domingo, 28 de febrero de 2016

Lo que el Espacio de Encuentro Comunista (EEC) ha inaugurado



Por Arash

UNA TRAVESÍA POR LA HISTORIA REPLETA DE ACIERTOS Y TROPIEZOS

En 1847 Karl Marx y Friedrich Engels, promotores del Comité Comunista de Correspondencia, deciden integrarse en la Liga de los Justos. Poco después esta sería transformada en la Liga de los Comunistas. Detrás de la Liga de los Comunistas existía todo un hilo de discrepancias, discusiones y decisiones acumuladas tenidas lugar en sus antecedentes, cuestiones a las que todavía pueden recurrir los comunistas si hacen memoria.




Uno de estos debates que discutieron en el siglo XIX y que significaron, en su día, una bifurcación del camino para muchos intelectuales y muchas organizaciones, tuvo que ver con el tipo de práxis (teoría de la práxis) que se debía llevar a cabo para lograr que la humanidad estuviera tal y como debería estar (como se refirió al comunismo alguno de aquellos de entonces). ¿Qué rumbo debía tomar la organización? ¿Reforma o revolución? Este clásico debate fue retomado por la revolucionaria Rosa Luxemburgo bastante tiempo después en su obra homónima al respecto del mismo, "Reforma o Revolución", para enfrentarse a las exposiciones reformistas sostenidas por el revisionismo marxista defendido por Eduard Bernstein, ideólogo de referencia en el seno del Partido Socialdemócrata alemán y en el resto de los europeos, y que negaba la necesidad de la revolución.



Hubo un tiempo en el que el revisionismo marxista estuvo fundamentado en una honesta intelectualidad marxista, como Bernstein lo era en su forma de ser vocero de la reforma. Hoy parece, con mucho más descaro, que es de la propia dinámica de una lucha de clases en la que la oprimida está en desbandada y sobre la que esta apenas tiene un control que vaya más allá de la espontaneidad (porque sus organizaciones existentes están en crisis, siendo francos), de donde debemos explicar la existencia de esta discrepancia reforma-revolución, particularmente hablando por la existencia de la primera.



Con mucha menos elegancia y con una dosis incomparablemente mayor de oportunismo, existe esta discrepancia del siglo XIX que, sea este el momento de mencionarlo, fue malinterpretada y atribuida por cantidad de militantes desorientados (muchos de ellos comunistas), a proyectos sociales, económicos y políticos que no pretendían cambiar de base el mundo sino sólo "mover algunas piezas" para reinstaurar el Estado de bienestar, esto es, salvar el capitalismo no renunciando a los privilegios pequeñoburgueses de quienes realmente los impulsaban.



Me estoy refiriendo, para que quede claro, a esa tendencia pasada (sobretodo) y presente (también) en concentrar la atención "anticapitalista" en el hecho de que el movimiento quincemayista y sus productos varios fuesen pacíficos (si alguna atención debía acaparar no era la de los anticapitalistas, más allá de la sensibilidad de todo aquel humano que sabe o intuye lo que duelen los porrazos y pelotazos), dando confusamente a entender y suponiendo inconscientemente que estaríamos más cerca de lograr y acariciar la revolución social si consiguieran que estos se radicalizasen en las formas, algo que sólo significaría una radicalización formal de quienes, como se ha dicho y se repite, impulsan los mismos: la pequeña burguesía, el pequeño capital asustado de desaparecer del mapa y del mercado y oprimido por la competencia y el crédito; oprimido por el beneficio del gran capital industrial y/o comercial y por el interés del capital financiero. Un movimiento violento (que no revolucionario; hace mucho que tal clase social no puede hacer revoluciones por sí misma) de la pequeña burguesía fue, ni más ni menos, el movimiento de Grillo y los grillini en Italia hace 6 años y su continuación, el movimiento de las "Horcas": es evidente cuál de los dos ha logrado parecerse más al fascismo del siglo XXI.





Cuando ha habido algún síntoma de radicalización reseñable del movimiento ciudadano en España, protagonizado en todo momento por la pequeña clase propietaria y las clases medias, este ha consistido, ni más ni menos, en una profundización en la perspectiva corporativista que trasciende por la derecha lo que ya es propiamente de derechas, lo liberal, hacia lo ideológicamente conservador, y que siempre fue característica profunda en el discurso "indignado". No fue otra cosa alguna afirmación, de la que algunos no nos hemos olvidado, de una forma vertical y autoritaria de sindicalismo, involución del sindicalismo liberal, amarillo y de pacto social, pero aquella vez, como dijeron algunos, con "emprendedores"en sus filas. Ni tampoco las tentativas antiparlamentarias y golpistas, continuación de la crítica liberal esclava de la"divina", adorada y eternamente insatisfecha representación –una auténtica mierda porque la clase trabajadora está prácticamente excluída de ella a través de diversos mecanismos cuyas orígenes no residen siquiera en el campo de la política—, que siempre le vino fetén ser adornada con ILP's y (ciber)democracia directa para burgueses y acomodadas clases medias, pero entonces –pretendían— sin respectar la democracia liberal y su sistema electoral. Ni tampoco fue otra cosa distinta, por supuesto, la formación del partido de los círculos, a modo, en muchos aspectos, de movimiento nacional, con un discurso igualmente interclasista, pero que se autoarroga la representación del pueblo y se presenta hostil a la concepción liberal del Estado cuando trata de reducir los mecanismos de participación indirectos del Estado , por los suyos propios, todavía más estrechos, más indirectos, y menos sometidos al control público –porque el Estado está mucho más regulado legalmente que cualquier partido político; sino pregúntense por qué existen partidos fascistas.




Pero, ¿acaso podemos hablar de algún logro en aquello que no ha sido testigo de una radicalización en tal sentido negativo? ¿Se ha logrado más democracia? ¿Supone realmente la sustitución de un bipartidismo por un tetrapartidismo (o penta, si quieren; este es el "logro", aunque aún está por ver), esto es, la "apertura política", o "regeneración política" en el mejor de los sentidos, un aumento de la pluralidad política, sin acompañamiento de un proceso de apertura de planteamientos estructurales? Sí, si la política se ha convertido en una farsa a modo de simulacro de pluralidad; no, si además de lo anterior, nos negamos a que política signifique un libre mercado de valores de cambio más o menos intervenido, en el que se compra de entre una amplia oferta de calidad: empresario entrega sobre por aquí al concejal de la derecha, "ciudadano" entrega voto por allá al modelito de la izquierda, y a cambio sitúan por delante al patrón en la negociación colectiva y dan por el culo al obrero con los recortes en paro y seguridad social, respectivamente. Toda una competencia entre dogmáticos de derechas y oportunistas de izquierda.



¿Saben que, al margen de la valoración ideológica particular y de las consecuencias, el conservadurismo, históricamente ligado a la defensa de los intereses de otras clases sociales reaccionarias distintas de las clases sociales a cuyos intereses ahora también está ligado, pensaba que tanto el trabajo como el comercio eran actividades que no generaban riqueza, y que defendían el papel fundamental de la tierra, ni del capital ni del trabajo? ¿O que, ligado en ocasiones a los intereses de un segmento más selecto de la nobleza –la realeza—, eran partidarios de la acumulación de riqueza de los Estados, por entonces absolutos y sinónimos de las monarquías que sostenían? ¿Y que la socialdemocracia era partidaria de la socialización de los medios de producción, porque entendía que lo que se encubre como derecho a la propiedad privada no es sino el derecho de una minoría social a expropiar el producto del trabajo social?




Al margen de que la valoración ideológica de la evolución (que por cierto, ya se está comenzando a invertir/reconvertir en involución) de los planteamientos del conservadurismo sea positiva en tanto que es mil veces preferible que tener a unos representantes de la clase explotadora trangresores de conquistas populares y obreras como las del sufragio universal o el mínimo sometimiento de la burguesía a una legalidad formalmente democrática, o en tanto que esto haya ocurrido durante la transición del feudalismo –que deseaban conservar— al capitalismo –que ahora defienden— y la consolidación de este último, el que la vasta mayoría de los partidos conservadores y socialdemócratas (y liberales; y además, todos los partidos emergentes o emergidos que aspiran a imitarlos) sostengan al unísono la necesidad (suficiente o insuficiente) de la distribución primaria, injusta y desigualitaria de la renta que asigna el mercado capitalista, así como que todos los proyectos económicos (incluso los que dicen defender el trabajo) pasen por la satisfacción prioritaria de la renta del capital, no es sino una prueba de que impera el pensamiento único y totalitario en el mundo político, económico, o académico. Huelga decir que cuando los conservadores se comportan excepcionalmente, es para peor –alianza con el fascismo o progresiva identificación con él—, y cuando se ha tratado de indagar lo más mínimo el significado de la verdadera democracia, la social, el decreto y el golpe de Estado ha venido siendo su frustración en parlamentos y universidades.



En España la experiencia indignada no ha cuestionado nada de esto. Es más, el horizonte que la ha guiado –la democracia liberal norteamericana, en la que se elige todo, hasta el sheriff del condado—, ha logrado introducir parcialmente lo que es norma integral en la degenerada democracia liberal de los EEUU: la idea del consenso y sus nefastas consecuencias en multitud de organizaciones (así ha funcionado los degenerados movimientos ciudadano y estudiantil, entre otros), así como las primarias abiertas, que no son sino herramientas de dominación y control por el poder, han sido adoptadas por muchas organizaciones políticas. La teatralización de la democracia liberal ha sido un correlato proporcionado de tales "logros" en un lugar y en otro: en España, a diferencia de lo que sucede en los Estados Unidos, no son oligarcas capitalistas los que proponen sus candidatos, a través de los partidos demócrata y republicano, a la ciudadanía desclasada; son otros capitalistas los que lo hacen a través de los partidos emergentes nuevos, y de muchos de los viejos, que no son oligarcas –no al menos del IBEX35, desde 2007—, los socios de Atresmedia Corporación de Medios de Comunicación S.A., que han logrado convertirse más que nunca en los propietarios privados de los "verdaderos parlamentos", los que de verdad le importan a los ciudadanos, mucho más que los del Estado y demás administraciones públicas: la vergüenza detestable de los platós de televisión. Esto sí que es lamentable e impresentable...




La discrepancia reforma-revolución, pues, habiendo aclarado el error de atribución mencionado justo antes, y atribuyéndola correctamente al espacio al que hay realmente hay que atribuirla, esto es, esta discrepancia reforma-revolución para interés de quienes quieren y se plantean acabar con el capitalismo y no salvarlo, sigue vigente en la actualidad. Si no que se lo pregunten a lo más ideológicamente honrado de la tradición eurocomunista, es decir obviando a todo lo que de keynesiano y populista pudiera haber en las organizaciones, plataformas o coaliciones afines y/o sostenedoras de ella. Hablamos precisamente de la toma de partido por la reforma en ese debate, entonces.



Los comunistas tomaron otras muchas decisiones a lo largo de su historia. En el último cuarto del siglo XIX sabían que no podían quedarse al margen de lo que ocurría en un escenario que, por entonces, sirviendo de parloteo burgués, no dejaba de ser una oportunidad nada fácil de sacarle partido, estando todavía prohibido en la mitad de la Europa semifeudal y semiabsolutista. Sólo el transcurso del siglo después hizo replantearse seriamente esta cuestión, en lo que ya podíamos considerar un importante movimiento comunista inspirado en la obra y pensamiento marxista, y al que le llegaba su momento de gracia. La sección italiana del Partido Comunista, de la mano de los bordiguistas, fue partidaria de optar por una trayectoria particular, relativa a la postura considerada frente a la institución legislativa, distinta a la que propuso la rusa, formada en los planteamientos de Lenin.



LO QUE LOS COMUNISTAS NO PUEDEN HACER SUYO DURANTE MÁS TIEMPO, O LO QUE EL EEC HA INAUGURADO



"La estabilidad presupuestaria, consagrada constitucionalmente, es base para impulsar el crecimiento económico [...] crear oportunidades a los emprendedores [...] como para ofrecer seguridad a los inversores respecto a la capacidad de la economía española para crecer y atender nuestro compromiso [...]."




Se anunciaba, desde la institución monárquica, la necesidad del Estado español, en consonancia con el principio de la estabilidad presupuestaria (y con otros "derechos" que no menciona y que tampoco aspira a vulnerar para lograrlo) ya vigente en su Constitución, de reducir el gasto público, con el objetivo del crecimiento económico, o de facilitar el emprendimiento empresarial. En otras palabras, un reajuste fiscal, en el que se redirigiese la redistribución de renta hacia los capitalistas a costa, fundamentalmente, de minimizarla con respecto a los trabajadores. Y este reajuste fue finalmente integrado en la ley de mayor rango y mayor difícil modificación: la Constitución.



Esta predisposición de la Unión Europea, que llevó a los Estados a incorporar a sus sistemas legales los procedimientos de aplicación de reducción del gasto público dictados, marcó el inicio de un período crítico reseñable para la izquierda, en la socialdemocracia de contenidos, no de nombre, hace mucho fuera de ella.



La incorporación de tales procedimientos situaba a los programas reformistas, cada vez menos políticos y más electorales, en la tesitura de verse enfrentados con una legalidad escrita que ya no toleraba lo suficiente su aplicación, o verse abandonados de facto.


La marginación política de los comunistas nunca fue una decisión alternativa válida. Si Lenin dijo que "no hay nada más peligroso que rebajar en las épocas revolucionarias la importancia de las consignas tácticas estrictamente conformes a los principios", presumiblemente porque diluía rápidamente el liderazgo revolucionario de las masas, durante la revolución democrática, en el reformismo, podemos plantearnos igualmente peligroso el que sobrerrepresentar un nostálgico discurso revolucionario, y más aún, utilizarlo como recurso de diferenciación ineficaz del reformismo en épocas alejadas de la revolución, condene al aislamiento social y político.



En cualquier caso, el ciclo de crisis de la socialdemocracia reformista se cerró en el momento en el que sus representantes griegos renegaron definitivamente de sus programas, y sus representantes españoles guardaron un cómplice silencio anticipador de lo que serían sus comportamientos en una hipotética situación análoga a la de sus socios mediterráneos.


La esclavización a los planteamientos reformistas tampoco fue nunca una opción. Los comunistas griegos lo han demostrado, como el Partido Comunista de Rusia (bolchevique) (Sección de la Internacional comunista) lo demostró al romper con el reformismo belicista.



La hora de esta socialdemocracia parece haber terminado. Prefirió sustituir su autoproclamado cariz "radical" por uno de clases medias, y sintonizar con una perspectiva interclasista y nacionalista de la crisis del capitalismo liberal, que recuerda a la perspectiva adoptada por la mayoría del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) antes de la II Guerra Mundial, cuando el capitalismo se preparaba para la guerra y demandaba la colaboración de clases; los comunistas decidieron que era hora de continuar por su cuenta, pues. Prefirió aliarse con el populismo y el ciudadanismo, después de haber convivido durante tiempo con el liberalismo keynesiano, y se sumó al proyecto de falsificación y teatralización de la democracia burguesa.

La participación comunista en una farsa tampoco debe ser una decisión válida. Se puede rememorar al respecto la posición sostenida por el Partido Comunista de Italia (Sección de la Internacional comunista) entre 1921 y 1924.


Quisiera haber mencionado la Liga de los Comunistas al principio de este artículo, y su actitud crítica y dialéctica característica que fue construyendo el rico tejido histórico que hoy tenemos a nuestra disposición (algunas de cuyas hiladas he tratado de ilustrar por encima), para mencionar otra vez más, a continuación (y de paso hacer propaganda a tal prometedor proyecto de reconstrucción del diálogo comunista), al Espacio de Encuentro Comunistaque celebrará su III Asamblea durante los días 12 y 13 de marzo en la sede del Sindicato de Comisiones de Base (Co.bas) de Madrid. Ello sin olvidar una cosa, ni tampoco insinuar su contrario: a saber, el esfuerzo reflexivo y abierto que la lucha de clases demanda de los participantes del mismo, en un momento de especial debilidad histórica comunista en un mundo en donde el pensamiento único burgués, habiendo invadido y contaminado millones de conciencias (especialmente desde los años 90), amenaza ahora con violar todo tipo de independencia intelectual. El trabajo será arduo y difícil, y estoy convencido de que requiere de la reconstrucción de un sólido diálogo comunista que se me antoja analogar, aún con todas las excepciones que caben, con el de la Liga de los Comunistas.



Los comunistas del EEC han demostrado en su I y II asamblea que tomaron el camino correcto. Creo que cualquiera que esté siguiendo esta exposición sabe que no sólo lo digo por la tolerancia y voluntad unitaria entre los comunistas que participan y son parte de tal espacio. Si en este artículo se ha hablado del debate reforma-revolución, ha sido principalmente por varios motivos, entre los que se encuentran mi humilde consideración y recordatorio del enorme error en el que se cayó en el pasado al identificar revolución social con una insurrección ausente siquiera de signo proletario alguno o directamente con el mero golpismo derechista, así como la intención de ejemplificar algunas de las decisiones históricas comunistas (esta, en particular, ya superada desde la implantación del pensamiento de Marx en el planteamiento comunista desde su ingreso en la Liga). Pero entre esos motivos por los que hablé de dicho debate no está el de hacer proselitismo alguno de la reforma, porque los comunistas del EEC saben de sobra de la necesidad de la acción revolucionaria de la clase trabajadora y de la necesidad de transgredir el código legal burgués; necesidades que siempre fueron consecuencia lógica del factual origen económico antidemocrático-capitalista de la desigualdad social y del poder que lo provoca, y no del colectivo político propiamente dicho ni del Estado, aunque sus leyes lo autorreferencien como origen de tales, y los desclasados postmodernos hagan algo parecido pero con la cultura.


El paso a la "concentración en lo clandestino" (como me da por llamar a la ruptura definitiva con el Estado burgués a mí, que me he recreado en la idea de que es necesaria, en general, una simbiosis de ambos planos del trabajo político de los comunistas), más aún, una reunificación organizativa que permita liderar tal proceso, ha de ser, tal y como lo ve el que está escribiendo este mediocre artículo, batido y rebatido constantemente para no caer en los errores pasados, hasta que se den unos condicionantes que lo permitan. Hasta que se consolide una auténtica cultura de relaciones fraternales en la que no sea posible más que retroalimentarse, utilizando la rica historia y experiencia comunista. No dejando ningún monolito dogmático que sirva para que los enemigos de clase utilicen como palanca.



El camino de la constitución del Partido Comunista no comienza desde la situación relativamente fácil de 1917. Marx y Engels, cuando dan vida a la Liga de los Comunistas, están dando vida a un espacio reflexivo, crítico y con voluntad de lucha y camaradería. Estaban dando vida al Partido Comunista, el partido de la revolución socialista y del comunismo, cuya necesidad para explicar al proletariado el motor de la historia, el papel central que él mismo juega en ella en este estadio histórico de la humanidad o el modo de llevar a cabo lo que pide y desea, que lo demuestra en sus explosivos momentos de lucidez de clase (el control de los medios de producción, durante los episodios de incremento efímero de la violencia revolucionaria: huelgas, ocupaciones de empresas, creación de Consejos democráticos de Trabajadores, expropiaciones de propiedades privadas, etc), proclamarían tan sólo un año después.



Ese es el reto que el Espacio de Encuentro Comunista, a mi juicio, tiene por delante, que ha comenzado a conquistar poco a poco, y que ha de continuar edificando con cierta paciencia en la III Asamblea, para superar esta coyuntura en la que pareciera –y sólo pareciera— que se anda un siglo desfasados en cuanto a la madurez estructural del capitalismo (falta de margen de maniobra de los Estados, agotamiento socialdemócrata europeo, ruptura comunista griega, pequeña burguesía en crisis, catalización del saqueo a la clase trabajadora, etc) con respecto a la cohesión, coherencia y fuerza que debiera de caracterizar a los comunistas.


1.- Lucha de clases como motor de la historia; 2- Centralidad de la clase trabajadora en las luchas; 3.- Dictadura del proletariado como dominación de clase, frente a la actual dictadura del capital; 4.- Proceso insurreccional hacia el socialismo; 5.- Construcción de una sociedad socialista. 



CIRCULAR DEL COMITÉ CENTRAL A LA LIGA COMUNISTA (KARL MARX)




Marx, Engels y la cuestión del Partido


Programa de la Liga Spartakus y otros escritos Rosa Luxemburg


Rosa Luxemburgo. Reforma o revolución




V. I. Lenin. Marxismo y reformismo




Lenin y el socialismo en un solo país. El término marxismo-leninismo fue creado por José Stalin


Somos, la marca sindical de Podemos, un sindicato ciudadanista o interclasista


Borís Yeltsin






1 comentario:

  1. Aunque con retraso por mi parte, gracias por compartir.

    Continuaré recomendando este espacio a aquellos que deseen liberarse de sus cadenas, pues aquí tienen tu enorme y paciente trabajo a su disposición.

    Salud.

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