si se prefiere, ejecutivo. Establecía, por otra parte, las siguientes figuras de delito: el hecho “de cumplir actos hostiles hacia la República, en el interior o fuera del territorio nacional”; el hecho “de defender o propagar noticias y emitir juicios desfavorables al desarrollo de las operaciones militares o al crédito y la autoridad de la República”; los “actos o manifestaciones tendentes al debilitamiento de la moral pública, la desmoralización del Ejército o el socavamiento de la disciplina colectiva”. Las penas previstas eran de seis años de prisión firme a la pena de muerte, y ello lo mismo para los delitos comprobados que para las “tentativas fracasadas, la conspiración y la simple intención conspirativa, así como la complicidad o la protección”. Añádase a esto el poder discrecional conferido a la policía y “la exención de pena para aquellos que, después de haber dado su conformidad para la comisión de uno de estos delitos, lo denunciaran a las autoridades antes de su cumplimiento o ejecución”. Y lo más grave de todo: el carácter retroactivo del Decreto, que permitía juzgar y aplicar estas categorías de delito a los actos cometidos con anterioridad a su publicación y, por consiguiente, a la constitución del Gobierno Negrín. Y si se añade que, con fecha 14 de agosto, y mediante una circular oficial, quedó reforzada la censura no sólo respecto del Gobierno de la República, sino de las críticas y los ataques respecto del Gobierno de la Unión Soviética, así como la creación, con fecha 15 de agosto, del SIM (Servicio de Investigación Militar), que no tardó en caer -como habían caído anteriormente los Servicios de Orden Público- bajo el control de los comunistas, a pesar de los esfuerzos del ministro de Defensa Nacional, tendremos el cuadro completo de la nueva legalidad y del uso que podía hacerse de ella.


En el ánimo de los ministros socialistas moderados y de los ministros republicanos, se trataba de liquidar la obra de la revolución -o de someterla pura y simplemente a las necesidades de la guerra-, con la esperanza de reforzar la ayuda rusa y de conquistarse la de las potencias occidentales. En el ánimo de los comunistas, se trataba de eso, y, sobre todo, de imponer su dictadura de hecho, una dictadura legalizada en nombre de la cual podían cometer las peores ilegalidades, no sólo contra las oposiciones declaradas, sino contra las potenciales. Salvo el ambicioso Negrín, obligado a pagar el precio de su reciente e inesperada jefatura, y Álvarez del Vayo, dócil instrumento suyo, al igual que un Hernández o un Uribe, no tenían que tardar en darse cuenta de ello los ministros socialistas y republicanos. Y, por encima de ellos, el propio Presidente de la República. La prueba más contundente y escandalosa iba a constituirla nuestro proceso y, como veremos seguidamente, el problema mayúsculo planteado por el secuestro y el asesinato de Andrés Nin.


Detenido el 16 de junio, hacia mediodía, Andrés Nin fue conducido tres horas más tarde de Barcelona hacia Valencia. Según los informes recogidos más tarde, se usaron para su conducción tres automóviles: iba él en el del medio, maniatado y entre policías madrileños, y abrían y cerraban la marcha los otros dos con agentes extranjeros pertenecientes a la NKVD ¿Hicieron un alto en Valencia? ¿Lo llevaron siquiera a Madrid? Como veremos seguidamente, Manuel de Irujo, ministro de Justicia, declaró que “Nin no había estado nunca en una prisión del Estado”. Para los dos jefes principales de la operación contra el POUM, Alejandro Orlov y Carlos J. Contreras (Vittorio Vidali), era Nin la pieza fundamental del proceso y no querían que pudiera ser rescatada. Doy por seguro, o poco menos, que lo llevaron directamente a la checa especial preparada en Alcalá de Henares. De salirles bien el montaje preparado con todo detalle, lo hubieran hecho aparecer en el momento oportuno. Este montaje respondía a una hábil combinación, de acuerdo con la técnica habitual de la NKVD -y, en general, de los métodos político-policíacos del estalinismo-, de los aspectos legales con los ilegales. Pues lo que se pretendía -conviene no olvidarlo- era un proceso público, a cubierto de la nueva legalidad, si bien con pruebas ilegalmente amañadas en aplicación del socorrido principio de que el fin justifica los medios. Lo que era posible en Rusia, en esto como en todo, debía serlo forzosamente en España.

Aun anticipándonos al desarrollo de los acontecimientos, teníamos que poseer una prueba de lo apuntado. El abogado defensor requerido por nuestros compañeros, Benito Pabón, diputado independiente por Zaragoza -le hicieron la vida imposible al punto de verse obligado a huir de España-, recibió para estudio, durante veinticuatro horas, el sumario del proceso del POUM. En este sumario aparecieron cuatro declaraciones prestadas por Nin ante la policía y fechadas los días 18, 19, 20 y 21 de junio. Quiere ello decir que se había procedido a su interrogatorio dos días después de su detención en Barcelona y durante los tres días siguientes. Pero, contrariamente a las normas establecidas, no se daban en los preámbulos de las declaraciones ni el lugar donde las prestó ni los nombres de los interrogadores. Sin embargo, y a pesar de estas irregularidades por demás significativas, el hecho de figurar en el sumario indicaba la intención de darle a su proceso, formando uno solo con el nuestro, un carácter público y legal. Añadiremos que los tres primeros interrogatorios giraban en torno a las acusaciones formuladas contra nosotros, y muy singularmente contra él: el complot de la Quinta Columna, el mensaje al dorso firmado con una N, sus implicaciones con el espionaje descubierto en Gerona, la insurrección de mayo en Barcelona... En una palabra: en torno al plan montado por Slutski-Orlov. Las respuestas de Nin denotaban una mezcla de indignación y desprecio. La cuarta declaración, completamente inusual, contenía un resumen biográfico de su carrera revolucionaria, y en la parte final reconocía que, en 1927, había sido expulsado del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, en 1930 de la propia URSS, y que hasta 1934 “había militado en la Oposición Comunista orientada principalmente por Trotski”. ¿Sin duda esto último en España como en Rusia -y universalmente-, constituía un delito para los agentes de la NKVD? No podía ser otra la explicación de la autobiografía.
¿Cuándo y por qué se le arrancó de la checa de Alcalá de Henares? Ante el juez especial nombrado por el ministro de Justicia, los dos guardianes que aparecieron maniatados tenían que dar la fecha del 22 o el 23 de junio. Era, sin duda, el único dato cierto, ya que el artículo sobre “La fuga del bandido Nin”, aparecido en Mundo Obrero, llevaba la fecha del 25. El porqué se nos aparece por demás claro. Como veremos, el asunto Nin estuvo a punto de provocar la crisis del Gobierno. Los ministros de Justicia y de Gobernación habían dado órdenes terminantes de descubrir su paradero y de rescatarle. La opinión internacional acumulaba las protestas. Ante esta situación, Alcalá de Henares se convertía en una posición mucho más vulnerable para la NKVD que El Pardo. Había que sacar a Nin de mediante un simple traslado, sino simulando una evasión por la Gestapo en colaboración con la Falange, creando así la confusión y ofreciéndole las consiguientes armas a la propaganda comunista y comunistizante. Especialistas del terror, y sabiendo que estaba en juego su propia vida, Orlov y Vidali no podían permitirse el lujo de un fracaso. Todo menos eso.


Resumiré en este punto los testimonios existentes sobre este escándalo, y a la vez trataré de establecer, con la máxima imparcialidad posible, las consiguientes responsabilidades. En la mañana siguiente a la detención y el traslado de Nin, Juan Negrín llamó urgentemente a Jesús Hernández a la Presidencia y le preguntó sin preámbulos: “¿Qué han hecho ustedes de Nin?” y ante la sorpresa y la ignorancia manifestadas por su ministro, se lamentó: la policía soviética actuaba en Barcelona como en su propia casa, sin advertir siquiera a las autoridades del país; detenía a los ciudadanos españoles y los trasladaba de ciudad en ciudad y de calabozo en calabozo sin autorización ni mandato. Y ahora había hecho desaparecer a Nin. Companys, inquieto y escandalizado, le había llamado por teléfono. Si existían pruebas delictivas contra Nin, en su calidad de ex Consejero de la Generalidad de Cataluña, su caso debía ser sometido al Tribunal de Garantías Constitucionales (1). Y mostrando sobre su mesa un montoncito de telegramas, Negrín concluyó altamente preocupado:

-Esta tarde tendremos dificultades en el Consejo de Ministros. Prieto, Irujo y Zugazagoitia provocarán el consiguiente escándalo. ¿Qué puedo decirles? ¿Que no sé nada? ¿Y dirá usted que no sabe nada tampoco? ¡Todo esto es lamentable!

Corrió Hernández a comunicarles lo sucedido a Togliatti y Codovila. El primero escuchó el relato en silencio, impenetrable y sin pestañear siquiera. Por fin se limitó a decir que no había que tomar las cosas por lo trágico, pues los camaradas del Servicio sabían lo que se hacían. Se trasladó, sin embargo, a la Embajada soviética, cercana al edificio del Comité Central. Volvió diciendo que en la Embajada nadie sabía nada. y al anunciarle Hemández que en esas condiciones se negaba a concurrir a la reunión del Consejo de Ministros, le dijo fríamente:


-Rehuir el debate sería absurdo. Podéis eludir lo concerniente a Nin y haceros fuertes ofreciéndonos a demostrar que los dirigentes del POUM mantienen contactos con el enemigo. Abrid la discusión sobre la existencia de una organización de espionaje y nosotros demostraremos que existe efectivamente, y dejará de ser un escándalo la detención de Nin. y si aparece, será juzgado como traidor.


La reunión del Consejo de Ministros se celebró en una atmósfera de tensión dramática. Julián Zugazagoitia tomó la palabra el primero y planteó crudamente el asunto de Nin. Lo único que sabía es que había sido detenido, lo mismo que sus compañeros, por un servicio extranjero que no obedecía a otra ley que la de su fantasía. “Deseo saber -añadió a guisa de conclusión- si en mi calidad de ministro de Gobernación dependo de ciertos técnicos soviéticos. El reconocimiento hacia ese país no debe obligarnos a abdicar de nuestra dignidad personal y nacional”. Prieto e lrujo protestaron a su vez de los ultrajes que los soviéticos les hacían a los españoles y contra su pretensión, a cambio de sus armas, de vigilarles, e incluso de gobernarles. Estaban dispuestos a dimitir antes que someterse al papel de simples comparsas. Los ministros republicanos Velao y Giner de los Ríos -y tras ellos la mayoría de los otros- exigieron el rescate de Nin y la destitución del coronel Ortega, Director General de Seguridad y cómplice de Orlov. Nadie podía admitir, por otra parte, que los dos ministros comunistas ignoraran la suerte corrida por nuestro compañero -y por nosotros mismos-, sobre todo teniendo en cuenta el tono de sus discursos y de su prensa. Hábilmente, Hernández empezó aceptando la destitución de Ortega: ¿qué importancia tenía el sacrificio de un instrumento secundario? Pero seguidamente, y obedeciendo al mandato de Togliatti, amenazó “con hacer públicos los documentos comprometedores para el POUM, así como los nombres de todos aquellos que, dentro y fuera del Gobierno, y por simples cuestiones de procedimiento, se hacían los defensores de los espías”. Conciliador, y atento tan sólo a evitar la crisis, Negrín propuso finalmente que se suspendiera el debate en espera de la investigación de los hechos y de las pruebas anunciadas por los ministros comunistas. Unos días más tarde haría suya la tesis de la NKVD y, al correr de los meses, se iría deshaciendo de todos los que se oponían a sus mandatos.


Forzoso es señalar que uno de los que mantuvieron una actitud más digna e independiente, en el seno del Gobierno y fuera de él, fue Manuel de Irujo, nacionalista y católico vasco. Varias veces recibió a Olga Taréeva, esposa de Andrés Nin, en el Ministerio de Justicia. En la primera entrevista, celebrada el 22 de junio, aseguró ya que “los ministros ignoraban por completo la orden de detención contra Nin y sus compañeros, así como la orden de clausura de los locales del POUM. Que se hacían gestiones para encontrar a los detenidos y que no creía que se hubieran encontrado documentos comprometedores ni que los militantes del POUM fueran falangistas ni agentes de Hitler y Mussolini”. Afirmó en la segunda que “estaba completamente seguro de que Nin vivía. Él y el ministro de Gobernación trataban de rescatarle, y el segundo había hecho, incluso, un viaje a Madrid en busca de Nin, pero había tenido que volver sin él”. En las siguientes entrevistas fue todavía más explícito: “Sólo los confidentes de otros ministros pueden saber lo que le ha sucedido a Nin. El proceso contra los dirigentes del POUM será por los hechos de mayo, y no por espionaje. Eso del espionaje es falso: el falangista Golfín, al que querían complicar con ellos, ha declarado que no conoce a Nin ni a nadie del POUM. Los documentos que he visto pertenecen a la Falange, y lo que se ha puesto en uno de ellos con una N se ha comprobado que es falso, pues alguien extrajo esos documentos de los archivos de la policía y añadió todo lo referente al POUM. El proceso contra sus jefes no será a puerta cerrada y, por mi parte, daré todas las facilidades para que puedan defenderse”. Esta última entrevista se celebró el 9 de agosto. Pero ya el 4 del mismo mes, en una nota oficial, había reconocido públicamente el rapto de Nin y la incapacidad del Gobierno para rescatarle. Equivalía ello a reconocer a los cuarenta y nueve días de su detención, que la NKVD podía más en ciertos dominios que los propios ministros.


Durante este corto lapso de tiempo llegaron dos delegaciones extranjeras a Valencia en prueba de solidaridad con los detenidos del POUM y altamente inquietos por su suerte. Presidía la primera Fenner Brockway, secretario general del Partido Laborista Independiente y futuro defensor Internacional del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos. Encabezaba la segunda el gran orador James Maxton, diputado y presidente de dicho Partido, y la componían Pierre Foucaud, delegado del Frente Popular Francés; André Weil-Curiel, abogado de París, e Yves Levy, del Partido Socialista. Irujo les confirmó que “Andrés Nin no había pasado por ninguna prisión del Estado, y que lo más verosímil era su secuestro por elementos de una brigada internacional”. Zugazagoitia, altamente inquieto, les dijo: “Hay que llevar las gestiones en favor de Nin con un cuidado extremo, pues si nos precipitamos no encontraremos más que un cadáver”. Y Prieto: “Los soviéticos nos mandan armas, y, a cuenta de eso, se lo creen todo permitido. Otra cosa sería si nos las mandaran Francia e Inglaterra”. En una nota remitida a la prensa española e internacional, esta delegación dijo en síntesis: “La encuesta realizada en España nos ha demostrado que sólo los periódicos comunistas acusan al POUM de espionaje, de traición y de mantener relaciones con Franco. La acción terrorista del comunismo contra un partido independiente y la inquietante desaparición de Nin le hacen un gran daño a la causa de la República”.
Con el ministro de Justicia, Manuel de Irujo, el hombre que más esfuerzos hizo para el rescate de Nin, fue el de Gobernación, Julián Zugazagoitia. En su libro Guerra y vicisitudes de los españoles tenía que dedicarle al asunto un largo capítulo. Naturalmente, sólo un somero resumen puedo hacer aquí: contiene el más valioso de los testimonios y establece claramente las responsabilidades. “Peor suerte había de correr el infortunado Nin -dice-. Preso como militante del POUM, trasladado a Madrid a efectos de esclarecimientos policíacos, aislado e incomunicado en una finca de Alcalá de Henares, supe su evasión después de su fuga, que me notificó, en un restaurante de la plaza de Valencia, donde Miaja había invitado a comer a una parte del Gobierno, por el Director de Seguridad, Ortega.

-No tenga usted cuidado -afirmó éste-, que daremos con su paradero, muerto o vivo. Déjelo de mi cuenta.

-Cuidado -le advertí-. El cuerpo de Nin no me interesa; me interesa su vida.

Miaja, que escuchaba la conversación, como oyese decir que lo probable era que Nin estuviese escondido en alguna unidad poumista del frente, intervino con su violencia verbal:

-Si es así y lo detienen los soldados, yo doy orden de que lo fusilen sin más preámbulos.

-Perdón, general. Lo que corresponde hacer con Nin compete a la justicia, y usted no tiene por qué ordenar, en este sentido, nada.
Por la tarde, en mi despacho, como no pudiese digerir la noticia y temiese lo peor, llamé a Ortega y, con pretexto de preguntarle si había noticias sobre Nin, le planteé la cuestión de fondo.

-¿Vive o no vive Andrés Nin? ¿Me lo puede usted decir?
-No se lo puedo decir. No conozco más que lo que decía el teletipo de este mediodía. He dado órdenes de que lo busquen por todas partes, conforme a su mandato. Cualquiera sabe en estos negocios en que interviene la Gestapo qué es lo que ha podido pasar “.
La inopinada invocación de la Gestapo convirtió las sospechas de Zugazagoitia en certezas. Intentó saber en razón de qué noticia especial invocaba el Director de Seguridad al organismo policiaco alemán, y no supo decírselo. Era una suposición suya... Una intuición...
“Solicité -prosigue Zugazagoitia- una entrevista del Presidente del Gobierno, a quien creí obligado informarle de lo sucedido y de mis sospechas, adelantándole al mismo tiempo mi dimisión irrevocable si no rescatábamos la vida de Andrés Nin, y la previsión del escándalo de tipo internacional que se desencadenaría contra el Gobierno de su Presidencia en el supuesto de que no consiguiéramos el rescate.

-Si, como temo, se confirman esas sospechas, le ruego encarecidamente que me busque un sucesor. Yo no puedo seguir en el Ministerio. Para mí, la vida humana tiene un precio altísimo, y si comienzo por admitir la existencia de la Gestapo, la historia que comienza con el secuestro de Nin tendrá infinidad de capítulos sangrientos.

-No descarte usted en absoluto, a lo que le veo muy inclinado, la posibilidad de que se trate de una represalia de la Gestapo. No es que lo afirme, pues no tengo especial información, siendo la primera la que usted me da; pero conozco bastante bien a los alemanes y sé de lo que son capaces. ¡No tiene usted idea de su audacia!”


Zugazagoitia hizo que se trasladara secretamente a Valencia su correligionario David Vázquez, Comisario General de Madrid. Le hizo éste un informe y le dio a conocer una serie de documentos; tenía la impresión, por otra parte, de que Nin vivía, si bien “en una unidad del frente” de la que no era fácil recuperarle. El ministro le llevó todo esto a Negrín, rogándole que hiciera una gestión cerca de los servicios diplomáticos soviéticos, que no dio el menor resultado.


“Se le dijo que el secuestro era obra de la Gestapo, interesada en que un colaborador suyo de tanto precio no fuese interrogado por nuestros policías y descubriese sus servicios en la España republicana. Este embuste no podía ser más grosero. Dimitió, después de dos Consejos de Ministros casi feroces, el Director General de Seguridad. Los ministros comunistas defendieron a su correligionario con una pasión extraordinaria. Yo afirmé que el Director General podía continuar en su puesto, pero que en tal caso yo abandonaría el mío. Prieto, con palabra segura, reprochó a los comunistas su manera de conducir el debate, y declaró que, solidarizado con mi posición, sumaba su dimisión a la mía en el supuesto de que no se destituyera a Ortega”. Y éste, después de hacerle a su superior una escena sentimental, si bien rehuyendo el problema fundamental de la desaparición de Nin, dimitió.


El viaje del propio Zugazagoitia a Madrid no dio resultado alguno. Ni tampoco las gestiones del Presidente de la Audiencia, que se declaró impotente. “¿Existía, o no existía Nin? Ni siquiera eso sabíamos. Los rumores eran variadísimos. Para unos, había sido enviado como prisionero en un buque a Rusia; según otros, había sido ejecutado por un batallón internacional. En concepto de la policía, seguía estando preso en una unidad del frente”.


No obstante la crisis latente conocida por el Gobierno durante este tiempo, en torno a la desaparición de Nin, no se creyó Negrín obligado a informar al Presidente de la República. El IV tomo de las Obras Completas de Manuel Azaña, tomo en el que se publica su Diario, contiene varias notas sobre nuestras detenciones y la desaparición de Nin. En la correspondiente al 29 de junio asegura que se había enterado de todo por los periódicos; que Prieto le afirmó que los raptores de Nin eran comunistas, y que había escrito una carta a Negrín como consecuencia de una gestión hecha por Víctor Basch, presidente de la Liga de los Derechos del Hombre, llamándole la atención sobre la importancia del suceso. (Basch recordó a Prieto la visita que le hicimos juntos en París, después de octubre de 1934, y mi colaboración en el órgano de la Liga). Fue Azaña quien primero habló a Negrín de este escándalo.

La nota correspondiente al 22 de julio revela la doblez de Negrín, y cómo, para conservar la confianza de Stalin, había hecho suyas las falsedades de la NKVD. Véase por el siguiente extracto: “Me habló el Presidente (Negrín) del espionaje. En Madrid se han hecho descubrimientos importantes. Yo no los conocía. Una emisora, instalada en un sótano, daba noticias de todo a los rebeldes. Se ha encontrado un plano cuadriculado de Madrid, hecho por un arquitecto llamado Golfín, que está convicto y confeso, y que parece haber servido para dar indicaciones a la artillería. Cuenta Negrín que se consiguió revelar unas líneas escritas con tinta simpática, al dorso del plano, parte en claro y parte en cifra, que resultó ser uno que había usado el Estado Mayor. De las indicaciones obtenidas así resultó la detención de Nin y de doscientos o más individuos, casi todos del POUM, que no niegan su inteligencia con los rebeldes. Sobre esto, vuelvo a preguntar por el caso de Nin. Dice el Presidente que una noche se presentaron en la cárcel de Alcalá unos individuos con uniforme de las Brigadas Internacionales, maniataron a los guardianes y se llevaron al preso. No cree, como se ha dicho, que fuese obra de los comunistas. Por supuesto, los comunistas se indignan ante la sospecha. Negrín cree que lo han raptado por cuenta del espionaje alemán y de la Gestapo, para impedir que Nin hiciese revelaciones. El asunto ha sido entregado a un juez instructor para que lo esclarezca”. Y Azaña, escéptico, se limitó a preguntar: “¿No es demasiado novelesco?”. Y Negrín, imperturbable: “No, señor. Ahí está lo ocurrido al Estado Mayor ruso, de Madrid, que parece también obra de la Gestapo. Se hospedaba dicho Estado Mayor en el Gaylors. Una noche han estado a punto de perecer todos envenenados. Dos, entre ellos el jefe, estuvieron entre la vida y la muerte. El espionaje alemán es formidable. Las Brigadas Internacionales tienen dentro muchos espías nazis. Algunos han sido descubiertos y fusilados”. ¿Era Negrín, como tenía que describirle más tarde Luis Araquistáin, una mezcla de tonto útil y de cínico, de frívolo y de ambicioso, tipo aupado y explotado a fondo por el estalinismo? No seré yo quien niegue, claro está, la habilidad y la audacia de la temible organización nazi. No decía, sin embargo, la verdad: que en este caso se trataba de encubrir las habilidades y los crímenes de la NKVD detrás de la Gestapo. Sólo André Marty, de las Brigadas Internacionales, tenía que hacer fusilar a unos quinientos de sus miembros. Nos encontraremos con otros muchos en las cárceles, viejos militantes comunistas algunos de ellos. No eran ciertamente espías nazis, sino voluntarios que vinieron a defender la causa de la libertad en España y descubrieron -y algunos criticaron- la farsa que pretendía hacerles jugar Stalin.


Mientras tanto, y a medida que los comunistas sentían que, debido a las resistencias en el interior y a las protestas del exterior podíamos escapar al pelotón de ejecución, intensificaban más y más sus amenazas y sus gritos de muerte. En un pleno del Comité Central, José Díaz dijo: “El pueblo pide que el pelotón de ejecución funcione contra los traidores”. Y Antón, el portavoz de Togliatti y de la Pasionaria: “Si los obreros y los antifascistas siguen viendo que los criminales trotskistas y demás canallas de la Quinta Columna entran en la cárcel por una puerta y salen por la otra, nada ni nadie podrá evitar que, celosos de asegurar la victoria, tengan con estos enemigos encarnizados del pueblo una actitud que les impida continuar su trabajo de provocación, de sabotaje y de espionaje con entera libertad”. Aparecieron estas amenazas concretas, irrogándose en España como en Rusia el monopolio del pueblo y del antifascismo, en el diario comunista Verdad, de Valencia. Añadiré que la asfixia llegó a ser tal, que no sólo se hacía imposible nuestra defensa en la prensa española contraria al comunismo -o simplemente independiente-, sino que, salvo L´'Humanité y otros órganos comunistas extranjeros, se impedía la circulación de los otros periódicos en la zona republicana.
En este ambiente, y al margen de toda ley, se perpetró el asesinato de Andrés Nin.


El crimen fue en El Pardo


¿Dónde, cuándo y cómo fue asesinado Andrés Nin? No pretendo dar aquí una respuesta completa - no creo que nadie, salvo quienes cometieron el crimen, sea capaz de darla-; me atrevo a asegurar, sin embargo, que mi versión es la más verosímil que puede darse. Se funda principalmente en dos testimonios, a la vez coincidentes y complementarios: el que logré arrancarle a Jesús Hemández, cotejado seguidamente con él mismo, y con el de Enrique Castro Delgado, primer comandante español del famoso Quinto Regimiento, y, a mi juicio, el militante más sincero y honesto de los que lograron salir de Rusia y rompieron con el comunismo. Fue Castro, -por ejemplo, quien más de cerca conoció a Carlos J. Contreras (Vittorio Vidali), comisario político y principal organizador extranjero de este Quinto Regimiento, especializado, por otra parte, en los grandes asesinatos de la NKVD (2). No fue, pues, un azar si Alejandro Orlov lo eligió como su colaborador inmediato en el asunto Nin y en otras fechorías menos escandalosas.

¿Dónde se cometió el crimen? Los testimonios reunidos en el capítulo anterior, de personalidades políticas de primera importancia, concuerdan todos en que estuvo en Alcalá de Henares, de donde fue raptado. El misterio comienza con esta interrogante: ¿y después? Una de las razones para arrancarle de allí, ya lo he indicado, fue que lo sabía demasiada gente. Según Hernández, la propia organización comunista de Madrid comunicó al Buró Político que estaba allí. Y al plantearle la cuestión a la delegación soviética, con el fin de hacer frente a la manifiesta hostilidad que se les venía creando, confesó “que acababa de enterarse de que Nin, de paso hacia Madrid sin detenerse en Valencia, había sido trasladado a Alcalá por Orlov hasta la llegada de los otros detenidos, que debían ser trasladados de la prisión de Valencia a la de Madrid. Pues temían que Nin pudiera evadirse de Madrid”. Lo que temían era que pudiese rescatársele, cosa que tenían orden de evitar sin reparar en medios. Añádase a esto que las cuatro declaraciones prestadas por Nin en Alcalá no podían satisfacer, naturalmente, a los terroristas Orlov y Vidali: abundaban en su favor, como hombre y como revolucionario, y no en su contra. Para llevar adelante un proceso por espionaje necesitaban algo más comprometedor, y este algo sólo creían posible arrancárselo por los medios aplicados en la siniestra Lubianka de Moscú. Me parece, además, evidente que sin la esperanza de una confesión en regla, adaptada al plan establecido, no hubieran dejado huella de los cuatro primeros interrogatorios.


El lugar propicio para someterlo a la tortura era El Pardo; Alcalá sólo había servido para preparar la coartada de la evasión, por encontrarse cercana a los frentes. Recuérdese que García Pradas y sus dos compañeros de la CNT -uno de ellos policía- fueron los primeros en revelarnos que Nin había sido trasladado a El Pardo. Y Garmendía, encargado por Irujo de organizar nuestro traslado a Valencia, me dijo a mí que, para recuperar a nuestro compañero del lugar donde lo tenían secuestrado necesitaría unas fuerzas militares que el Gobierno no quería o no podía poner a su disposición, ya que “habría que reñir una batalla contra otras fuerzas militares”. La fortaleza poco menos que inexpugnable de estas últimas sólo podía ser El Pardo: en él estaban emplazados los mandos del Quinto Regimiento -aun cuando éste fue normalmente disuelto al convertir a las Milicias en el Ejército Popular, los comunistas siguieron denominándolo así-, los de las Brigadas Internacionales que operaban en los frentes de Madrid y, a cubierto de estas fuerzas, los servicios de la NKVD, a cuya disciplina de hierro quedaba sometido todo (3). Tengo la firme convicción, por consiguiente, de que el crimen fue cometido en El Pardo.


¿Cuándo se perpetró? No me es posible dar una fecha exacta; creo, empero, que no fue inmediatamente después de su llegada. Si se hubiera tratado de suprimirlo pura y simplemente, eso podían hacerlo, si no en Alcalá mismo, en el trayecto entre Alcalá y El Pardo. No habrían quedado huellas, y a la propaganda comunista hubiérale sido más fácil sostener la leyenda de la evasión. La desintegración física y moral de un hombre, al punto de obligarle a confesar unos delitos que no ha cometido, exige cierto tiempo, por lo menos algunas semanas. La farsa del rapto de Alcalá se produjo, como he apuntado en otra parte, durante la noche del 22 o el 23 de junio. La ofensiva de Brunete a Navalcarnero se desencadenó los días 5 y 6 de julio, con un éxito inicial debido principalmente a los abundantes medios y a la sorpresa; sólo a partir del 12, las tropas franquistas, con importantes refuerzos procedentes de otros frentes y un gran lujo de aviación, recobraron la iniciativa y desencadenaron la contraofensiva que les permitió recuperar todo o casi todo el terreno perdido, y ello a costa de unas 25.000 bajas del Ejército popular, y de no menos de un centenar de aviones. Si el plan de los mandos soviéticos y de la NKVD era, de haber salido bien la operación, el traslado a Madrid del Gobierno de la Victoria, y en su pos el Tribunal de Espionaje y Alta Traición, con el propósito de iniciar el juicio que debía llevarnos ante el pelotón de ejecución, como pedía a gritos la propaganda comunista, es evidente que necesitaban para entonces la confesión suscrita por Nin. (Es más que probable que este plan de conjunto hubiera encontrado resistencias en el seno del Gobierno; sin embargo, en el ambiente de euforia que no podía dejar de crearse, y teniendo en cuenta los medios de que disponían ya los comunistas, su neutralización no hubiera sido difícil. y la mejor prueba es la amenaza esgrimida contra “los cómplices de los espías, dentro y fuera del Gobierno”). ¿Vivía Nin o había sido asesinado cuando se nos trasladó a nosotros de Madrid a Valencia? Tanto Garmendía como García Pradas y sus compañeros creían que aún vivía. Una creencia, naturalmente, no es una seguridad: no podían tener, y no tenían, la menor prueba material. Yo me inclino a creer que lo asesinaron inmediatamente después de nuestro traslado a Valencia, fracasado su plan y, sobre todo, al ver que Nin oponía una resistencia desconcertante -al menos para su mentalidad inquisitiva- ante la monstruosidad que exigían de él.


¿Cómo lo asesinaron? Nada más fácil, para unos terroristas doctrinarios y obedeciendo a una razón de Estado -de un Estado en pleno ensayo de conquista a cubierto de un internacionalismo vaciado de su contenido-, que asesinar a un hombre totalmente en su poder, indefenso. Unos terroristas que saben, por añadidura, que si no cumplen su cometido se condenan ellos mismos a la tortura y a la muerte. Lo espantoso, lo inconcebible y realmente único en el siglo XX, es el previo asesinato moral de un militante que le ha dedicado toda su vida a una causa y luego, de repente, se le exige que se reconozca él mismo, a la faz del mundo, como el más abyecto renegado y traidor a esa causa, y que vaya a la muerte entonando loas a la gloria de su propio verdugo. Tal era la experiencia de los procesos de Moscú, y se quería su trasplante a España como primer ensayo universal. Para quien ha leído un buen número de testimonios sobre las torturas -en Rusia y más tarde en los países satélites-, ha sido el transcriptor de La vida y la muerte en la URSS, de El Campesino, después de su audaz evasión de los presidios y los campos de concentración soviéticos, y ha analizado las reseñas estenográficas de las audiencias públicas de Moscú, le es fácil comprender los métodos aplicados con Nin bajo la dirección de dos especialistas como Orlov y Vidali.


Jesús Hemández y Castro Delgado no presenciaron personalmente la tortura y el asesinato de Nin; pero el uno y el otro -principalmente el primero- recibieron las debidas confidencias. Antes de hacer uso de estas confidencias, permítaseme una somera explicación. Orlov y Vidali contaban en su banda con un cierto número de militantes españoles, la mayoría jóvenes y destinados al aprendizaje terrorista. Fanáticos al comienzo de Stalin y de la Unión Soviética, “el único jefe y la única potencia que habían corrido en ayuda del pueblo español”, al paso de los meses, y al socaire de la experiencia, empezaron a sentir ciertas dudas y a hacerse las consiguientes preguntas. ¿Por qué habían expedido a España a unos consejeros políticos, unos técnicos militares y unos agentes policíacos que, sin el menor conocimiento de las características de los españoles, pretendían imponerse a ellos cual si fueran seres inferiores? ¿Por qué aseguraba la propaganda que Rusia poseía el mejor armamento moderno –un armamento que veían desfilar en las películas ante el mausoleo de Lenin- y, sin embargo, el expedido a España era tan deficiente y tan escaso? ¿Y por qué un Largo Caballero, exaltado al comienzo como el Lenin español , era atacado y liquidado unos meses más tarde como un traidor? Más o menos sensible y conscientemente, fueron imponiéndose en muchos de ellos los reflejos nacionales como un eco de la reacción que observaban en la población española y, en primer lugar, en el seno de las otras fuerzas políticas y sindicales. ¿No era natural que les expusieran éstas y otras dudas a sus líderes españoles, a los que conocían y bajo cuya dirección habían luchado durante años? (4). El principal confidente de Hernández había practicado el terrorismo con él en Bilbao, sobre todo en el curso de las huelgas; pero una cosa muy diferente era el uso de la tortura, y la aplicada a Nin, en la que lo obligaron a participar, le produjo una viva impresión. Incluso despertó en él su resistencia -me aseguró Hernández-, una irresistible admiración. Lo cierto es que sintió necesidad de confiarle, no sólo lo referente a Nin, sino a la preparación de un pérfido atentado que estuvo a punto de costarle la vida a Indalecio Prieto (5).


La tortura de Andrés Nin se prolongó durante días y noches, sin tregua ni descanso, hasta el agotamiento físico y la pérdida, por momentos, de los reflejos mentales. La fase preparatoria consistió en meterle en una celda de paredes desnudas, sin mueble alguno ni el menor ruido exterior. Tenía que permanecer de pie o sentarse y tumbarse en el suelo. y ni tan sólo luz había. Evidentemente, no tenía ni siquiera conciencia del lugar al que lo habían traído. El silencio, la oscuridad, la falta de un mueble o un objeto al que asirse, la ignorancia completa del lugar en que estaba, el cansancio físico y moral que lo iba ganando, y la convicción de que nadie podría hacer nada por sacarle de allí constituían ya una horrible tortura. ¿Y otra, sin duda, el recuerdo de los grandes torturados soviéticos, a los que había tratado íntimamente, denunciándose unos a otros y autoacusándose como poseídos o embrujados? (Acude a mi memoria su profunda desolación -su inmenso sufrimiento-- cuando nos llegó la noticia del primer proceso de Moscú y luego la de sus dieciséis fusilados). Y hombre de corazón fraternal, ¿no le acuciaba asimismo la idea de que nuestra situación -la de sus compañeros de combate- era semejante a la suya? Abrigo la firme convicción de que no dudó un solo momento de nosotros, como no dudamos nosotros un solo momento de él. Añádase a esto que lo habían despojado de todo lo que pudiera servir a atentar contra su vida, y que el agua y los alimentos que le servían eran los indispensables para sostenerse. Sus verdugos no ignoraban, por otra parte, que era un hombre disminuido por la enfermedad. ¡Y es que había sido la suya una vida tan abnegada y agotadora! ¿Quizá contaron con eso para destruir sus resortes morales y obligarle a firmar una declaración de culpabilidad a tenor con sus planes?


Después de esta fase preparatoria, que duró no menos de cinco días, conducido a la celda de los interrogatorios lo obligaron a permanecer de pie durante horas y horas -hasta treinta seguidas-, repitiendo machaconamente las mismas preguntas, las acusaciones, las injurias y las amenazas por parte de tres interrogadores que se iban relevando, ganados ellos mismos por el cansancio y obedeciendo a la vez a un cálculo psicológico. Los interrogadores eran, efectivamente, tres: a Orlov y a Vidali habíase añadido Bielov, que seguía al primero en categoría entre los agentes de la NKVD enviados a España. Orlov y Bielov empleaban con Nin el ruso, su lengua vernácula; Vidali, un castellano mexicanizado, con interjecciones e insultos en italiano. Y Nin, tras de dar durante horas y horas las mismas respuestas -las machaconas respuestas dictadas por la verdad-, guardaba largos silencios. Porque el diálogo era inútil, imposible: no lo hay entre unas monstruosas mentiras y la simple verdad. Estos silencios, que además le permitían recuperar un tanto su equilibrio interior y fortalecer los resortes de su voluntad, provocaban por eso mismo el furor de los interrogadores. Recurrieron entonces al peor de los suplicios, al más usual y desintegrador de los empleados por la NKVD: al suplicio del sueño. Cuando el torturado caía en un sopor letárgico, al punto de titubear, e incluso de desplomarse en el suelo, le acordaban un cuarto de hora -dos a lo sumo- de sueño. ¿Quería dormir una hora entera? ¿Dos incluso? Debía pagar el precio, reconocer, declarar, confesar ... Pero Nin no cedía, no capitulaba; en un estado entre la vida y la muerte, su conciencia y su voluntad seguían luchando, resistiendo. No y no: lo que había sido posible en la Lubianka -y en todas las Lubiankas pasadas, presentes y futuras- no lo sería, por un milagro de espíritu independiente, en El Pardo. Los que perdían la cabeza, medio enloquecidos por la sorpresa y el furor, eran sus inquisidores. Recurrieron entonces a unos extremos de violencia, de crueldad, de sadismo, cuya evocación resulta difícilmente tolerable para quien como yo fui su compañero.


Andrés Nin, reducido corporalmente a una masa informe, venció al amo del Kremlin y a sus terroristas aterrorizados. ¿Qué hacían con él? No podían dejarle con vida sin que se descubriera, ante la conciencia universal, la monstruosa trama de nuestro proceso y, por ende, de los procesos de Moscú. De arrancarle los últimos soplos de vida y cortar para siempre el heroico hilo de su conciencia se encargó el asesino profesional Carlos J. Contreras (6), y de comunicar directamente el asesinato a Moscú, su compañero y jefe Palmiro Togliatti (7) .


Entre los innumerables testimonios de homenaje a la memoria -y al sacrificio- de Andrés Nin, citaré unos pocos, los más significativos. Y, en primer lugar, la declaración que le hizo Francisco Largo Caballero a nuestro abogado Benito Pabón a los pocos días de nuestra detención. “Conozco desde hace mucho tiempo a Nin, Gorkin y demás compañeros; a pesar de ser adversarios políticos, sé que no son ni pueden ser espías fascistas. Si Nin y los otros miembros del POUM son perseguidos por espionaje, es únicamente por razones políticas, tan sólo porque el Partido Comunista quiere destruir al POUM y si en esta necesidad el Partido Comunista se ve apoyado por los otros partidos gubernamentales (socialistas de derecha y partidos burgueses), es únicamente porque tienen necesidad del apoyo comunista para la salvaguardia de la democracia burguesa. Las persecuciones contra el POUM son el rescate que éstos pagan al Partido Comunista”.

En una declaración redactada y firmada por León Trotski, con fecha 8 de agosto de 1937, el ex organizador y jefe del Ejército Rojo decía, entre otras cosas: “Cuando Nin, el dirigente del POUM, fue detenido en Barcelona, no podía caber la menor duda: los agentes de la GPU no lo soltarían vivo. Las intenciones de Stalin se aclararon con un cinismo excepcional cuando la GPU, que tiene bajo sus garras a la policía española, lanzó una declaración acusando a Nin y a todos los dirigentes del POUM de ser “agentes de Franco”. La absurdidad de esta acusación es evidente para todos los que conocen los hechos elementales de la Revolución española. Los miembros del POUM se han batido heroicamente en todos los frentes de España contra el fascismo. Nin es un viejo e incorruptible revolucionario. Defendía los intereses del pueblo español y catalán contra la burocracia soviética. Precisamente por esta razón, la GPU se ha deshecho de él. La información enviada e inspirada por la GPU designa a Nin como trotskista. El revolucionario muerto ha protestado frecuentemente contra esto, y con razón. Es cierto que, en los años de 1931-1932, Nin, que estaba entonces fuera del POUM, mantenía una correspondencia amistosa conmigo. Pero, desde comienzos de 1933, divergencias sobre cuestiones esenciales condujeron a una ruptura entre nosotros. Durante los últimos cuatro años, sólo hemos intercambiado artículos polémicos. El POUM ha excluido a los trotskistas de sus filas. Pero, para facilitar su propia tarea, la GPU llama trotskistas a todos los que se oponen a la burocracia soviética. Esto facilita la represión sangrienta. Pese a las divergencias que me separan del POUM, tengo que reconocer que, en la lucha que Nin llevaba contra la burocracia soviética, la justicia estaba enteramente de su parte. Nin se esforzaba en defender la independencia del proletariado español respecto de las maquinaciones diplomáticas y de las intrigas de la camarilla que ocupa el poder en Moscú. No quería que el POUM se convirtiera en un instrumento dominado por Stalin. Y se negaba a colaborar con la GPU y arruinar los intereses del pueblo español. Éste ha sido su único crimen. y este crimen lo ha pagado con la vida”.


Entre las notas manuscritas dejadas por el gran militante y escritor Víctor Serge -y que obran en mi poder-, destinadas a algunos de sus artículos y a sus Memorias, hay una fechada el 25 de agosto y titulada “Adiós a Andrés Nin”. Contiene diversos apuntes biográficos trazados a vuelapluma. y la conclusión: “Detenido el 16 de junio, fue conducido inmediatamente a una prisión comunista de Madrid. Y se acabó: nadie sabe qué se ha hecho de uno de los tribunos más ardientes del proletariado de España. Que lo hayan embarcado con destino a Rusia o asesinado en una calleja, como afirman los rumores, ¡se acabó! Adiós, amigo mío. Nos queda tu gran vida valerosa, sembrada de obras y de acciones. y nos queda también tu muerte. Hay que luchar hasta el fin para que el socialismo sea libre”.

Obsérvese que, tanto Trotski como Serge, conocedores directos y a fondo de la vesania de Stalin y de su GPU o NKVD -y sus víctimas-, no dudaron un solo instante de que, detenido Nin por esta última, no lograría salir con vida. ¡Se acabó! ¿No había sido Serge el primero en advertirme en Bruselas que Stalin no podía asesinar a los grandes revolucionarios rusos y tolerar nuestra oposición en España , y que nos haría suprimir traicioneramente y en primer lugar a Nin? ¡Y Nin y yo, que habíamos creído que no sería posible la exportación de esos métodos a España! André Leroux, redactor de política internacional de Le Populaire -, de París, bajo la dirección de León Blum, afirmó en una de sus crónicas que “la unidad antifascista constituía más que nunca una necesidad indispensable en España”. Y añadía: “Pero esta unidad no puede ser restablecida si no se les pone fin al sectarismo y a los actos que alimentan la exasperación de los espíritus. El asesinato de algunos de los dirigentes del POUM, las persecuciones y las calumnias, las desapariciones totalmente imprevistas no tienen nada que ver con la defensa, legítima y necesaria, respecto del espionaje y el sabotaje fascistas”. (El gran periodista, historiador y sociólogo sabía a qué atenerse. Con su verdadero nombre, Angelo Tasca, había sido el fundador, junto con Gramsci y otros grandes militantes socialistas, del comunismo italiano. y su representante, durante años, cerca del Ejecutivo del Komintern en Moscú, donde sostuvo a Bujarin frente a Stalin, tanto en la política agraria soviética como en la política respecto de Alemania, que favoreció el triunfo de Hitler. Sustituido en Moscú por el zorruno y prostituido Togliatti, escribió en París, con el nombre de A. Rossi, el mejor libro que se conoce sobre el nacimiento del fascismo italiano. Colaboramos juntos en la revista Monde, de París, y nos hicimos íntimos amigos. Y tenía que ser, terminada la Segunda Guerra Mundial, el historiador más documentado sobre las intrigas secretas de Stalin y del estalinismo francés).

Por su parte, Marceau Pivert, el honesto líder de la izquierda socialista francesa, y uno de nuestros mejores defensores, manifestó su repulsa con esta frase lapidaria: “Nin era el símbolo de la Revolución Española, sacrificada a los cálculos egoístas del Este y del Oeste”. En fin, el gran escritor y moralista Albert Camus tenía que escribir más tarde, en 1954: “La muerte de Andrés Nin constituyó un viraje en la tragedia del siglo XX, que es el siglo de la revolución traicionada”.

Julián Gorkin

Notas

(1) El Tribunal de Garantías Constitucionales, creado por la República, era el único habilitado para juzgar a los diputados. a los ministros o ex ministros y al propio Presidente de la República. De ahí el caso extra-constitucional de Nin.
(2) Entre los crímenes de que le acusé en México, figuran el del líder estudiantil cubano Julio Mella, que había manifestado veleidades oposicionistas y a cuya esposa, Tina Modotti, había convertido en su amante y colaboradora –en España fue conocida con el nombre de María Ruiz-; el del militante negro Sandalio Junco, que conocía los pormenores de este asesinato; más tarde, en Nueva York, el del gran anarquista de origen italiano Carlo Tresca, mi amigo y defensor, y el defensor de todas las causas nobles. Y fue él quien preparó y dirigió, con el pintor Alfaro Siqueiros, el primer asalto a la casa de Trotski. Antes de usar en Italia su verdadero nombre, Vittorio Vidali usó en Cuba, en los Estados Unidos, en México y en España -y ello desde 1928-, los de Eneas Sormenti y Carlos J. Contreras.
(3) Uno de los principios impuestos por Contreras-Vidali, organizador extranjero del Quinto Regimiento, fue el siguiente: “Si un hombre avanza o retrocede sin recibir órdenes, tenemos derecho a disparar contra él”. Un principio aplicado reglamentariamente en el Ejército Rojo. Con una particularidad: que en España, lo mismo que en Rusia y en el frente como en la retaguardia, debía ser aplicado a los que no se sometían a la disciplina ideológica del comunismo. No se conocerá nunca el número de asesinatos cometidos en su nombre.
(4) Esta misma experiencia tenía que repetirse, años más tarde, en todos los países satélites del Este, conduciendo a la ruptura titista y a las explosiones que todo el mundo conoce, principalmente en Berlin, Budapest y Praga. Añadiremos que la mayoría de los militantes sacrificados por el Kremlin habían pasado por la escuela española.
(5) A este atentado fracasado tenía que dedicarle Indalecio Prieto un capítulo de su folleto Entresijos de la guerra de España (Editorial Bases, Buenos Aires, 1953).
(6) Según Gorkin, la atribución a Vidali de la ejecución material la realizó Enrique Castro Delgado. Sin embargo, el ejecutor final del crimen pudo ser otro [nota del editor].
(7) Para comunicarse directamente con Moscú, los tres delegados principales del Kremlin, Togliatti, Codovila y Stepanov, habían instalado una estación de radio directa y secreta en una alquería de El Vedat, pueblecito cercano a Valencia. Esto cuando consideraban que no debían servirse de la propia Embajada soviética. Esta alquería estaba guardada día y noche por los servicios de la NKVD.

Edición digital de la Fundación Andreu Nin, agosto 2002