sábado, 2 de diciembre de 2017

Friedrich Engels Carta a Franz Mehring (14 de julio de 1893)



En Berlín

Londres, 14 de julio de 1893




Friedrich Engels

Falleció el 5 de agosto de 1895  con 74 años






Franz Mehring



Querido señor Mehring:

Hoy, por fin, puedo agradecerle la fina atención que ha tenido conmigo al enviarme "La leyenda sobre Lessing". No he querido limitarme a un formal acuse de recibo, sino decirle al mismo tiempo algo sobre el libro mismo, sobre su contenido. De aquí mi demora en la respuesta.

Empezaré por el final, es decir, por el apéndice sobre el materialismo histórico [1], en el que expone usted los hechos principales en forma magistral, capaz de convencer a cualquier persona libre de prejuicios. Si algo tengo que objetar, es contra el que usted me atribuya más méritos de los que en realidad me pertenecen, incluso contando lo que yo --con el tiempo-- hubiese llegado tal vez a descubrir por mí mismo, si no lo hubiese descubierto mucho antes Marx, con su visión más rápida y más amplia. Cuando uno ha tenido la suerte de trabajar durante cuarenta años con un hombre como Marx, en vida de éste no suele gozar del reconocimiento que cree merecer. Pero cuando el gran hombre muere, a su compañero de menor talla se le suele encomiar más de lo que merece. Creo que éste es mi caso. La historia terminará por poner las cosas en su sitio, pero para entonces ya me habré muerto tranquilamente y no sabré nada de nada.


Falta, además, un solo punto, en el que, por lo general, ni Marx ni yo hemos hecho bastante hincapié en nuestros escritos, por lo que la culpa nos corresponde a todos por igual. En lo que nosotros más insistíamos --y no podíamos por menos de hacerlo así-- era en derivar de los hechos económicos básicos las ideas políticas, jurídicas, etc., y los actos condicionados por ellas. Y al proceder de esta manera, el contenido nos hacía olvidar la forma, es decir, el proceso de génesis de estas ideas, etc. Con ello proporcionamos a nuestros adversarios un buen pretexto para sus errores y tergiversaciones. Un ejemplo patente de ello le tenemos en Paul Barth [2].


La ideología es un proceso que se opera por el llamado pensador conscientemente, en efecto, pero con una conciencia falsa. Las verdaderas fuerzas propulsoras que lo mueven, permanecen ignoradas para él; de otro modo, no sería tal proceso ideológico. Se imaginan, pues, fuerzas propulsoras falsas o aparentes. Como se trata de un proceso discursivo, deduce su contenido y su forma del pensar puro, sea el suyo propio o el de sus predecesores. Trabaja exclusivamente con material discursivo, que acepta sin mirarlo, como creación, sin buscar otra fuente más alejada e independiente del pensamiento; para él, esto es la evidencia misma, puesto que para él todos los actos, en cuanto les sirva de mediador el pensamiento, tienen también en éste su fundamento último.

El ideólogo histórico (empleando la palabra histórico como síntesis de político, jurídico, filosófico, teológico, en una palabra, de todos los campos que pertenecen a la sociedad, y no sólo a la naturaleza), el ideólogo histórico encuentra, pues, en todos [524] los campos científicos, un material que se ha formado independientemente, por obra del pensamiento de generaciones anteriores y que ha atravesado en el cerebro de estas generaciones sucesivas por un proceso propio e independiente de evolución. Claro está que a esta evolución pueden haber contribuido también ciertos hechos externos, enclavados en el propio campo o en otro, pero, según la premisa tácita de que se parte, estos hechos son, a su vez, simples frutos de un proceso discursivo, y así no salimos de los dominios del pensar puro, que parece haber digerido admirablemente hasta los hechos más tenaces.

Esta apariencia de una historia independiente de las constituciones políticas, de los sistemas jurídicos, de los conceptos ideológicos en cada campo específico de investigación, es la que más fascina a la mayoría de la gente. Cuando Lutero y Calvino «superan» la religión católica oficial, cuando Hegel «supera» a Fichte y Kant, y Rouseau, con su "Contrat social" republicano, «supera» indirectamente al constitucional Montesquieu, trátase de un proceso que se mueve dentro de la teología, de la filosofía, de la ciencia política, que representa una etapa en la historia de esas esferas del pensar y no trasciende para nada del campo del pensamiento. Y desde que a esto se ha añadido la ilusión burguesa de la perennidad e inapelabilidad de la producción capitalista, hasta la «superación» de los mercantilistas por los fisiócratas y A. Smith se considera simplemente como un triunfo exclusivo del pensamiento; no como el reflejo ideológico de un cambio de hechos económicos, sino como la visión justa, por fin alcanzada, de condiciones efectivas que rigen siempre y en todas partes. Si Ricardo Corazón de León y Felipe Augusto, en vez de liarse con las Cruzadas, hubiesen implantado el librecambio, nos hubieran ahorrado quinientos años de miseria e ignorancia.


Este aspecto del asunto, que aquí no he podido tocar más que de pasada, lo hemos descuidado todos, me parece, más de lo debido. Es la historia de siempre: en los comienzos, se descuida siempre la forma, para atender más al contenido. También yo lo he hecho, como queda dicho, y la falta me ha saltado siempre a la vista post festum [3]. Así pues, no sólo está muy lejos de mi ánimo hacerle un reproche por esto, pues, por haber pecado antes que usted, no tengo derecho alguno a hacerlo, sino todo lo contrario; pero quería llamar su atención para el futuro hacia este punto.

Con esto se halla relacionado también el necio modo de ver los ideólogos: como negamos un desarrollo histórico independiente a las distintas esferas ideológicas, que desempeñan un papel en la historia, les negamos también todo efecto histórico. Este modo de ver se basa en una representación vulgar antidialéctica de la causa y el efecto de acciones y reacciones. Que un factor histórico, una vez alumbrado por otros hechos, que son en última instancia hechos económicos, repercute a su vez sobre lo que le rodea e incluso sobre sus propias causas, es cosa que olvidan, a veces muy intencionadamente, esos caballeros, como, por ejemplo, Barth al hablar del estamento sacerdotal y la religión, pág. 475 de su obra de usted. Me ha gustado mucho su manera de ajustarle las cuentas a ese sujeto, cuya banalidad supera todo lo imaginable. ¡Y a un individuo como ése se le nombra profesor de historia en Leipzig! Debo decir que el viejo Wachsmuth, también muy cerrado de mollera, aunque mucho más sensible ante los hechos, era un tipo muy diferente.



Por lo demás, sólo puedo decir del libro lo mismo que dije en repetidas ocasiones acerca de los artículos cuando aparecieron en "Neue Zeit" [4]: hasta la fecha es la mejor exposición de la génesis del Estado prusiano; yo diría incluso que es la única buena, pues en la mayoría de los casos muestra acertadamente todas las concatenaciones, hasta en los menores detalles. Siento únicamente que no haya abarcado usted de primer intento todo el desarrollo ulterior hasta Bismarck, aunque tengo la secreta esperanza de que lo hará en otra ocasión, presentando un cuadro completo y coherente, empezando por el elector Federico Guillermo y terminando por el viejo Guillermo [5]. Ya tiene usted hecha la labor preliminar, y hasta podemos decir que, por lo menos en las cuestiones fundamentales, esa labor es casi definitiva. Y hay que hacerlo antes de que se derrumbe todo el viejo edificio. La destrucción de las leyendas monárquico-patrióticas no es una condición absolutamente indispensable para derrocar esa misma monarquía que sirve para encubrir la dominación de clase (pues, en Alemania, la república pura o burguesa es una etapa que ha caducado sin haber tenido tiempo de nacer), pero es, a pesar de todo, uno de los resortes más eficaces para lograr ese derrocamiento.


De hacerlo, dispondrá usted de más espacio y de mayores oportunidades para presentar la historia local de Prusia como una parte del triste destino de toda Alemania. Este es el punto en el que usted y yo discrepamos en cuanto a la interpretación de las causas del fraccionamiento de Alemania y del fracaso sufrido por la revolución burguesa alemana del siglo XVI. Si tengo ocasión de volver a redactar el prefacio histórico a mi "Guerra campesina" --y confío en que eso habrá de ocurrir el próximo invierno--, podré desarrollar allí estas cuestiones. No es que considere erróneas las causas que usted aduce, pero yo expongo otras, además de ésas, y las agrupo en forma algo distinta.


Al estudiar la historia de Alemania --una historia de continuas desventuras--, siempre he hallado que la comparación con los correspondientes períodos de la historia de Francia es lo único capaz de proporcionarnos una medida exacta, pues allí ocurría precisamente lo contrario de lo que sucede en nuestro país. Allí, la formación del Estado nacional a partir de los disjectis membris [6] del Estado feudal, en el preciso momento en que nuestro país se hallaba en la máxima decadencia. Allí, una lógica objetiva excepcional en el curso de todo el proceso, mientras que en nuestro país se produce un desbarajuste cada vez más funesto. Allí, en la Edad Media, la invasión extranjera corre a cargo del conquistador inglés, que toma partido a favor de la nacionalidad provenzal, en contra de la nacionalidad del norte de Francia. Las guerras contra Inglaterra son una especie de Guerra de los Treinta Años [7], pero que terminan con la expulsión de los invasores extranjeros y con el sometimiento del Sur por el Norte. Luego viene la lucha del poder central contra el vasallo borgoñón [8], apoyado por sus posesiones del extranjero y cuyo papel corresponde al de Brandenburgo-Prusia; pero esta lucha termina con el triunfo del poder central y remata la formación del Estado nacional. Y precisamente en este momento, el Estado nacional se derrumba definitivamente en nuestro país (si es que el «reino alemán» dentro del Sacro Imperio Romano [9] puede ser llamado Estado nacional) y comienza el despojo en gran escala de las tierras alemanas. Esta comparación constituye un gran oprobio para los alemanes, pero, precisamente por eso, es tanto más instructiva; y desde que nuestros obreros han vuelto a poner a Alemania en el proscenio del movimiento histórico, nos es más fácil soportar esa ignominia del pasado.


Un rasgo distintivo muy especial del desarrollo de Alemania es que ninguna de las dos partes que terminaron por repartirse todo el país es puramente alemana. Las dos son colonias establecidas en tierras eslavas conquistadas: Austria es una colonia bávara, y Brandenburgo, una colonia sajona; y el poder que ambas han adquirido dentro de Alemania se lo deben exclusivamente al apoyo de posesiones extranjeras, no alemanas: Austria se apoyó en Hungría (sin hablar ya de Bohemia), y Brandenburgo, en Prusia. Nada de eso ocurrió en la frontera occidental, que era la más amenazada. La defensa de Alemania frente a los daneses en la frontera norte fue encomendada a los mismos daneses; y era tan poco lo que había que defender en la frontera sur, que los encargados de guardarla, los suizos, ¡lograron separarse ellos mismos de Alemania!

Pero veo que me he dejado llevar por toda clase de razonamientos. Sírvale por lo menos toda esta palabrería como testimonio del vivo interés que ha despertado en mí su obra.

Una vez más acepte la cordial gratitud y saludos de su
F. Engels.


Se publica de acuerdo con el manuscrito.
Traducido del alemán.

[1] El artículo de Mehring "Über den historischen Materialismus" («Sobre el materialismo histórico») fue publicado en 1893, como apéndice a su libro "La leyenda sobre Lessing".- 523




[2] Trátase del libro de P. Barth "Die Geschichtsphilosophie Hegels und Hegelianer bis auf Marx und Hartmann" («Filosofía de la historia de Hegel y de los hegelianos hasta Marx y Hartmann») publicado en Leipzig en 1890.

[3] Literalmente: después de la fiesta, o sea, con tardanza. (N. de la Edit.)

[4] "Die Neue Zeit" («Tiempos nuevos»); revista teórica de la socialdemocracia alemana, aparecía en Stuttgart de 1883 a 1923. De 1885 a 1894 publicó varios artículos de F. Engels.

[5] Guillermo I. (N. de la Edit.)

[6] Miembros dispersos. (N. de la Edit.)

[7] La guerra de los Treinta años (1618-1648): guerra europea provocada por la lucha entre los protestantes y católicos. Alemania fue el teatro principal de esta lucha, objeto de saqueo militar y de pretensiones anexionistas de los participantes en la guerra. Esta se acabó en 1648 con la paz de Westfalia que refrendó el fraccionamiento político de Alemania.

[8] Carlos el Temerario. (N. de la Edit.)

[9] Sacro Imperio Romano Germánico: imperio medieval, fundado en 962, que abarcaba el territorio de Alemania y, en parte, de Italia. Más tarde formaban parte del Imperio también algunas tierras de Francia, Bohemia, Austria, Países Bajos, Suiza y otros países. El Imperio no fue un Estado centralizado y representaba una unión poco sólida de principados feudales y ciudades libres, que reconocían el poder supremo del emperador. El Imperio dejó de existir en 1806, cuando, a consecuencia de la derrota en la guerra contra Francia, los Habsburgos se vieron obligados a renunciar al título de los emperadores del Sacro Imperio Romano.



Friedrich Engels LA GUERRA DE LOS CAMPESINOS EN ALEMANIA
Primera vez publicado: En los números 5 y 6 de la Neue Rheinische Zeitung. Politisch-ökonomische Revue, dirigida por Karl Marx, en Hamburgo, 1850.  

Fuente del presente texto: El texto de todos los capítulos, incluyendo las notas, han sido tomados La guerra de los campesinos en Alemania, Ediciones Políticas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, con excepción del "Prefacio", el cual ha sido tomado de F. Engels, "Prefacio a La Guerra Campesina en Alemania", en el 2do tomo de C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en 3 tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974. 

Transcripción/HTML: Julio Rodríguez/Juan R. Fajardo, 2011. 

Esta edición digital: Marxists Internet Archive, junio de 2011. 



Karl Marx: Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política







Franz Mehring   Sobre el materialismo histórico

Apéndice    Carta de Engels   a Franz Mehring en Berlín
Londres, 14 de julio de 1893

Estimado Herr Mehring:

Hoy es mi primera oportunidad para agradecerles por la Lessing Legend que tuvieron la amabilidad de enviarme. No quise responder con un simple acuse de recibo formal del libro, pero al mismo tiempo intenté contarte algo al respecto, sobre su contenido. De ahí la demora.

Comenzaré por el final: el apéndice sobre el materialismo histórico, en el que has alineado las cosas principales de manera excelente y para cualquier persona imparcial de manera convincente. Si encuentro algo a lo que objetar es que me den más crédito de lo que merezco, incluso si cuento con todo lo que pude haber descubierto por mí mismo, a tiempo, pero que Marx con su golpe de gracia más rápido y una visión más amplia descubierta mucho más rápidamente. Cuando uno tuvo la buena fortuna de trabajar durante cuarenta años con un hombre como Marx, uno generalmente no recibe durante su vida el reconocimiento que uno cree que merece. Entonces, cuando el hombre mayor muere, el menor se sobrevalora fácilmente y esto me parece ser solo mi caso en este momento; la historia establecerá todo esto bien al final y para entonces uno habrá subido silenciosamente los dedos de los pies y ya no sabrá nada de nada.

De lo contrario, solo falta un punto más, que, sin embargo, Marx y yo siempre hemos dejado de insistir lo suficiente en nuestros escritos y respecto de los cuales todos somos igualmente culpables. Es decir, todos pusimos, y estábamos obligados a poner, el énfasis principal, en primer lugar, en la derivación de nociones políticas, jurídicas y otras nociones ideológicas, y de las acciones que surgen a través de estas nociones, desde el punto de vista económico básico. hechos. Pero al hacerlo, descuidamos el aspecto formal, las formas y los medios por los cuales surgen estas nociones, etc., por el bien del contenido. Esto ha dado a nuestros adversarios una buena oportunidad para malentendidos y distorsiones, de las cuales Paul Barth es un ejemplo sorprendente.

La ideología es un proceso realizado conscientemente por el supuesto pensador, es cierto, pero con una falsa conciencia. Las verdaderas fuerzas motrices que lo impulsan siguen siendo desconocidas para él; de lo contrario, simplemente no sería un proceso ideológico. Por lo tanto, él imagina fuerzas motrices falsas o aparentes. Debido a que es un proceso de pensamiento, deriva su forma y su contenido del pensamiento puro, ya sea el suyo o el de sus predecesores. Trabaja con el mero material de pensamiento, que acepta sin examen como el producto del pensamiento, y no investiga más allá de una fuente más remota independiente del pensamiento; de hecho, esto es una cuestión de rutina para él, ya que, como toda acción está mediada por el pensamiento, le parece que se basa en última instancia en el pensamiento.

El ideólogo histórico (lo histórico está aquí simplemente destinado a comprender lo político, lo jurídico, lo filosófico, lo teológico, en resumen, todas las esferas pertenecientes a la sociedad y no solo a la naturaleza) posee así en cada esfera de material científico que se ha formado independientemente a partir del pensamiento de las generaciones anteriores y ha pasado por su propio curso independiente de desarrollo en los cerebros de estas generaciones sucesivas. Es cierto que los hechos externos que pertenecen a una u otra esfera pueden haber ejercido una influencia codeterminadora sobre este desarrollo, pero la presuposición tácita es que estos hechos en sí mismos también son solo los frutos de un proceso de pensamiento, por lo que permanecemos dentro de ese dominio de meras pensamiento, que aparentemente ha digerido con éxito incluso los hechos más difíciles.
Es sobre todo esta apariencia de una historia independiente de constituciones estatales, de sistemas de leyes, de concepciones ideológicas en cada dominio separado que deslumbra a la mayoría de las personas. Si Lutero y Calvino "vencieron" a la religión católica oficial o si Hegel "vence" a Fichte y Kant o Rousseau con su republicana Contrat social indirectamente "vence" al Montesquieu constitucional, este es un proceso que permanece dentro de la teología, la filosofía o la ciencia política, representa un estadio en la historia de estas esferas particulares de pensamiento y nunca pasa más allá de la esfera del pensamiento. Y como también se ha agregado la ilusión burguesa de la eternidad y la finalidad de la producción capitalista, incluso la superación de los mercantilistas por parte de los fisiócratas y de Adam Smith se cuenta como una pura victoria del pensamiento; no como el reflejo en el pensamiento de hechos económicos modificados sino como la comprensión correcta finalmente lograda de las condiciones reales que subsisten siempre y en todas partes; de hecho, si Richard Coeur-de-Lion y Philip Augustus hubieran introducido el libre comercio en lugar de mezclarse en las cruzadas deberíamos habernos perdonado quinientos años de miseria y estupidez.

Este aspecto del asunto, que solo puedo indicar aquí, creo que todos tenemos, creo, descuidado más de lo que merece. Es la vieja historia: la forma siempre se descuida al principio para el contenido. Como digo, yo también he hecho eso y el error siempre me ha impresionado más tarde. Así que no solo estoy lejos de reprocharte esto de ninguna manera, ya que la parte más antigua de los culpables ciertamente no tengo derecho a hacerlo; de lo contrario. Pero me gustaría llamar su atención sobre este punto para el futuro.


Junto a esto está la noción fatua de los ideólogos de que, debido a que negamos un desarrollo histórico independiente a las diversas esferas ideológicas que desempeñan un papel en la historia, también les negamos cualquier efecto sobre la historia.. La base de esto es la concepción no dialéctica común de la causa y el efecto como polos rígidamente opuestos, el desapego total de la interacción. Estos señores a menudo olvidan casi deliberadamente que una vez que un elemento histórico ha sido introducido en el mundo por otras causas, en última instancia económicas, reacciona, puede reaccionar sobre su entorno e incluso sobre las causas que lo han originado. Por ejemplo, Barth sobre el sacerdocio y la religión, su página 475. Estuve muy contento de ver cómo resolvió este tipo, cuya banalidad supera todas las expectativas; ¡y él lo hacen profesor de historia en Leipzig! Debo decir que ese viejo Wachsmuth, también bastante tonto pero muy agradecido por los hechos, era un tipo bastante diferente.


En cuanto al resto, solo puedo repetir sobre el libro lo que dije repetidamente sobre los artículos cuando aparecieron en el Neue Zeit : es con mucho la mejor presentación que existe sobre la génesis del estado prusiano[1]De hecho, puedo decir que es el único; buena presentación, desarrollando correctamente en la mayoría de sus asuntos sus interconexiones hasta los detalles más detallados. Solo se arrepiente de no haber podido incluir todo el desarrollo posterior en Bismarck y espero involuntariamente que lo haga en otro momento y presente una imagen completa y coherente, desde el Elector Frederick William hasta el viejo William. Ya has realizado tus investigaciones preliminares y, en general, al menos, están listas para terminar. La cosa tiene que hacerse alguna vez de todos modos antes de que la vieja y temblorosa cabaña se derrumbe. La disipación de las leyendas monárquico-patrióticas, aunque no directamente un preliminar necesario para la abolición de la monarquía que filtra la dominación de clase (en tanto que un puro,


Entonces tendrá más espacio y oportunidad para representar la historia local de Prusia como parte de la miseria general que ha atravesado Alemania. Este es el punto en el que ocasionalmente me aparto un poco de su punto de vista, especialmente en la concepción de las condiciones preliminares para el desmembramiento de Alemania y del fracaso de la revolución burguesa en Alemania durante el siglo XVI. Cuando tenga que volver a trabajar en la introducción histórica de mi guerra campesina, que espero sea el próximo invierno, podré desarrollar los puntos en cuestión. No es que considere que los que indicó son incorrectos, pero pongo otros junto a ellos y los agrupo de manera algo diferente.


Al estudiar la historia alemana -la historia de un continuo estado de miseria- siempre he encontrado que solo una comparación con los períodos franceses correspondientes produce una idea correcta de las proporciones, porque lo que sucede allí es el contrario directo de lo que sucede en nuestro país. Allí, el establecimiento de un estado nacional a partir de las partes dispersas del estado feudal precisamente en el momento en que atravesamos el período de nuestro mayor declive. Allí, una rara lógica objetiva durante todo el proceso; con nosotros, cada vez más dislocación triste. Allí, durante la Edad Media, la intervención extranjera está representada por el conquistador inglés que interviene a favor de la nacionalidad provenzal contra la nacionalidad del norte de Francia. Las guerras con Inglaterra representan, en cierto modo, la Guerra de los Treinta Años, que, sin embargo, termina en la expulsión de los invasores extranjeros y el sometimiento del Sur por el Norte. Luego viene la lucha entre el poder central y vasallo Borgoña, apoyado por sus posesiones extranjeras, que desempeña el papel de Brandeburgo-Prusia, una lucha que termina, sin embargo, en la victoria del poder central y establece de manera concluyente el estado nacional. Y precisamente en ese momento el estado nacional se derrumba completamente en nuestro país (en la medida en que el "reino alemán" dentro del Sacro Imperio Romano puede llamarse estado nacional) y se asienta el saqueo del territorio alemán en gran escala. Esta comparación es muy humillante para los alemanes, pero por esa misma razón es más instructivo;


Otra característica especialmente significativa del desarrollo de Alemania es el hecho de que ninguno de los estados parciales que al final dividieron Alemania entre ellos era puramente alemán: ambos eran colonias en el territorio eslavo conquistado: Austria, una Baviera y Brandeburgo, una colonia sajona, y que adquirió poder dentro de Alemania solo al contar con el apoyo de posesiones extranjeras, no alemanas: Austria sobre la de Hungría (sin mencionar Bohemia) y Brandeburgo la de Prusia. En la frontera occidental, el que está en mayor peligro, nada de eso ocurrió; en la frontera norte, los daneses se vieron obligados a proteger a Alemania de los daneses; y en el sur había tan poco para proteger que la guardia fronteriza, los suizos, ¡incluso lograron liberarse de Alemania!
Pero me he permitido involucrarme en todo tipo de materia extraña. Deje que esta palabrería al menos le sirva como prueba de cuán estimulante es el efecto que su trabajo tiene sobre mí.
Una vez más, gracias y saludos cordiales de
Atentamente,
F. Engels
Nota
1. Ver F. Mehring, Absolutism and Revolution en Alemania 1525-1848 (New Park Publications, 1975).


Franz Mehring   Los orígenes de la cultura alemana de clase media
La leyenda de Lessing  (1892/1893)





Franz Mehring  1846-1919







[Libro] Carlos Marx Historia de su vida por Franz Mehring




Rosa Luxemburgo Carta A FRANZ MEHRING

Escrito: 27 de febrero de 1916.

Nota sobre esta carta por la Fundación Federico Engels: Al cumplir Mehring setenta años de vida, el 27 de febrero de 1916, Rosa Luxemburgo, que fue en los años 10 y hasta su muerte, la más leal amiga y camarada de luchas, le dirigió una carta en la que con su habitual rigor y concisión de razonamiento explicitaba la importancia de la figura de Mehring en el movimiento obrero europeo. Dicha carta, que permaneció inédita por varios años, fue publicada por Eduard Fuchs en el prólogo al primer tomo de las obras completas del autor, del cual era su testa- mentario y editor. En español se publicó como apéndice de la edición española de la biografía de Marx (Franz Mehring, Carlos Marx. El fundador del socialismo científico, Buenos Aires, Editorial Clari- dad, 1965, 3 q edición, pp. 422-423).

Fuente de esta version: El siguiente texto tomado de la compilación de escritos editada por la Fundación Engels, sobre Mehring, intitulada SOBRE EL MATERIALISMO HISTÓRICO Y OTROS ESCRITOS FILOSÓFICOS. Primera edición: mayo 2009, ISBN: 978-84-96276-44-4 Depósito Legal: M-24298-2009

Traducción: Fundación Federico Engels

Transcripción/Html: Rodrigo Cisterna, Abril de 2014

Mí venerado amigo: Tiene usted que permitirme que reproduzca aquí las pocas palabras en las que he intentado decir- le verbalmente por qué su personalidad y su obra me son y seguirán siendo siempre tan caras. Desde hace muchos años, ocupa usted cerca de nosotros, por derecho propio, un puesto que nadie le puede disputar: el de representante de la auténtica cultura del siglo en todo su brillo y esplendor. Y si según Marx y Engels el proletariado alemán es el heredero histórico de la filosofía alemana clásica, usted es el albacea de esa herencia. Ha salvado usted del campo de la burguesía para traerlo al nuestro, al campo de los socialmente desheredados, todos los tesoros que aún guardaba la cultura en otro tiempo espiritual de la burguesía. Sus libros y sus artículos han fami- liarizado íntimamente al proletariado alemán, no sólo con la filosofía alemana clásica, sino también con los poetas clásicos, no sólo con Kant y Hegel, sino también con Lessing, Schi- ller y Goethe. Con cada trazo de su pluma maravillosa, ha enseñado usted a nuestros obreros que el socialismo no es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo. Defenderla, permanecer en su atalaya a pie firme, es la misión que usted se ha impuesto desde hace más de una generación. Cierto es que hoy -desde la espantosa bancarrota de la guerra mundial- los herederos de la filosofía clásica andan como míseros mendigos llenos de penurias. Pero las férreas leyes de la dialéctica histórica que usted ha sabido exponer ante el proletariado, día tras día, con mano maestra, harán que los mendigos, los "desharrapados" de hoy, vuelvan a erguirse y sean otra vez los luchadores fieros e indomables. Tan pronto como el espíritu del socialismo vuelva a soplar en las filas del proletariado alemán, su primer movimiento será para alargar la mano hacia sus obras, hacia los frutos de la labor de su vida, cuyo valor es imperecedero y en los que alienta siempre el mismo hálito de ideas fuertes y nobles. Hoy, en que las inteligencias de origen burgués nos traicionan y desertan de nosotros en manada para retornar al pesebre de los que mandan, podemos verlos marchar con una sonrisa de desprecio, y decirles: ¡Idos en buena hora! ¿Qué nos importa que os vayáis, si le hemos arrancado a la burguesía alemana lo último y lo mejor que le quedaba de espíritu, talen- to y carácter: a Franz Mehring? ●
Siempre suya, cordialmente
ROSA LUXEMBURGO




https://www.marxists.org/espanol/luxem/1916/2/letters.htm

















No hay comentarios:

Publicar un comentario