miércoles, 28 de septiembre de 2016

V. I. Lenin. La tercera internacional y su lugar en la historia




Tercera Internacional (1919- 1943)

Primera publicación: Mayo de 1919.
Los imperialistas de los países de la "Entente" bloquean a Rusia, tratando de aislar a la República Soviética, como foco contaminador, del mundo capitalista. Estas gentes, que se jactan del "democratismo" de sus instituciones, están tan cegadas por el odio a la República Soviética que no advierten cómo ellos mismos hacen el ridículo. Figúrense ustedes: los países más adelantados, más civilizados y "democráticos", armados hasta los dientes, que tienen bajo dominio militar indiviso a todo el mundo, temen como al fuego el contagio ideológico procedente de un país arruinado, hambriento, atrasado y que, según ellos, ¡es incluso un país semisalvaje!


Esta sola contradicción abre ya los ojos a las masas trabajadoras de todos los países y ayuda a desenmascarar la hipocresía de los imperialistas como George Clemenceau, Lloyd George, Wilson y sus gobiernos.


Pero a nosotros nos ayuda no sólo la ceguera que el odio a los Soviets causa a los capitalistas, sino también las disensiones entre ellos, que les llevan a ponerse zancadillas mutuamente. Han organizado entre sí una verdadera conspiración del silencio, temiendo más que nada la difusión de noticias verídicas sobre la República Soviética, en general, y de sus documentos oficiales, en particular. Sin embargo, el órgano principal de la burguesía francesa, Le Temps1, ha publicado la noticia sobre la fundación, en Moscú, de la III Internacional, de la Internacional Comunista.


Expresamos a este órgano principal de la burguesía francesa, a este portavoz del chovinismo y del imperialismo francés, nuestro más respetuoso agradecimiento. Estamos dispuestos a remitir a Le Temps un mensaje solemne para manifestarle nuestro reconocimiento por la ayuda que nos presta de un modo tan acertado y hábil.


La manera en que dicho periódico ha redactado su información, basándose en nuestro comunicado por radio, muestra con claridad meridiana los motivos que han guiado a este órgano del dinero. Quería disparar un dardo contra Wilson, como para mortificarle, cuando decía: "¡Vea qué gentes son ésas con las que usted admite que se entablen negociaciones!" Los sabihondos que escriben por encargo de la gente adinerada no ven que su empeño de atemorizar a Wilson con los bolcheviques se transforma, a los ojos de las masas trabajadoras, en una propaganda a favor de los bolcheviques. Otra vez: ¡Nuestro más respetuoso agradecimiento al órgano de los millonarios franceses!


La III Internacional fue fundada bajo una situación mundial en que ni las prohibiciones ni los pequeños y mezquinos subterfugios de los imperialistas de la "Entente" o de los lacayos del capitalismo, como Scheidemann en Alemania y Renner en Austria, son capaces de impedir que entre la clase obrera del mundo entero se difundan las noticias acerca de esta Internacional y las simpatías que ella despierta. Esta situación ha sido creada por la revolución proletaria, que, de un modo evidente, se está incrementando en todas partes cada día, cada hora. Esta situación ha sido creada por el movimiento soviético entre las masas trabajadoras, el cual ha alcanzado ya una potencia tal que se ha convertido verdaderamente en un movimiento internacional.


La I Internacional (1864-1872) echó los cimientos de la organización internacional de los obreros para la preparación de su ofensiva revolucionaria contra el capital. La II Internacional (1889-1914) ha sido una organización internacional del movimiento proletario, cuyo crecimiento se realizaba en amplitud, a costa de un descenso temporal del nivel revolucionario, en el fortalecimiento temporal del oportunismo, que, en fin de cuentas, llevó a dicha Internacional a una bancarrota ignominiosa.


De hecho, la III Internacional fue creada en 1918, cuando el largo proceso de la lucha contra el oportunismo y el socialchovinismo condujo sobre todo durante la guerra a la formación de partidos comunistas en una serie de naciones. Formalmente, la III Internacional ha sido fundada en su I Congreso2, celebrado en marzo de 1919 en Moscú. Y el rasgo más característico de esta Internacional, su misión, es cumplir, llevar a la práctica los preceptos del marxismo y realizar los ideales seculares del socialismo y del movimiento obrero. Este rasgo, el más característico de la III Internacional, se ha revelado inmediatamente en que la nueva, la tercera "Asociación Internacional de los Trabajadores" ha comenzado a coincidir, ya desde ahora, en cierto grado, con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.


La I Internacional echó los cimientos de la lucha proletaria internacional por el socialismo.
La II Internacional marcó la época de la preparación del terreno para una amplia extensión del movimiento entre las masas en una serie de países.


La III Internacional ha recogido los frutos del trabajo de la II Internacional, ha amputado la parte corrompida, oportunista, socialchovinista, burguesa y pequeñoburguesa y ha comenzado a implantar la dictadura del proletariado.


La alianza internacional de los partidos que dirigen el movimiento más revolucionario del mundo, el movimiento del proletariado para el derrocamiento del yugo del capital, cuenta ahora con una base más sólida que nunca: varias Repúblicas Soviéticas, que convierten en realidad, en escala internacional, la dictadura del proletariado, la victoria de éste sobre el capitalismo.


La importancia histórica universal de la III Internacional, la Internacional Comunista, reside en que ha comenzado a llevar a la práctica la consigna más importante de Marx, la consigna que resume el desarrollo secular del socialismo y del movimiento obrero, la consigna expresada en este concepto: dictadura del proletariado.


Esta previsión genial, esta teoría genial se está transformando en realidad.


Estas palabras latinas están traducidas actualmente a los idiomas de todos los pueblos de la Europa contemporánea más aún, a todos los idiomas del mundo.


Ha comenzado una nueva época en la historia universal.


La humanidad se sacude la última forma de esclavitud: la esclavitud capitalista, o sea, la esclavitud asalariada.


Al liberarse de la esclavitud, la humanidad adquiere por vez primera la verdadera libertad.


¿Cómo ha podido suceder que haya sido precisamente uno de los países más atrasados de Europa el primero en implantar la dictadura del proletariado, en organizar la República Soviética? Quizá no nos equivoquemos si afirmamos que precisamente esta contradicción entre el atraso de Rusia y su "salto" a la forma más elevada de democracia, a la democracia soviética o proletaria, por encima de la democracia burguesa; que precisamente esta contradicción ha sido una de las causas (además del peso de las costumbres oportunistas y de los prejuicios filisteos sobre la mayoría de los jefes del socialismo) que hizo particularmente difícil o retardó la comprensión del papel de los Soviets en Occidente.


Las masas obreras del mundo entero percibieron instintivamente el significado de los Soviets como arma de lucha del proletariado y como forma del Estado proletario. Pero los "líderes", corrompidos por el oportunismo, seguían y siguen rindiendo culto a la democracia burguesa, calificándola de "democracia" en general.


¿Es acaso sorprendente que la implantación de la dictadura del proletariado haya mostrado, ante todo, la "contradicción" entre el atraso de Rusia y su "salto" por encima de la democracia burguesa? Cabría extrañarse si la historia nos brindara la posibilidad de implantar una nueva forma de democracia s i n una serie de contradicciones.


Cualquier marxista, incluso todo hombre familiarizado con la ciencia moderna en general, al que preguntáramos si es posible el paso uniforme, armónicamente proporcional de los diversos países capitalistas a la dictadura del proletariado, nos respondería, sin duda, negativamente. En el mundo del capitalismo no hubo ni pudo haber jamás nada uniforme, ni armónico, ni proporcional. Cada país ha ido desarrollando con particular relieve uno u otro aspecto o rasgo, o todo un grupo de rasgos, inherentes al capitalismo y al movimiento obrero. El proceso de desarrollo ha tenido lugar en forma desigual.


Cuando Francia llevó a cabo su gran revolución burguesa, despertando a todo el continente europeo a una vida histórica nueva, Inglaterra, aunque estaba mucho más desarrollada que Francia en el sentido capitalista, se puso a la cabeza de la coalición contrarrevolucionaria. Pero el movimiento obrero inglés de aquella época anticipó ya, genialmente, muchos de los aspectos del futuro marxismo.


Cuando Inglaterra dio al mundo el primer movimiento proletario y revolucionario, movimiento amplio, verdaderamente de masas y políticamente formado, el cartismo, en el continente europeo se desarrollaban revoluciones burguesas, en su mayoría débiles, mientras que en Francia estalló la primera gran guerra civil entre el proletariado y la burguesía. La burguesía derrotó a los diversos destacamentos nacionales del proletariado por separado y de manera distinta en los diferentes países.


Inglaterra constituyó el modelo de país en el que, según expresión de Engels, la burguesía, junto con la aristocracia aburguesada, había creado la élite más aburguesada del proletariado3. Este país capitalista adelantado resultó estar atrasado en varios decenios en el sentido de la lucha revolucionaria del proletariado. Francia parecía haber agotado las fuerzas del proletariado en las dos heroicas insurrecciones de la clase obrera contra la burguesía en 1848 y 1871, insurrecciones que fueron una aportación valiosísima en el sentido histórico universal. Luego, desde los años 70 del siglo XIX, la hegemonía del movimiento obrero en la Internacional pasó a Alemania, cuando este país marchaba económicamente a la zaga de Inglaterra y Francia. Y cuando Alemania sobrepasó económicamente a estos dos países, esto es, en el segundo decenio del siglo XX, a la cabeza del partido obrero marxista de Alemania, que servía de modelo universal, se encontraba un puñado de canallas declarados, desde Scheidemann y Noske hasta David y Legien, inmunda patulea vendida a los capitalistas, los verdugos más repugnantes salidos de la clase obrera al servicio de la monarquía y de la burguesía contrarrevolucionaria.


La historia mundial conduce indefectiblemente a la dictadura del proletariado. Pero no lo hace, ni mucho menos, por caminos lisos, llanos y rectos.


Cuando Carlos Kautsky era todavía marxista, y no el renegado del marxismo en que se ha convertido al luchar por la unidad con los Scheidemann y por la democracia burguesa contra la democracia soviética o proletaria, escribió a principios del siglo XX un artículo titulado Los eslavos y la revolución. En este artículo exponía las condiciones históricas que marcaban la posibilidad del paso de la hegemonía en el movimiento revolucionario mundial a los eslavos.


Y asi sucedió en realidad. Temporalmente -- se sobrentiende que sólo por un breve periodo de tiempo --, la hegemonía en la Internacional revolucionaria del proletariado pasó a los rusos, tal como pasó, en diversos periodos del siglo XIX, a los ingleses, luego a los franceses y más tarde a los alemanes.


He tenido ocasión de decir reiteradas veces: en comparación con los países adelantados, a los rusos les ha sido más fácil comenzar la gran revolución proletaria, pero les será más dificil continuarla y llevarla hasta el triunfo definitivo, en el sentido de la organización completa de la sociedad socialista.

Nos fue más fácil comenzar, en primer lugar, porque el inusual -- para la Europa del siglo XX -- atraso político de la monarquía zarista originaba un empuje revolucionario de las masas de una fuerza excepcional. Segundo, porque el atraso de Rusia hizo coincidir de un modo peculiar la revolución proletaria contra la burguesía con la revolución campesina contra los terratenientes. De ahí partimos en octubre de 1917 y no hubiéramos vencido entonces con tanta facilidad de no haber partido de ahí. Ya en 1856, Marx, al referirse a Prusia, indicaba la posibilidad de una combinación peculiar de la revolución proletaria con una guerra campesina4. Los bolcheviques, desde el comienzo de 1905, abogaban por la idea de la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Tercero, la revolución de 1905 contribuyó muchísimo a la educación política de las masas obreras y campesinas, tanto en el sentido de familiarizar a su vanguardia con la "última palabra" del socialismo en Occidente, como en el sentido de la acción revolucionaria de las masas. Sin este "ensayo general" de 1905, las revoluciones de 1917, tanto la burguesa de febrero como la proletaria de Octubre, habrían sido imposibles. Cuarto, las condiciones geográficas de Rusia le permitieron sostenerse más tiempo que otros países frente a la superioridad militar de los países capitalistas adelantados. Quinto, la actitud peculiar del proletariado ante los campesinos facilitaba la transición de la revolución burguesa a la revolución socialista, facilitaba la influencia de los proletarios de la ciudad sobre las capas semiproletarias, más pobres de los trabajadores del campo. Sexto, la larga escuela de lucha huelguistica y la experiencia del movimiento obrero de masas de Europa facilitaron el surgimiento, en una situación revolucionaria que se exacerbaba profunda y rápidamente, de una forma tan peculiar de organización revolucionaria del proletariado como son los Soviets.

Esta enumeración, claro está, no es completa. Pero, por ahora, podemos limitarnos a ella.

La democracia soviética o proletaria ha nacido en Rusia. En comparación con la Comuna de París, se ha dado el segundo paso de importancia histórica universal. La República Soviética Proletaria y Campesina ha resultado ser la primera república socialista sólida en el mundo. Esta República no puede ya morir como nuevo tipo de Estado. Esta República ya no está sola en el mundo.


Para continuar la obra de la construcción del socialismo, para llevarla a cabo, aún hace falta mucha, muchísima. Las Repúblicas Soviéticas de los países más cultos, donde el proletariado goza de mayor peso e influencia, cuentan con todas las probabilidades de sobrepasar a Rusia, si es que emprenden el camino de la dictadura del proletariado.

La II Internacional en bancarrota está agonizando y se pudre en vida. De hecho, desempeña el papel de lacayo de la burguesía internacional. Es una verdadera Internacional amarilla. Sus jefes ideológicos más destacados, como Kautsky, cantan loas a la democracia burguesa, calificándola de "democracia'' en general o -- lo que es más necio y burdo todavía -- de "democracia pura".


La democracia burguesa ha caducado, lo mismo que la II Internacional, aunque cumplía un trabajo históricamente necesario y útil, cuando estaba planteada al orden del día la obra de preparar a las masas obreras en los marcos de esta democracia burguesa.


La república burguesa más democrática ha sido siempre, y no podía ser otra cosa que una máquina para la opresión de los trabajadores por el capital, un instrumento del Poder político del capital, la dictadura de la burguesía. La república democrática burguesa prometía el Poder a la mayoría, lo proclamaba, pero jamás pudo realizarlo, ya que existía la propiedad privada de la tierra y demás medios de producción.


La "libertad" en la república democrática burguesa era, de hecho, la libertad para los ricos. Los proletarios y los campesinos trabajadores podían y debían aprovecharla con objeto de preparar sus fuerzas para derrocar el capital, para vencer a la democracia burguesa; pero, de hecho, las masas trabajadoras, como regla general, no podían gozar de la democracia bajo el capitalismo.


Por vez primera en el mundo, la democracia soviética o proletaria ha creado una democracia para las masas, para los trabajadores, para los obreros y los pequeños campesinos.


Jamás ha existido en el mundo un poder estatal ejercido por la mayoría de la población, un poder efectivamente de esta mayoría, como lo es el Poder soviético.


Este reprime la "libertad" de los explotadores y de sus auxiliares, les priva de la "libertad" de explotar, de la "libertad" de enriquecerse a costa del hambre, de la "libertad" de luchar por la restauración del Poder del capital, de la "libertad" de confabularse con la burguesía extranjera contra los obreros y campesinos de su patria.


Que los Kautsky defiendan semejante libertad. Para ello hay que ser un renegado del marxismo, un renegado del socialismo.


La bancarrota de los jefes ideológicos de la II Internacional, como Hilferding y Kautsky, en ninguna otra cosa se ha manifestado con tanta evidencia como en su total incapacidad de comprender la significación de la democracia soviética o proletaria, su relación con la Comuna de París, su lugar en la historia, su necesidad como forma de dictadura del proletariado.


El periódico Die Freiheit ("La Libertad")5, órgano de prensa de la socialdemocracia alemana "independiente" (léase: mezquina, filistea, pequeñoburguesa), publica en su Nƒ 74, del 11 de febrero de 1919, un llamamiento titulado "Al proletariado revolucionario de Alemania".

Este llamamiento está firmado por la dirección de dicho partido y por toda su minoría de la "Asamblea Nacional", la "Constituyente" alemana.


En él se acusa a los Scheidemann de tener la intención de eliminar los Soviets y propone -- ¡no se rían! -- combinar los Soviets con la Constituyente, conferir a los Soviets ciertos derechos estatales, un determinado lugar en la Constitución.

¡Conciliar, unir la dictadura de la burguesía con la dictadura del proletariado! ¡Qué sencillo! ¡Qué idea filistea más genial!
Sólo es de lamentar que la hayan experimentado ya bajo Kerenski, en Rusia, los mencheviques y eseristas unidos, esos demócratas pequeñoburgueses que se creen socialistas.


Quien, al leer a Marx, no haya comprendido que en la sociedad capitalista, en cada situación grave, en cada importante conflicto de clases, sólo es posible la dictadura de la burguesía o la dictadura del proletariado, no ha comprendido nada de la doctrina económica ni de la doctrina política de Marx.

Pero la idea genialmente filistea de Hilferding, Kautsky y Cía. de unir de un modo pacifico la dictadura de la burguesía con la dictadura del proletariado exige un análisis especial, siempre que se quiera analizar a fondo los absurdos económicos y políticos acumulados en este notabilisimo y ridiculísimo llamamiento del 11 de febrero. Habrá que aplazarlo, pues, para otro artículo*.
Moscú, 15 de abril de 1919.

* Véase V. I. Lenin, "Los héroes de la Internacional Berna", Obras Completas, t. XXIX.
Desde la página 196




NOTAS
1 Le Temps, diario aparecido en París de 1861 a 1942; representaba los intereses del círculo gobernante francés y fue, en realidad, el órgano oficial del Ministerio de los Asuntos Exteriores.


2 El I Congreso de la Internacional Comunista se realizó en Moscú entre el 2 y el 6 de marzo de 1919; participaron 52 delegados, de 30 países: 34 con voz y voto y 18 con voz. El Congreso fue dirigido directamente por Lenin. El informe de Lenin, sobre el problema principal de la orden del día, la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, fue presentado en la sesión diurna del 4 de marzo. El Congreso aprobó, sin discusiones por unanimidad, las tesis de Lenin y resolvió trasmitirlas al Buró del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista encargándolo de darles la mayor difusión posible; ratificó, además, una resolución propuesta por Lenin como complemento de las tesis. 

Por iniciativa de Lenin se aprobó unánimemente una resolución respecto a la disolución del grupo de Zimmerwald. El Congreso ratificó la plataforma de la Internacional Comunista y aprobó un manifiesto en el que llamaba a los proletarios de todo el mundo a luchar por la conquista del Poder y por la dictadura del proletariado; decidió además crear dos órganos dirigentes: el Comité Ejecutivo y el Buró, elegido por éste, compuesto por cinco miembros.
3 Véase la carta de F. Engels a C. Marx de 7 de octubre de 1858.
4 Véase la carta de C. Marx a F. Engels fechada 16 de abril de 1856.
5 Die Freiheit ("La Libertad"): órgano diario del Partido Independiente Centrista Socialdemócrata Alemán; apareció en Berlín desde noviembre de 1918 hasta octubre de 1922. 







V. I. Lenin. Discursos pronunciados en el I Congreso de la III Internacional
Realizado en Petrogrado, 2-6 de marzo de 1919
Índice
1. Discurso de apertura del Congreso  (2 de marzo)
 

V. I. Lenin.  Discurso de apertura del I Congreso de la III Internacional 2 de marzo de 1919

Primera publicación: Publicado por primera vez en 1920, en el libro Der I Kongress der Kommunistischen Internationale, Protokoll, Petrogrado.
Fuente: V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista. Editorial Progreso, Moscú, s.f.
Digitalización: Juan R. Fajardo, para el Marxists Internet Archive, enero de 2001


Por encargo del Comité Central del Partido Comunista de Rusia declaro inaugurado el primer Congreso Comunista Internacional. Ante todo, ruego a todos los presentes honrar la memoria de los mejores representantes de la III Internacional, de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo, poniéndonos en pie.

(Todos se ponen en pie)

Camaradas: Nuestra asamblea reviste gran alcance histórico-universal. Demuestra el fracaso de todas las ilusiones de la democracia burguesa. Pues la guerra civil es un hecho no sólo en Rusia, sino en los países capitalistas de Europa más desarrollados, como Alemania, por ejemplo.


La burguesía tiene un miedo vesánico al creciente movimiento revolucionario del proletariado. Esto se comprenderá si tenemos presente que el curso de los acontecimientos, después de la guerra imperialista, coadyuva inevitablemente al movimiento revolucionario del proletariado, que la revolución mundial comienza y cobra fuerzas en todos los países.


El pueblo se da cuenta de la magnitud y alcance de su lucha empeñada en nuestros días. Hace falta solamente encontrar la forma práctica que permita al proletariado ejercer su dominio. Una forma así es el sistema soviético con la dictadura del proletariado. ¡La dictadura del proletariado!, palabras que hasta la fecha sonaban en latín para las masas. Merced a la propagación del sistema de los Soviets por todo el mundo, este latín se ha traducido a todas las lenguas modernas; las masas obreras han dado con la forma práctica de la dictadura. Las amplias masas obreras la comprenden gracias al Poder soviético instaurado en Rusia, gracias a los espartaquistas de Alemania y a organizaciones análogas de otros países, como los Shop Stewards Committees en Inglaterra, por ejemplo. Todo esto demuestra que se ha encontrado la forma revolucionaria de la dictadura del proletariado, que el proletariado está ahora en condiciones de aplicar en la práctica su dominio.


Camaradas: Creo que después de los sucesos de Rusia y después de la lucha de enero en Alemania es de singular importancia señalar que también en otros países se abre camino a la vida y adquiere dominio la novísima forma del movimiento del proletariado. Hoy, por ejemplo, he leído en un periódico antisocialista un comunicado telegráfico acerca de que el gobierno inglés ha concedido audiencia al Soviet de diputados obreros de Birmingham y ha expresado su disposición a reconocer los Soviets como organizaciones económicas. El sistema soviético ha vencido no sólo en la atrasada Rusia, sino en Alemania, el país más desarrollado en Europa, así como en Inglaterra, el país capitalista más viejo. Siga la burguesía cometiendo ferocidades, asesine aún a millares de obreros, la victoria será nuestra, la victoria de la revolución comunista mundial es segura.

Camaradas: Al saludaros cordialmente en nombre del Comité Central del Partido Comunista de Rusia, propongo que pasemos a elegir la presidencia. Ruego mencionar nombres.


V. I. Lenin. TESIS E INFORME SOBRE LA DEMOCRACIA BURGUESA
Y LA DICTADURA DEL PROLETARIADO

Presentado al I Congreso de la III Internacional 4 de marzo de 1919
Primera publicación: En 1921, en el libro "Primer Congreso de la Internacional Comunista. Actas", Petrogrado.
Fuente: V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista. Editorial Progreso, Moscú, s.f.
Digitalización: Juan R. Fajardo, para el Marxists Internet Archive, enero de 2001.

1. El desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado en todos los países ha hecho que la burguesía y sus agentes en las organizaciones obreras forcejeen convulsivamente con el fin de hallar argumentos ideológico-políticos para defender la dominación de los explotadores. Entre esos argumentos se esgrime particularmente la condenación de la dictadura y la defensa de la democracia. La falsedad y la hipocresía de este argumento, repetido en mil variantes por la prensa capitalista y en la Conferencia de la Internacional amarilla de Berna [ 1], celebrada en febrero de 1919, son evidentes para todos los que no quieren hacer traición a los principios elementales del socialismo.


2. Ante todo, ese argumento se basa en los conceptos "democracia en general" y "dictadura en general", sin plantear la cuestión de qué clase se tiene presente. Ese planteamiento de la cuestión al margen de las clases o por encima de ellas, ese planteamiento de la cuestión desde el punto de vista -como dicen falsamente- de todo el pueblo, es una descarada mofa de la teoría principal del socialismo, a saber, de la teoría de la lucha de clases, que los socialistas que se han pasado al lado de la burguesía reconocen de palabra y olvidan en la práctica. Porque en ningún país capitalista civilizado existe la "democracia en general", pues lo que existe en ellos es únicamente la democracia burguesa, y de lo que se trata no es de la "democracia en general", sino de la dictadura de la clase es decir, del proletariado, sobre los opresores y los explotadores, es decir, sobre la burguesía, con el fin de vencer la resistencia que los explotadores oponen en la lucha por su dominación.


3. La historia enseña que ninguna clase oprimida ha llegado ni podría llegar a dominar sin un período de dictadura, es decir, sin conquistar el poder político y aplastar por la fuerza la resistencia más desesperada, más rabiosa, esa resistencia que no se detiene ante ningún crimen, que siempre han opuesto los explotadores. La burguesía, cuya dominación defienden hoy los socialistas, que hablan contra la "dictadura en general" y se desgañitan defendiendo la "democracia en general", conquistó el poder en los países adelantados mediante una serie de insurrecciones y guerras civiles, aplastando por la violencia a los reyes, a los señores feudales, a los esclavistas y sus tentativas de restauración. En sus libros y folletos, en las resoluciones de sus congresos y en sus discursos de agitación, los socialistas de todos los países han explicado miles y millones de veces al pueblo el carácter de clase de esas revoluciones burguesas, de esa dictadura burguesa. Por eso, la defensa que hoy hacen de la democracia burguesa, encubriéndose con sus discursos sobre la "democracia en general", y los alaridos y voces que hoy lanzan contra la dictadura del proletariado, encubriéndose con sus gritos sobre la "dictadura en general", son una traición descarada al socialismo, el paso efectivo al lado de la burguesía, la negación del derecho del proletariado a su revolución, a la revolución proletaria, la defensa del reformismo burgués en un período histórico en el que dicho reformismo ha fracasado en todo el mundo y en que la guerra ha creado una situación revolucionaria.


4. Todos los socialistas, al explicar el carácter de clase de la civilización burguesa, de la democracia burguesa, del parlamentarismo burgués, han expresado el pensamiento que con la máxima precisión científica formularon Marx y Engels al decir que la república burguesa, aun la más democrática, no es más que una máquina para la opresión de la clase obrera por la burguesía, de la masa de los trabajadores por un puñado de capitalistas. No hay ni un solo revolucionario, ni un solo marxista de los que hoy vociferan contra la dictadura y en favor de la democracia que no haya jurado ante los obreros por todo lo humano y lo divino que reconoce ese axioma fundamental del socialismo; pero ahora, cuando el proletariado revolucionario empieza a agitarse y a ponerse en movimiento para destruir esa máquina de opresión y para conquistar la dictadura proletaria esos traidores al socialismo presentan las cosas como si la burguesía hubiera hecho a los trabajadores el don de la "democracia pura", como si la burguesía hubiera renunciado a la resistencia y estuviese dispuesta a someterse a la mayoría de los trabajadores, como si en la república democrática no hubiera habido y no hubiese máquina estatal alguna para la opresión del trabajo por el capital.


5. La Comuna de París, y aquí,  a la que de palabra honran todos los que desean hacerse pasar por socialistas, porque saben que las masas obreras simpatizan con ella ardiente y sinceramente, mostró con particular evidencia el carácter históricamente condicionado y el limitado valor del parlamentarismo burgués y la democracia burguesa, instituciones progresivas en alto grado en comparación con el medievo, pero que exigen inevitablemente un cambio radical en la época de la revolución proletaria. Precisamente Marx que aquilató mejor que nadie la importancia histórica de la Comuna, mostró, al analizarla, el carácter explotador de la democracia burguesa y del parlamentarismo burgués bajo los cuales las clases oprimidas tienen el derecho de decidir una vez cada determinado número de años qué miembros de las clases poseedoras han de "representar y aplastar" (ver- und zertreten al pueblo en el Parlamento. Precisamente ahora, cuando el movimiento soviético, extendiéndose a todo el mundo, continúa a la vista de todos la causa de la Comuna, los traidores al socialismo olvidan la experiencia concreta y las enseñanzas concretas de la Comuna de París, repitiendo la vieja cantinela burguesa de la "democracia en general". La Comuna no fue una institución parlamentaria.


6. La importancia de la Comuna consiste, además, en que hizo un intento de aniquilar, destruir hasta los cimientos el aparato del Estado burgués, burocrático, judicial, militar y policíaco, sustituyéndolo con una organización autónoma de las masas obreras que no conocía la división entre el poder legislativo y el ejecutivo. Todas las repúblicas democráticas burguesas contemporáneas, comprendida la alemana, a la que los traidores al socialismo, mofándose de la verdad, llaman república proletaria, conservan ese aparato estatal. Por tanto, se confirma una y otra vez con toda evidencia que los gritos en defensa de la "democracia en general" son de hecho defensa de la burguesía y de sus privilegios de explotación.


7. La "libertad de reunión puede ser tomada como modelo de las reivindicaciones de la "democracia pura." Cada obrero consciente que no haya roto con su clase comprenderá en seguida que sería una estupidez prometer la libertad de reunión a los explotadores en un período y en una situación en que los explotadores se resisten a su derrocamiento y defienden sus privilegios. La burguesía, cuando era revolucionaria, ni en la Inglaterra de 1649 ni en la Francia de 1793 dió "libertad de reunión" a los monárquicos y los nobles, que llamaban en su ayuda a tropas extranjeras y "se reunían" para organizar intentonas de restauración. Si la burguesía actual, que hace ya mucho que es reaccionaria, exige del proletariado que éste le garantice de antemano la "libertad de reunión para los explotadores, sea cual fuere la resistencia que presten los capitalistas a su expropiación, los obreros no podrán sino reírse del fariseísmo de la burguesía.


Por otra parte, los obreros saben perfectamente que la "libertad de reunión" es, incluso en la república burguesa más democrática, una frase vacía, ya que los ricos poseen todos los mejores locales sociales y privados, así como bastante tiempo libre para sus reuniones, que son protegidas por el aparato burgués de poder. Los proletarios de la ciudad y el campo, así como los pequeños campesinos, es decir, la mayoría gigantesca de la población, no cuentan con nada de eso. Mientras las cosas sigan así, la "igualdad", es decir, la "democracia pura", sería un engaño. Para conquistar la verdadera igualdad, para dar vida a la democracia para los trabajadores, hay que quitar primero a los explotadores todos los locales sociales y sus lujosas casas privadas, hay que dar primero tiempo libre a los trabajadores, es necesario que la libertad de sus reuniones la defiendan los obreros armados, y no señoritos de la nobleza ni oficiales hijos de capitalistas mandando a soldados que son instrumentos ciegos.


Sólo después de tal cambio se podrá hablar de libertad de reunión e igualdad sin mofarse de los obreros, de los trabajadores, de los pobres. Pero ese cambio sólo puede realizarlo la vanguardia de los trabajadores, el proletariado, que derroca a los explotadores, a la burguesía.


8. La "libertad de imprenta" es asimismo una de las principales consignas de la "democracia pura". Los obreros saben también, y los socialistas de todos los países lo han reconocido millones de veces, que esa libertad será un engaño mientras las mejores imprentas y grandísimas reservas de papel se hallen en manos de los capitalistas y mientras exista el poder del capital sobre la prensa, poder que se manifiesta en todo el mundo con tanta mayor claridad, nitidez y cinismo cuanto más desarrollados se hallan la democracia y el régimen republicano, como ocurre, por ejemplo, en Norteamérica. A fin de conquistar la igualdad efectiva y la verdadera democracia para los trabajadores, para los obreros y los campesinos, hay que quitar primero al capital la posibilidad de contratar a escritores, comprar las editoriales y sobornar a la prensa, y para ello es necesario derrocar el yugo del capital, derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia. Los capitalistas siempre han llamado "libertad" a la libertad de lucro para los ricos, a la libertad de morirse de hambre para los obreros. Los capitalistas llaman libertad de imprenta a la libertad de soborno de la prensa por los ricos, a la libertad de utilizar la riqueza para fabricar y falsear la llamada opinión pública. Los defensores de la "democracia pura" también se manifiestan de hecho en este caso como defensores del más inmundo y venal sistema de dominio de los ricos sobre los medios de ilustración de las masas, resultan ser embusteros que engañan al pueblo y que con frases bonitas, bellas y falsas hasta la médula distraen de la tarea histórica concreta de liberar a la prensa de su sojuzgamiento por el capital. Libertad e igualdad verdaderas será el orden de cosas que están instaurando los comunistas, y en él será imposible enriquecerse a costa de otros, no habrá posibilidad objetiva de someter directa o indirectamente la prensa al poder del dinero, no habrá obstáculo para que cada trabajador (o grupo de trabajadores, sea cual fuere su número) posea y ejerza el derecho igual de utilizar las imprentas y el papel que pertenecerán a la sociedad.

9. La historia de los siglos XIX y XX nos ha mostrado ya antes de la guerra qué es de hecho la cacareada "democracia pura" bajo el capitalismo. Los marxistas siempre han dicho que cuanto más desarrollada y más "pura" es la democracia, tanto más franca, aguda e implacable se hace la lucha de clases, tanto más "puras" se manifiestan la opresión por el capital y la dictadura de la burguesía. El asunto Dreyfus en la Francia republicana, las sangrientas represalias de los destacamentos mercenarios, armados por los capitalistas, contra los huelguistas en la libre y democrática República de Norteamérica, estos hechos y miles de otros análogos demuestran la verdad que la burguesía trata en vano de ocultar, o sea, que en las repúblicas más democráticas imperan de hecho el terror y la dictadura de la burguesía, que se manifiestan abiertamente cuanto a los explotadores les parece que el poder del capital se tambalea.


10. La guerra imperialista de 1914-1918 ha revelado definitivamente hasta a los obreros atrasados el verdadero carácter de la democracia burguesa, que es, incluso en las repúblicas más libres, una dictadura de la burguesía. En aras del enriquecimiento del grupo alemán o inglés de millonarios y multimillonarios perecieron decenas de millones de hombres, y en las repúblicas más libres se instauró la dictadura militar de la burguesía. Esta dictadura militar sigue en pie en los países de la Entente incluso después de la derrota de Alemania. Precisamente la guerra es lo que más ha abierto los ojos a los trabajadores; ha arrancado sus falsas flores a la democracia burguesa y ha mostrado al pueblo cuán monstruosos han sido la especulación y el lucro durante la guerra y con motivo de la guerra. En nombre de "la libertad y la igualdad" llevó esa guerra la burguesía, en nombre de "la libertad y la igualdad" se han enriquecido inauditamente los mercaderes de la guerra. Ningún esfuerzo de la Internacional amarilla de Berna podrá ocultar a las masas el carácter explotador, hoy definitivamente desenmascarado, de la libertad burguesa, de la igualdad burguesa, de la democracia burguesa.


11. En el país capitalista más desarrollado del continente europeo, en Alemania, los primeros meses de plena libertad republicana, traída por la derrota de la Alemania imperialista, han mostrado a los obreros alemanes y a todo el mundo cuál es la verdadera esencia de clase de la república democrática burguesa. El asesinato de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo no sólo es un acontecimiento de importancia histórica mundial porque hayan perecido trágicamente los jefes y brillantísimas personalidades de la Internacional Comunista, Internacional verdaderamente proletaria, sino también porque se ha puesto de manifiesto con toda plenitud la esencia de clase de un Estado adelantado de Europa, de un Estado --puede afirmarse sin incurrir en exageración-- adelantado entre todos los Estados del mundo. El hecho de que los detenidos, es decir, gente que el poder del Estado ha tomado bajo su custodia, hayan podido ser asesinados impunemente por oficiales y capitalistas, gobernando el país los socialpatriotas, evidencia que la república democrática en que ha sido posible tal cosa es una dictadura de la burguesía. La gente que expresa su indignación ante el asesinato de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo, pero no comprende esta verdad, pone de manifiesto o bien tis pocas luces o bien su hipocresía. La libertad en una de las repúblicas más libres y adelantadas del mundo en la república alemana, es la libertad de asesinar impunemente a los jefes del proletariado detenidos. Y no puede ser de otro modo mientras se mantenga el capitalismo pues el desarrollo de la democracia no embota, sino que agudiza la lucha de clases, que en virtud de todos los resultados e influjos de la guerra y de sus consecuencias ha alcanzado el punto de ebullición.


En todo el mundo civilizado se deporta hoy a los bolcheviques, se les persigue, se les encarcela, como ha ocurrido en Suiza, una de las repúblicas burguesas más libres; en Norteamérica se organizan contra ellos pogromos, etc. Desde el punto de vista de la "democracia en general" o de la "democracia pura" es verdaderamente ridículo que países adelantados, civilizados, democráticos, armados hasta los dientes, teman la presencia en ellos de un puñado de personas de la atrasada, hambrienta y arruinada Rusia, a la que en decenas de millones de ejemplares los periódicos burgueses tildan de salvaje, criminal, etc. Está claro que la situación social que ha podido engendrar tan flagrante contradicción es, de hecho, la dictadura de la burguesía.


12. Con tal estado de cosas, la dictadura del proletariado no sólo es por completo legítima, como medio para derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia, sino también absolutamente necesaria para toda la masa trabajadora como única defensa contra la dictadura de la burguesía, que ha llevado a la guerra y está gestando nuevas matanzas.


Lo principal entre lo que no comprenden los socialistas --y de aquí su miopía teórica, su cautiverio en poder de los prejuicios burgueses y su traición política al proletariado-- es que en la sociedad capitalista, cuando la lucha de clases inherente a ella experimenta una agudización más o menos seria, no puede haber nada intermedio, nada que no sea la dictadura de la burguesía o la dictadura del proletariado. Todo sueño en una tercera solución es un reaccionario gimoteo de pequeño burgués. Así lo evidencian tanto la experiencia de más de cien años de desarrollo de la democracia burguesa y del movimiento obrero en todos los países adelantados como, particularmente, la experiencia del último lustro. Así lo dice también toda ciencia de la economía política, todo el contenido del marxismo, que esclarece la inevitabilidad económica de la dictadura de la burguesía en toda economía mercantil, burguesía que nadie puede sustituir de no ser la clase que está siendo desarrollada, multiplicada, unida y fortalecida por el propio desarrollo del capitalismo, es decir, la clase de los proletarios.
13. Otro error teórico y político de los socialistas consiste en que no comprenden que las formas de la democracia han ido cambiando inevitablemente en el transcurso de los milenios, empezando por sus embriones en la antigüedad, a medida que una clase dominante iba siendo sustituida por otra. En las antiguas repúblicas de Grecia, en las ciudades del medievo, en los países capitalistas adelantados, la democracia tiene distintas formas y se aplica en grado distinto. Sería una solemne necedad creer que la revolución más profunda en la historia de la humanidad, el paso del poder de manos de la minoría explotadora a manos de la mayoría explotada --paso que se observa por primera vez en el mundo-- puede producirse en el viejo marco de la vieja democracia burguesa, parlamentaria, sin los cambios más radicales, sin crear nuevas formas de democracia, nuevas instituciones que encarnen las nuevas condiciones de su aplicación, etc.


14. Lo que tiene de común la dictadura del proletariado con la dictadura de las otras clases es que está motivada, como toda otra dictadura, por la necesidad de aplastar por la fuerza la resistencia de la clase que pierde la dominación política. La diferencia radical entre la dictadura del proletariado y la dictadura de las otras clases --la dictadura de los terratenientes en la Edad Medía, la dictadura de la burguesía en todos los países capitalistas civilizados-- consiste en que la dictadura de los terratenientes y la burguesía ha sido el aplastamiento por la violencia de la resistencia ofrecida por la inmensa mayoría de la población, concretamente por los trabajadores. La dictadura del proletariado, por el contrario, es el aplastamiento por la violencia de la resistencia que ofrecen los explotadores, es decir, la minoría ínfima de la población, los terratenientes y los capitalistas.


De aquí dimana, a su vez, que la dictadura del proletariado no sólo debía traer consigo inevitablemente el cambio de las formas y las instituciones de la democracia, hablando en general, sino precisamente un cambio que diese una extensión sin precedente en el mundo al goce efectivo de la democracia por los hombres que el capitalismo oprimiera, por las clases trabajadoras.


En efecto, esa forma de la dictadura del proletariado que ha sido ya forjada de hecho --el Poder soviético en Rusia, el Räte~System en Alemania, los Shop Stewards Committees y otras instituciones soviéticas análogas en otros países-- todas ellas significan y son precisamente para las clases trabajadoras, o sea para la inmensa mayoría de la población, una posibilidad efectiva, real, de gozar de las libertades y los derechos democráticos, posibilidad que nunca ha existido, ni siquiera aproximadamente, en las repúblicas burguesas mejores y más democráticas.


La esencia del Poder soviético consiste en que la base permanente y única de todo el poder estatal, de todo el aparato del Estado, es la organización de masas precisamente de las clases que eran oprimidas por el capitalismo, es decir, de los obreros y los semiproletarios (los campesinos que no explotan trabajo ajeno y que recurren constantemente a la venta, aunque sólo sea en parte, de su fuerza de trabajo). Precisamente las masas que hasta en las repúblicas burguesas más democráticas, aunque con arreglo a la ley sean iguales en derechos, de hecho, por medio de procedimientos y artimañas, se han visto apartadas de la participación en la vida política y del goce de los derechos y libertades democráticos, tienen hoy necesariamente una participación constante y, además, decisiva en la dirección democrática del Estado.


15. La igualdad de los ciudadanos independientemente de su sexo, religión, raza y nacionalidad, que la democracia burguesa ha prometido siempre y en todas partes, pero que no ha dado en ningún sitio ni ha podido dar debido a la dominación del capitalismo, la realiza inmediatamente y con toda plenitud el Poder soviético, o sea, la dictadura del proletariado, pues eso únicamente puede hacerlo el poder de los obreros, que no están interesados en la propiedad privada sobre los medios de producción ni en la lucha por repartirlos una y otra vez.

16. La vieja democracia, es decir, la democracia burguesa y el parlamentarismo fueron organizados de tal modo, que precisamente las masas trabajadoras se vieran más apartadas que nadie del aparato de gobernación. El Poder soviético, es decir la dictadura del proletariado está organizado por el contrario de modo que acerca a las niasas trabajadoras al aparato de gobernación. El mismo fin persigue la unión del poder legislativo y el poder ejecutivo en la organización soviética del Estado y la sustitución de las circunscripciones electorales territoriales por entidades de producción, como son las fábricas.


17. El ejército ha sido un aparato de opresión no sólo en las monarquías. Sigue siéndolo también en todas las repúblicas burguesas, incluso en las más democráticas. Sólo el Poder soviético, organización estatal permanente precisamente de las clases oprimidas antes por el capitalismo, está en condiciones de acabar con la subordinación del ejército al mando burgués y de fundir efectivamente al proletariado con el ejército, de llevar efectivamente a cabo el armamento del proletariado y el desarme de la burguesía, sin lo que es imposible la victoria del socialismo.


18. La organización soviética del Estado está adaptada al papel dirigente del proletariado, la clase más concentrada e ilustrada por el capitalismo. La experiencia de todas las revoluciones y de todos los movimientos de las clases oprimidas y la experiencia del movimiento socialista mundial nos enseñan que sólo el proletariado es capaz de reunir y llevar tras de sí a las capas dispersas y atrasadas de la población trabajadora y explotada.


19. Sólo la organización soviética del Estado puede en realidad demoler de golpe y destruir definitivamente el viejo aparato> es decir, el aparato burocrático y judicial burgués, que se ha mantenido y debía inevitablemente mantenerse bajo el capitalismo, incluso en las repúblicas más democráticas, siendo, de hecho, la mayor traba para la realización de la democracia para los obreros y los trabajadores. La Comuna de Paris dio el primer paso de importancia histórica mundial por ese camino, y el Poder soviético, el segundo.


20. La destrucción del poder del Estado es un fin que se han planteado todos los socialistas, entre ellos, y a la cabeza de ellos, Marx. La verdadera democracia, es decir, la igualdad y la libertad, es irrealizable si no se alcanza ese fin. Pero a él sólo lleva prácticamente la democracia soviética, o proletaria, pues, al incorporar las organizaciones de masas de los trabajadores a la gobernación permanente e ineludible del Estado, empieza a preparar inmediatamente la extinción completa de todo Estado.


21. La bancarrota absoluta de los socialistas que se han reunido en Berna, su absoluta incomprensión de la nueva democracia, es decir, de la democracia proletaria, se ve particularmente en lo que sigue. El 10 de febrero de 1919, Branting cerró en Berna la Conferencia de la Internacional amarilla. El 11 de febrero del mismo año, Die Freiheit, periódico que editan en Berlín los adeptos de dicha Internacional, publicó un llamamiento del partido de los "independientes al proletariado. En este llamamiento se reconoce el carácter burgués del Gobierno Scheidemann, se reprocha a éste el deseo de abolir los Soviets, a los que se llama Täger und Schützer der Revolution --portadores y defensores de la revolución-- y se propone legalizar los Soviets, concederles derechos estatales, concederles el derecho de suspender las decisiones de la Asamblea Nacional, sometiéndolas a votación de todo el pueblo.

Esa propuesta es la plena bancarrota ideológica de los teóricos que defendían la democracia y no comprendían su carácter burgués. La ridícula tentativa de unir el sistema de los Soviets, es decir, la dictadura del proletariado, con la Asamblea Nacional, es decir, la dictadura de la burguesía, desenmascara por completo la indigencia mental de los socialistas y socialdemócratas amarillos, su carácter político reaccionario, propio de pequeños burgueses, y sus cobardes concesiones a la fuerza, en crecimiento incontenible, de la nueva democracia, de la democracia proletaria.


22. Al condenar el bolchevismo, la mayoría de la Internacional amarilla de Berna, que no se ha atrevido a votar formalmente la correspondiente resolución por miedo a las masas obreras, ha procedido acertadamente desde el punto de vista de clase. Precisamente esta mayoría se solidariza por entero con los mencheviques y los socialistas revolucionarios rusos y con los Scheidemann en Alemania. Los mencheviques y los socialrevolucionarios rusos, al quejarse de que los bolcheviques los persiguen, intentan ocultar que eso ocurre porque participan en la guerra civil al lado de la burguesía, contra el proletariado. De la misma manera, los Scheidemann y su partido han demostrado ya en Alemania que participan de la misma manera en la guerra civil al lado de la burguesía, contra los obreros.


Es completamente natural, por ello, que la mayoría de los hombres de la Internacional amarilla de Berna se haya pronunciado por la condenación de los bolcheviques. Eso no ha sido la defensa de la "democracia pura", sino la autodefensa de gentes que saben y perciben que en la guerra civil se encuentran al lado de la burguesía, contra el proletariado.


Por eso, desde el punto de vista de clase, no puede por menos de reconocerse acertada la decisión de la mayoría de la Internacional amarilla. El proletariado debe afrontar sin temor a la verdad y sacar de ello todas las conclusiones políticas pertinentes.


Camaradas: Yo quisiera añadir alguna cosa más a los dos últimos puntos. Creo que los camaradas que deben informarnos de la Conferencia de Berna nos hablarán de ello con mayor detalle.


En toda la Conferencia de Berna no se ha dicho ni una sola palabra sobre la importancia del Poder soviético. En Rusia llevamos ya dos años discutiendo esta cuestión. En abril de 1917, en la Conferencia del partido, planteamos ya teórica y políticamente la cuestión "¿Qué es el Poder soviético, cuál es su contenido, en qué consiste su importancia histórica?" Llevamos casi dos años discutiendo esta cuestión, y en el Congreso de nuestro partido hemos adoptado una resolución al respecto [2].


El Freiheit, de Berlín, publicó el 11 de febrero un llamamiento al proletariado alemán, firmado no sólo por los líderes de los socialdemócratas idependientes de Alemania, sino también por todos los miembros de su minoría parlamentaria. En agosto de 1918, el mayor teórico de los independientes, Kautsky, declaró en su folleto La dictadura del proletariado que era partidario de la democracia y de los organismos soviéticos, pero que los Soviets debían tener únicamente un carácter de gestión económica y no debían reconocerse, de ningún modo, como organizaciones estatales. Kautsky repite lo mismo en los números de Freiheit del 11 de noviembre y del 12 de enero. El 9 de febrero apareció un artículo de Rudolf Hilferding, también considerado como una gran autoridad teórica de la II Internacional. Hilferding propone unir el sistema de los Soviets con la Asamblea Nacional por vía jurídica, a través de la legislación del Estado. Eso ocurrió el 9 de febrero. El 11 del mismo mes, dicha propuesta fue aceptada por todo el partido de los independientes y publicada en forma de llamamiento.


A pesar que la Asamblea Nacional ya existe, incluso después de que la "democracia pura" ya es un hecho y que los mayores teóricos de los socialdemócratas independientes han declarado que las organizaciones soviéticas no deben ser organizaciones estatales, ¡a pesar de todo eso, vuelven a vacilar! Ello demuestra que, en realidad, esos señores no han comprendido nada del nuevo movimiento ni de las condiciones de su lucha. Pero, además, Demuestra otra cosa: que debe haber condiciones, causas que motiven esa vacilación. Después de todos estos acontecimientos, después de casi dos años de revolución triunfante en Rusia, cuando se nos ofrecen resoluciones como Las adoptadas en la Conferencia de Berna, en las que no dice nada de los Soviets ni de su importancia; cuando vemos que en esa Conferencia ningún delegado ha dicho siquiera una palabra sobre el particular en sus discursos, podemos afirmar con todo derecho que como socialistas y como teóricos, todos esos señores han muerto para nosotros.


Pero prácticamente desde el punto de vista de la política, eso es camaradas una demostración de que entre las masas se está produciendo un gran viraje, pues, de otro modo, esos independientes que estaban en teoría y por Principio contra estas organizaciones estatales, no hubieran propuesto de buenas a primeras una necedad como es unir "pacíficamente" la Asamblea Nacional con el sistema de los Soviets, es decir, unir la dictadura de la burguesía con la dictadura del proletariado. Somos testigos de que todos ellos están en bancarrota como socialistas y como teóricos y del enorme cambio que se está produciendo en las masas. ¡Las masas atrasadas del proletariado alemán se acercan a nosotros, se han unido a nosotros! Por tanto, la importancia del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, lo mejor de la Conferencia de Berna, es, desde el punto de vista de la teoría y del socialismo, igual a cero; sin embargo, continúa teniendo cierta importancia, y consiste ésta en que esos elementos vacilantes nos sirven de indicador del estado de ánimo de los sectores atrasados del proletariado. En eso, a mi entender, reside la grandísima importancia histórica de esa Conferencia. Nosotros hemos vivido algo parecido en nuestra revolución. Nuestros mencheviques recorrieron casi exactamente el mismo camino de desarrollo que los teóricos de los independientes en Alemania. Al principio, cuando tenían la mayoría en los Soviets, se pronunciaban por éstos. Entonces no se oía más que gritar: "¡Vivan los Soviets!" "¡Por los Soviets!" "¡Los Soviets son la democracia revolucionaria!" Cuando los bolcheviques conquistamos la mayoría en los Soviets, entonaron otra canción, diciendo que los Soviets no debían existir paralelamente a la Asamblea Constituyente; y distintos teóricos mencheviques hacían propuestas casi idénticas, como la de unir el sistema de los Soviets con la Asamblea Constituyente e incluirlos en la organización estatal. Esto revela, una vez más, que el curso general de la revolución proletaria es igual en todo el mundo. Primero la formación espontánea de los Soviets, luego su extensión y desarrollo, más tarde se plantea prácticamente la cuestión: Soviets o Asamblea Nacional, o Asamblea Constituyente, o parlamentarismo burgués; completo desconcierto entre los líderes y, por último, la revolución proletaria. Pero yo creo que después de casi dos años de revolución no debemos plantear la cuestión así, sino que debemos tomar acuerdos concretos, ya que la extensión del sistema de los Soviets es para nosotros, y particularmente para la mayoría de los países de Europa Occidental, la más importante de las tareas.


Quisiera citar aquí una resolución, una sola resolución de los mencheviques. Pedí al camarada Obolenski que la tradujera al alemán. Me prometió que lo haría, pero, desgraciadamente, no está aquí. Trataré de reproduciría de memoria, pues no tengo a mano el texto íntegro.
A un extranjero que no haya oído nada del bolchevismo le será muy difícil hacerse una idea de nuestras cuestiones litigiosas. Todo lo que afirman los bolcheviques lo discuten los mencheviques, y viceversa. Naturalmente, en tiempos de lucha no puede ser de otro modo, por ello tiene gran importancia que la última Conferencia del partido de los mencheviques, celebrada en diciembre de 1918, aprobara una extensa y detallada resolución, que fue publicada íntegra en la Gazeta Pechátnikov, periódico menchevique. En esa resolución, los propios mencheviques exponen concisamente la historia de la lucha de clases y de la guerra civil. La resolución dice que ellos condenan a los grupos de su partido que están aliados a las clases poseedoras en los Urales, en el Sur, en Crimea y en Georgia, y se enumeran estas zonas. La resolución condena a los grupos del partido menchevique que, aliados a las clases poseedoras han luchado contra el Poder soviético; el último punto condena también a los que se han pasado a los comunistas. De aquí se desprende que los mencheviques se ven obligados a confesar que en su partido no hay unidad y que están unos al lado de la burguesía y otros al lado del proletariado. La mayor parte de los mencheviques se pasó al lado de la burguesía y durante la guerra civil combatió contra nosotros. Naturalmente nosotros perseguimos a los mencheviques e incluso los fusilamos, cuando participan en la guerra que se nos hace, combaten contra nuestro Ejército Rojo y fusilan a nuestros jefes militares rojos. A la guerra de la burguesía respondimos con la guerra del proletariado: no puede haber otra salida. Así, pues, desde el punto de vista político todo eso no es más que hipocresía menchevique. Históricamente no se comprende como en la Conferencia de Berna, hombres que no han sido declararados dementes oficialmente, pudieron, por encargo de los mencheviques y los socíairevolucionarios, hablar de la lucha de los bolcheviques contra ellos, pero silenciar que ellos, unidos a la burguesía, luchan contra el proletariado.

Todos ellos nos atacan encarnizadamente pues nosotros los perseguimos. Eso es cierto. ¡Pero no dicen ni una sola palabra sobre su participación en la guerra civil! Creo que debo facilitar para el acta el texto integro de la resolución, y ruego a los camaradas extranjeros que le presten atención, pues es un documento histórico que plantea acertadamente el problema y ofrece los mejores elementos de juicio para apreciar el litigio entre las tendencias "socialistas" en Rusia. Entre el proletariado y la burguesía existe gente que ora se clina a un lado, ora al otro; así ha sido siempre en todas las revoluciones y es absolutamente imposible que en la sociedad capitalista donde el proletariado y la burguesía forman dos campos hostiles, no existan entre ellos capas intermedias. La existencia de esos elementos vacilantes es históricamente inevitable, y, desgraciadamente, esos elementos, que no saben ellos mismos al lado de quién van a luchar mañana, seguirán existiendo mucho tiempo todavía.


Quiero hacer una propuesta práctica, que consiste en que aprobemos una resolución en la que deben destacarse especialmente tres puntos.

Primero: Una de las tareas más importantes para los camaradas de los países de Europa Occidental consiste en aclarar a las masas la significación, la importancia y la necesidad del sistema de los Soviets. Se observa que no existe la suficiente comprensión de este problema. Si bien es verdad que Kautsky e Hilferding 1han fracasado como teóricos, los últimos artículos publicados en Freiheit demuestran, sin embargo, que reflejan fielmente el estado de ánimo de las capas atrasadas del proletariado alemán. En Rusia pasó lo mismo: en los primeros ocho meses de la revolución rusa, el problema de la organización soviética se discutió muchísimo, y para los obreros no estaba claro en qué consistía el nuevo sistema ni si se podría formar el aparato del Estado a base de los Soviets. En nuestra revolución, nosotros no avanzamos por el camino de la teoría, sino por el camino de la práctica. Por ejemplo, la cuestión de la Asamblea Constituyente no la planteábamos antes teóricamente y no decíamos que no reconocíamos la Asamblea Constituyente. Sólo más tarde, cuando las organizaciones soviéticas se extendieron por todo el país y conquistaron el poder político, fue cuando nos resolvimos a disolver la Asamblea Constituyente. Ahora vemos que en Hungría y Suiza, la cuestión se plantea de modo mucho más agudo. De una parte, eso está muy bien, pues nos da la firme seguridad de que la revolución avanza más rápidamente en los países de Europa Occidental y nos traerá grandes victorias. De otra parte, ello encierra cierto peligro: concretamente el de que la lucha sea tan vertiginosa, que la conciencia de las masas obreras quede a la zaga del desarrollo. Incluso ahora, la importancia del sistema de los Soviets no está todavía clara para grandes masas de obreros alemanes instruidos políticamente, pues han sido educados en el espíritu del parlamentarismo y en los prejuicios burgueses.


Segundo: Sobre la extensión del sistema de los Soviets. Las noticias de la rapidez con que se propaga la idea de los Soviets en Alemania e incluso en Inglaterra son para nosotros una importantísima demostración de que la revolución proletaria ha de vencer. Únicamente por breve tiempo puede detenerse su marcha. Otra cosa es cuando los camaradas [M.] Albert y [Federico] Platten nos declaran que entre los obreros agrícolas y los pequeños campesinos de sus aldeas apenas si hay Soviets. He leído en Rote Fahne un artículo contras los Soviets campesinos, pero, muy acertadamente, en favor de los Soviets de jornaleros y campesinos pobres.[3] La burguesía y sus lacayos, como Scheidemann y Cía., ya han lanzado la consigna de Soviets campesinos. Pero lo que necesitamos nosotros son Soviets de jornaleros y campesinos pobres. Sin embargo por los informes de los camaradas Albert, Platten y otros colegimos que, excepto en Hungría, se hace muy poco desgraciadamente para la propagación del sistema sovietico en el campo. En ello reside, quizá, el peligro, aun real y bastante considerable, de que el proletariado alemán no pueda conquistar la victoria segura. La victoria podrá considerarse garantizada únicamente cuando no solo estén organizados los obreros de la ciudad, sino también los proletarios del campo, y, además, no organizados como antes, en sindicatos y cooperativas, sino en Soviets. A nosotros nos fue más fácil conseguir la victoria porque en octubre de 1917 marchábamos con el campesinado, con todo el campesinado. En este sentido, nuestra revolución era entonces burguesa. El primer paso de nuestro Gobierno proletario fue reconocer en la ley, promulgada por él al día siguiente de la revolución, el 26 de octubre de 1917 (según el viejo calendario), las viejas reivindicaciones de todo el campesinado, expresadas ya bajo Kerenski por los Soviets campesinos y las asambleas rurales. En eso consistía nuestra fuerza, por eso nos fue tan fácil conquistar una mayoría aplastante. Para el campo, nuestra revolución continuaba siendo una revolución burguesa. Y solo más tarde, al cabo de seis meses, nos vimos obligados en el marco de la organización del Estado, a comenzar en las aldeas la lucha de clases, a instituir en cada aldea comités de campesinos pobres, de semiproletarios, y a luchar sistemáticamente contra la burguesía rural. En Rusia eso fue inevitable, dado su atraso. En Europa Occidental las cosas se producirán de modo diferente y por eso debemos subrayar que es absolutamente necesaria la propagación del sistema de los Soviets, en formas pertinentes, quizás nuevas, también entre la población rural.

Tercero: Debemos decir que la conquista de una mayoría comunista en los Soviets constituye la tarea fundamental en todos los países en los que el Poder soviético aún no ha vencido. Nuestra comisión redactora de las resoluciones discutió ayer este problema. Quizás otros camaradas hablen todavía de ello, pero yo quisiera proponer que estos tres puntos se adopten como resolución especial. Naturalmente, no estamos en condiciones de prescribir el camino que ha de seguir el desarrollo. Es muy probable que la revolución llegue muy pronto en muchos países de Europa Occidental, pero nosotros, como parte organizada de la clase obrera, como partido, tendemos y debemos tender a lograr la mayoría en los Soviets. Entonces estará garantizada nuestra victoria, y no habrá fuerza capaz de emprender nada contra la revolución comunista. De otro modo, la victoria no se conseguirá tan fácilmente ni será duradera. Así, pues, yo quisiera proponer que se aprueben estos tres puntos como resolución especial.



NOTAS
1. Del 3 al 10 de febrero de 1919, en Berna - Suiza, se celebró la primera conferencia de partidos chovinistas y centristas con la intención de reconstituir la II Internacional luego de su bancarrota durante la I Guerra Mundial. El problema principal que se discutió en la conferencia fue el de la democracia y la dictadura. En la resolución aprobada por los delegados, se aplaude la revolución en Rusia, Alemania y Hungria, a la vez que se condena la dictadura del proletariado y se elogia la democracia burguesa.]

2. Lenin hace referencia al acuerdo del VII Congreso Extraordinario del Partido Comunista (bolcheviques) de Rusia, realizado del 6 al 8 de marzo de 1918, sobre el cambio de nombre del partido y su programa.
     Ver: "Informe sobre la revisión del programa y el cambio de nombre del partido. 8 de marzo." en V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos del Partido (1918 - 1922) (Moscú: Editorial Progreso, 1976), págs. 38-51. Correspondiente a las págs. 102-114 del T. 27 de las Obras Completas.
Obras Escogidas



3. Lenin alude al artículo de Rosa Luxemburgo, "Der Anfang" ("El comienzo"), en el núm. 3, 18 de noviembre de 1918, de Die Rote Fahne ("La Bandera Roja"), periódico central de los espartaquista y, más tarde, órgano central del Partido Comunista de Alemania.




V. I. Lenin: Las tareas del proletariado en la presente revolución ("Tesis de abril")
Escrito: En ruso en Petrogrado el 4 y 5 de abril de 1917.


"Testamento" político de Lenin. I. Lenin Carta al Congreso (22 dic. 1922 - 4 enero 1923)


El origen del concepto de Frente Popular o Frente interclasista


Frente Popular o Frente Único Proletario y el Populismo de Podemos


Primera campaña de difamaciones y calumnias, en la que se identificaba al POUM con el fascismo internacional, se intensificó desde finales de 1936 y en los primeros meses de 1937


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