miércoles, 11 de abril de 2012

Conclusiones generales sobre los problemas del socialismo


Conclusiones generales sobre los problemas del socialismo
Julián Gorkin
Este texto reproduce las conclusiones del texto de Gorkin "Situación del movimiento obrero y del socialismo", incluido en el libro colectivo Los problemas del socialismo de nuestro tiempo, publicado en 1944 por Ediciones Ibero-americanas en México. Los restantes capítulos fueron escritos por Víctor Serge, Marceau  Pivert y Paul Chevalier
Ya hemos apuntado en otra parte en qué condiciones la crisis general del movimiento obrero y del socialismo puede ser progresiva. Sometemos ahora al criterio de los militantes obreros y socialistas algunas conclusiones generales, susceptibles de ser corregidas y ampliadas:
1) Tenemos, ante todo. la cuestión de la designación. Esta tiene una indiscutible importancia para caracterizarnos y distinguirnos ante las masas. Hay que renunciar a la denominación de Comunistas... aun cuando no renunciemos muchos a nuestra condición de tales, porque tal denominación ha sido y sigue siendo deshonrada por los comunistas estalinistas. No es posible la menor confusión a este respecto. No podemos llamarnos socialistas a secas por la misma razón. No es posible la confusión desde el punto de vista histórico ni en el futuro con los que llamándose socialistas han traicionado constantemente a la clase obrera y al socialismo y volverán a hacerlo mañana. Propongo. por consiguiente. la denominación de SOCIALISTAS REVOLUCIONARIOS y SOCIALISTAS LIBERTARIOS. En efecto. el socialismo no puede ser otra cosa que revolucionario y libertario: por la revolución debe realizar la libertad del individuo y la libertad humana. Me parece la designación más justa y apropiada.
2) Hay que proclamar, en todo momento. la necesidad del pensamiento libre en el seno del movimiento obrero en contra de toda tentativa de establecer un pensamiento dirigido, susceptible de conducir a un totalitarismo socialista... El socialismo es sinónimo de libertad o no es socialismo, y esto no sólo en el período revolucionario, sino sobre todo durante y después de la victoria de la revolución. Por libertad entendemos, según la fórmula de Rosa Luxemburgo, la de los que no piensan como nosotros.
3) Nos declaramos enemigos acérrimos del sometimiento del movimiento obrero y de la revolución socialista a los intereses estrechos de un partido, aun cuando éste pretenda representar -y aun cuando represente efectivamente- la voluntad mayoritaria del proletariado. Eso quiere decir que no admitimos la concepción del partido único, pues éste, aun cuando pueda ser al comienzo el mejor de los partidos, encierra los gérmenes fatales del totalitarismo. Oponemos al partido único la libertad de los trabajadores a organizar los partidos que quiera y el pleno derecho de estos partidos a existir, a pensar y a actuar como crean conveniente, en los cuadros de la democracia obrera. Frente a los partidos monolíticos oponemos la democracia y el pensamiento libre y creador en el interior de los partidos. En ellos existirán fatalmente las mayorías y las minorías y será precisa la disciplina en la acción, pero sin la supresión por un solo instante de los derechos y del pensamiento libre de las tendencias minoritarias ni de los individuos.
4) Nuestro socialismo es profundamente humanista, no sólo porque defiende en todo momento los derechos del hombre –antes, durante y después de la revolución-, sino porque él solo puede realizar la humanidad sin clases ni antagonismos de clases y como un todo armónico y social.
5) Proponemos firmemente la adopción de la fórmula DEMOCRACIA OBRERA y SOCIALISTA en lugar de la tradicional de DICTADURA DEL PROLETARIADO. No quiere ello decir que renegamos de la dictadura del proletariado en cuanto supone la destrucción revolucionaria del poder económico y político de la burguesía y las medidas y los medios de defensa del nuevo régimen. Incluso la mayoría de los anarquistas admiten hoy esa necesidad transitoria. Pero la dictadura del proletariado las masas la asocian a la experiencia rusa. que no ha sido nunca una auténtica dictadura del proletariado, sino la dictadura de un partido sobre el pro1etarlado, aun cuando interpretara la voluntad mayoritaria de éste. La fórmula democracia obrera y socialista nos parece más completa y más perfecta. Esta tiene el derecho y el deber de defenderse en todo momento y contra todos sus enemigos. No será una verdadera democracia obrera socialista hasta haber destruido política y socialmente a sus enemigos. Pero en su organización. en su defensa y en su desarrollo progresivo y su perfeccionamiento tienen derecho a intervenir todos los partidos, todas las organizaciones, todas las tendencias y todos los individuos revolucionarios, democráticos, socialistas. En ella no se negará la libertad de pensamiento y de manifestación de éste a nadie, con tal que no atente y ponga en peligro la propia existencia de la revolución democrática socialista. El límite puede ser éste: para destruir la libertad no hay libertad.
6) La democracia obrera y socialista así concebida, plantea enseguida el problema de los órganos de poder. ¿Cuáles serán estos órganos? El nombre importa poco. ¿Consejos, Comités, Municipios, Comunas, Juntas? En Rusia fueron los Soviets. Hubieran podido ser los órganos democráticos del poder obrero de no haber quedado sometidos, casi automáticamente, a la dictadura del partido bolchevique. Lo que importa fundamentalmente es la forma de elección de esos órganos de poder y las garantías que tengan en su función. Su forma de elección democrática no puede ser otra que la del sufragio libre y directo por los individuos que integran la masa del pueblo productor, comprendiendo en éste a todos los que llenan una función social útil. Todos los partidos integrantes de la democracia obrera tienen derecho a presentar sus candidatos ya defender libremente sus programas. El cuerpo electoral tiene derecho de control sobre los órganos y sobre los individuos elegidos. Este sistema puede aplicarse, de abajo arriba, para la elección y el control de los órganos locales, los comarcales o provinciales y los generales. Ninguna función pública podrá escapar al control democrático del pueblo. Sólo así será posible salvaguardar la democracia socialista y evitar la burocratización del nuevo régimen. Todas las medidas que se tomen para atajar ese mal nos parecerán pocas.
7) Al mismo tiempo que la necesidad de organizar los partidos socialistas revolucionarios se plantea la necesidad de organizar la Internacional Socialista Revolucionaria. Digamos ante todo que ha terminado la era de las revoluciones nacionales. Las revoluciones modernas, socialistas sólo pueden triunfar como revoluciones internacionales. La revolución triunfante en Rusia en 1917 ha acabado en un fracaso no sólo por sus defectos interiores, sino, ante todo, por falta de la revolución internacional. Sólo la revolución internacional podía garantizar el desarrollo y la salvación de la revolución rusa. Encerrada en sus fronteras nacionales a pesar de las simpatías del proletariado mundial ha acabado burocratizándose y se ha perdido al fin. Sólo una revolución política interior -una revolución profundamente democrática y libertaria-, coincidiendo con la revolución social internacional, será capaz de salvar al pueblo soviético del totalitarismo estalinista. También la revolución española fracasó, a pesar del heroísmo popular, por falta de la solidaridad activa y revolucionaria del proletariado internacional. Estos dos ejemplos entre otros muchos aunque de menor cuantía bastan a justificar nuestra tesis internacionalista. Creemos francamente que la guerra actual abre una crisis revolucionaria general, es decir, un verdadero ciclo de revoluciones internacionales. En cualquier país del globo donde se produzca la revolución socialista -o una revolución progresiva, aun cuando no sea socialista en su primera fase-, debe recibir inmediatamente, por encima y frente a los intereses de las burguesías nacionales, la solidaridad decidida, y por todos los medios, de la clase trabajadora internacional. Esta acción de solidaridad sólo podrá ser dirigida eficazmente por la Internacional Socialista Revolucionaria. Para su organización ésta no debe caer ni en el nacionalismo democrático burgués de la II Internacional, mediante el sacrificio de los intereses internacionales del proletariado a los de cada partido nacional, ni en el monolitismo burocrático de la III, que ha pretendido convertir a los trabajadores de los demás países en una masa de maniobra al servido de la política exterior del Estado ruso. Por eso mismo, ninguna de las dos ha sido una verdadera y auténtica Internacional. La Internacional Socialista Revolucionaria deberá tener en cuenta la situación real de cada país y las características peculiares a cada pueblo y cada proletariado, pero sin inconveniente de determinar su pensamiento y su acción de acuerdo con las necesidades y los intereses del proletariado internacional. Deberá ser, al mismo tiempo, una suma de partidos nacionales y un partido mundial del proletariado. Ya hemos definido en otra parte el carácter democrático que debe informar a los partidos. El mismo carácter profundamente democrático debe informar a la nueva Internacional.
Este trabajo no tiene ni puede tener más que una pretensión de esbozo general respecto a la situación del movimiento obrero y del socialismo. Están por estudiar los grandes problemas que plantean la guerra y los que planteará la postguerra. Y las nuevas características y tendencias de la economía mundial. Y los nuevos contornos de las clases sociales y su relación entre si. Por ejemplo: la importancia de los técnicos y el problema de su atracción o conquista por el proletariado, y los cambios sufridos por la cuestión colonial. Estos y otros muchos problemas nos los plantea la historia a los socialistas revolucionarios. Sin un estudio previo de los mismos, sería pueril tratar de prever aquí las circunstancias revolucionarías futuras y, más aún, tratar de establecer normas en previsión de las mismas. Lo más que podemos hacer es apuntar unas ideas y unos principios generales, a la luz de las experiencias vividas. Las verdaderas normas revolucionarias. se encargará de trazarlas la revolución misma. Será una obra de creación colectiva, en la que constituirá el más legitimo de los orgullos la modesta contribución individual.
    México D.F., julio de 1943.


No hay comentarios:

Publicar un comentario