sábado, 12 de abril de 2014

Juan Moscoso del Prado, diputado del PSOE, asegura que “la izquierda debe olvidar el discurso de clases” y por lo tanto para él las clases sociales no existen


JUAN MOSCOSO, DIPUTADO DEL PSOE, ASEGURA QUE LAS CLASES SOCIALES NO EXISTEN



El moderno y desclasado desclasante Juan Moscoso

10 de abril de 2014

Diario Octubre

 Proclaman el fin de las clases para ocultar que son la clase explotadora


 “Las clases, tal y como un día las entendimos, desaparecieron” “Los ciudadanos ya no se definen por su situación en el mundo del trabajo. Se definen por muchos otros factores, distintos, y sobre todo por su capacidad de consumo, que se ha convertido en elemento identificador e igualador. Se han creado categorías de consumo, no de clase”




 No es la primera vez que la burguesía sentencia el final de la separación de la sociedad en clases. De hecho la burguesía lleva hablando del fin de la desigualdad desde sus primeros intentos de tomar el poder hace más de 500 años. Tampoco es la primera vez que dicho intento proviene desde “la izquierda” o de partidos con siglas obreras. No en vano las bases para destrucción del primer país socialista de la historia, la extinta Unión Soviética, están en las “reformas” realizadas por Nikkita Jruchev, que tenían su expresión ideológica en proclamado por el mismo fin de las clases en la URSS y el paso de la dictadura del proletariado al “Estado de todo el pueblo” como expresión de la voluntad de un pueblo no dividido en clases, que 30 años después se desveló como una nuevo Estado de dictadura de la burguesía.


Proclamar el final de la sociedad de clases y justificar las desigualdades sociales con otras causas persigue un objetivo fundamental: Ocultar la explotación sobre la clase obrera. Una forma muy recurrente de hacer esto es pretender simplificar la cuestión de la división de la sociedad en clases a la distribución social de la riqueza, o lo que es lo mismo dividir la sociedad en grupos que se diferencian por la riqueza social de que disponen, es decir su capacidad de consumo.


Pero precisamente la capacidad de consumo de un ser humano viene determinado por el lugar que ocupa en la producción social, es decir por la clase social a la que pertenece.


Explotadores y explotados


 El origen de la división de las sociedades primitivas en clases es la aparición de la propiedad privada. En el momento en que la sociedad fue capaz de producir más de lo necesario para el consumo inmediato aparecieron los propietarios y los no propietarios. Pronto los poseedores comenzaron a tomar a otros seres humanos como esclavos para apropiarse del excedente de su trabajo, apareciendo así la división de la sociedad en clases, poseedores y desposeídos, amos y esclavos.


Trabajo asalariado y capital


En el capitalismo la separación entre explotados y explotadores se basa en la separación entre capitalistas y trabajadores asalariados.


 Los capitalistas son el grupo de personas propietarias de los recursos (tierra, minas, maquinas etc) necesarios para producir los bienes que la sociedad necesita y demanda.


 Los asalariados son aquellos grupos de personas que al no poseer recursos propios para la producción se ven obligados a trabajar a cambio de un salario.


 La relación entre el capitalista y el trabajador asalariado es de compra-venta. El trabajador vende su fuerza de trabajo a un precio, el salario, que se establecerá en base a la especialización del trabajo, esto es su coste de producción, y de la oferta y la demanda de una especialización determinada.


 La propiedad sobre los medios de producción otorga a los capitalistas un lugar dirigente en la producción social. Deciden donde y cuanto se invierte y por lo tanto qué y cuanto se produce y por lo tanto determinan la investigación científico técnica y el desarrollo cultural y artístico.


El capitalismo es la época de la explotación asalariada, pero no todos los asalariados son explotados de la misma forma que no todos los súbditos eran siervos de la gleba.


Trabajo manual y trabajo intelectual


Con la revolución del neolítico el ser humano fue por primera vez capaz de producir más de lo necesario para su sustento sentando las bases para la separación de la sociedad en clases y con ella la separación entre el trabajo manual y el trabajo intelectual.


Primero los esclavos, después los siervos quedaron relegados al trabajo manual, el trabajo que genera la riqueza material. El trabajo intelectual, la organización y administración de la producción, la sociedad y la política, la ciencia y la cultura y por tanto el acceso al conocimiento y la capacidad para desarrollarlo pasaron a ser potestad de la clase dominante.


De la misma manera en nuestra moderna sociedad capitalista los obreros son la clase relegada al trabajo manual, a la transformación de unas mercancías en otras, de las materias primas en bienes de uso y consumo, mientras que la burguesía realiza el trabajo intelectual, dirigiendo, administrando y diseñando toda la producción material, social y artística. Tal es la separación de clase en nuestros días entre trabajo intelectual y trabajo manual, que mientras el segundo se ve obligado a entregar su fruto a cambio de un salario perdiendo todo derecho de propiedad sobre él, el segundo genera para quien lo realiza derechos de propiedad.


Patentes y registros de propiedad intelectual generan a los burgueses intelectuales derechos de autor y rentas sobre la riqueza material que el trabajo manual genera al reproducir sus obras, diseños y patrones.


El trabajo manual del obrero genera toda la riqueza material, pero no le otorga a este ningún derecho sobre su obra.


Amplias capas de la población asalariada ocupan en la actualizad un lugar en la producción destinado al trabajo intelectual y aunque en la mayoría de los casos al convertirse en asalariados ceden sus derechos intelectuales al capitalista que los contrata, la proporción en la perciben la riqueza social y el papel que desempeñan en la organización del trabajo es muy diferente al de los obreros.


Hablar del fin de las clases sin acabar con la explotación es reivindicar el “derecho” a vivir del fruto del trabajo ajeno


 Cada vez que la burguesía, desde la gran oligarquía financiera, hasta el pequeño burgués, proclama la extinción de las clases no tiene otra intención que ocultar la explotación sobre la clase obrera que implica la separación en clases de la sociedad capitalista. Cuando plantean que hoy nos diferencia más nuestra capacidad de consumo no tienen otra intención que ocultar la diferencia entre quienes producen la riqueza material y quienes se arrogan el derecho a disfrutar de ella sin producirla. No quieren decir otra cosa más que:


 “Yo tengo derecho a no bajar a las minas ni entrar a las fábricas, tengo derecho a no cargar ladrillos, tengo derecho a no desgastar mi vista cosiendo, tengo derecho a no castigar mis manos, ni mi espalda trabajando el campo… pero tengo derecho a comer del fruto del campo, a vestir ropas, a una vivienda y a consumir la energía y las mercancías que fabricaron los obreros en las minas y en las fábricas. Tengo derecho porque puedo comprarlo.”


 La sociedad de clases tuvo su origen y por lo tanto tendrá su final, pero de igual manera que una clase surgió para explotar a otras, esta solo desaparecerá cuando desaparezca toda forma de explotación y opresión. Entre tanto las proclamas acerca del final de las clases no serán más que máscaras tras las que la burguesía esconde su carácter explotador.


 ¿Qué quiere decir “supresión de las clases”? Todos los que se llaman socialistas reconocen este objetivo final del socialismo, pero no todos, ni mucho menos, reflexionan sobre el alcance de dichas palabras. Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que las leyes refrendan y formulan en su mayor parte), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo del otro por ocupar puestos diferentes en un régimen de economía social.


“Es evidente que, para suprimir por completo las clases, no basta con derrocar a los explotadores, a los terratenientes y a los capitalistas, no basta con suprimir su propiedad, sino que es imprescindible también suprimir toda propiedad privada sobre los medios de producción; es necesario suprimir la diferencia existente entre la ciudad y el campo, así como entre los trabajadores manuales e intelectuales. Esta obra exige mucho tiempo. Para realizarla, hay que dar un gigantesco paso adelante en el desarrollo de las fuerzas productivas, hay que vencer la resistencia (muchas veces pasiva y mucho más tenaz y difícil de vencer) de las numerosas supervivencias de la pequeña producción, hay que vencer la enorme fuerza de la costumbre y la rutina que estas supervivencias llevan consigo.” (Lenin “Una gran iniciativa”).


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: El señor Juan Moscoso realiza una impagable contribución al desenmascaramiento de su partido, el PSOE. 


Cuando un parlamentario, al que la dirección de su partido no ha enmendado la plana, y que por tanto cabe entender que representa la opinión de aquella (la que cuenta porque el resto son “brazos de madera” que cacarean, en el mejor de los casos, un izquierdismo falso pero tragan con lo que les echen), que las clases sociales como tales ya no existen y que éstas no operan como factores de identificación social, está claro que implícitamente asume que pronto quitarán la O de sus siglas, dado que en la práctica ya lo hicieron, al menos desde que el “clan [sevillano] de la tortilla” se hizo con un partido escondido bajo la cama durante la dictadura fascista para posicionarse en el nuevo escenario político surgido tras la muerte del dictador.


  Sus apelaciones a la “modernidad”, al “progresismo”, no son nuevas. De ahí que el prólogo al libro del señor Moscoso haya sido realizado por Pérez Rubalcaba y epilogado por Felipe González, como se sabe representantes de “lo nuevo”, que consiste en que los social-liberales vayan admitiendo ya abiertamente que no se reconocen en el término “izquierdas”. En esto tampoco la escudería del PSOE  es original. Se le ha adelantado, en un impagable favor, su socio en la Internacional Socialista, el Partido Democrático (Italiano), heredero bastardo del antiguo Partido Comunista de Italia, para el que su ubicación en la izquierda ya no es un elemento definitorio.


  Lo significativo no es que los social-liberales no sean, de hecho, ni siquiera de centro izquierda, lo significativo es que lo asuman. Vivimos un tsunami dentro de lo que históricamente fueron las izquierdas entendidas en su pluralidad: los socialdemócratas pasan a ser social-liberales de facto y repudian su herencia ideológica abandonada hace mucho, los comunistas pasan a ser socialdemócratas y se avergüenzan de su pasado bolchevique e insurrecional.


 La clave, que no es nada original, se encuentra no en el desplazamiento ideológico de la sociedad sino en el de esas izquierdas que, al renegar de sus identidades, transmiten a las clases trabajadoras que están huérfanas y que no es en ellas en las que deben encontrar la respuesta. He ahí la cuestión que explica que los desposeídos, los explotados, los oprimidos dentro de la maquinaria capitalista no encuentren en medio de una crisis que les está devolviendo a la condición proletaria del siglo XIX otro   medio de expresar su ira y su rabia -¿qué narices es esa chorrada de la indignación?- que caer en brazos de su enemigo de clase más radical: el fascismo, nacido del capitalismo en crisis. Cuando las izquierdas dejan de ser banderas de rebelión, y se convierten en fuerzas del orden burgués y de contención, otros ocupan su lugar, los que jamás debieron hacerlo. 


 El fascismo es el programa de las clases medias, que temen ser laminadas y desprovistas de sus privilegios, hoy por el capital, ayer por el fantasma del comunismo, pero quienes ponen la carne de cañón, nutren sus filas y caen en sus batallas son los desarraigados sociales, los parados, los que pierden su condición de seres con derechos, perdidos en medio de una ausencia de revolución social  que les libere de su condición de esclavos y les ponga en el centro de la historia, anunciándoles su emancipación de clase. 


Esto se vio ya a principios de los años 80 del pasado siglo cuando en las ciudades de extracción obrera de Francia el peso político que iba perdiendo el PCF lo iba ganando el Front National. Hoy el Front National francés es ya una formidable amenaza a las libertades y al futuro de las clases trabajadoras que, disparan sobre sí mismas, abandonando también a un PSF que hace políticas de derecha. Las primeras propuestas del nuevo primer ministro francés, el xenófobo  Manuel Valls, señalan que nada bueno puede cambiar en su programa económico y social para las clases trabajadoras francesas e inmigrantes. 


A los partidos autodenominados, pronto cambiarán sus nombres (la socialdemocracia alemana ya no es siquiera miembro de la Internacional Socialista), socialistas no les salen las cuentas electorales. No dan para mayorías suficientes que les permita gobernar por sí solos. Prefieren hacerlo con coaliciones  verdes (derechas “modernas”) antes que con los excomunistas, que siempre serían un recuerdo de lo que ellos fueron un día ¿Cómo iba a ser de otro modo, si en su papel de copia de las derechas liberales y neocons dan peor imagen que el original al que imitan. Lejos de una reflexión que les haga recuperar lo mejor de su pasado, que nunca fue mucho (baste ver su papel en el aplastamiento de la revolución alemana de 1918 o en el de la Revolución de Octubre), irán girando y girando a la derecha hasta su propia muerte por consunción. No pueden hacer otra cosa. Sus compromisos con el capitalismo se lo impiden. Y si no que se lo pregunten a Felipe González porque los Craxi y los Carlos Andrés Pérez ya no pueden responder desde sus tumbas.    


   La clase trabajadora sí que sabe lo que es y, a aquellos sectores de la misma que lo hubiesen olvidado, la crisis capitalista y quienes la están pagando se lo han aclarado. Otra cosa es que al señor Moscoso le parezca que es poco moderno, y sobre todo "peligroso" (para el orden capitalista al que él defiende), apelar a la existencia de clases sociales.


 Les recomiendo encarecidamente que lean la entrevista, que encontrarán en el enlace superior, al señor Moscoso porque su cinismo político no tiene desperdicio. Él es uno de esos sujetos que, de tanto repetir como un loro las palabras "ciudadanos" y "consumidores", creen que las realidades de explotación y clases sociales desaparecen. 









Ahora que hasta Warren Buffet se sinceró con su  famosa frase: "La lucha de clases sigue existiendo pero la mía va ganando", el diputado socialista Juan Moscoso de Prado manifiesta que "la izquierda debe olvidar el discurso de clases". Tal afirmación la realizó en el trancurso de una entrevista motivada por la presentación de un libro “La izquierda debe olvidar el discurso de clases”. Prologado por Alfredo Pérez Rubalcaba, y con epílogo del expresidente Felipe González, de quien Moscoso se declara fan.



“Hoy hay menos conciencia de clase, de grupo. Los partidos de izquierda tienen que olvidar el discurso de clases y captar apoyos en función de intereses y particularidades ideológicos. Hay que hacer más micropolítica. Dar respuesta a indignaciones concretas: la medioambiental, la social, la de las opciones sexuales...” El espejo en el que mirarse, el ejemplo de esa “modernización”, según el socialista, es Barack Obama. manifiesta. 
Cuando una respuesta global a la desigualdad, al emprobrecimiento de la población y a la desaparición de la clase media es más necesaria que nunca, se trata de  tener entretenido al electorado con el medio ambiente. 


Otros artículos


En cuanto a movimientos sociales como el 15-M, en el libro se felicita de que, “por suerte”, esa protesta no llegara a ofrecer una “alternativa al sistema institucional” actual. ¿Por suerte para quién? “El 15-M se podía haber convertido en un partido antisistema o algo peor. Por suerte, la ciudadanía ha optado por defender sus ideas desde los partidos y las instituciones".  



Moscoso del Prado es diputado del PSOE por Navarra desde el 2004, portavoz socialista en la Comisión Mixta para la Unión Europea y su participación en el desarrollo del Tratado de Lisboa.


Comenzó su vida laboral como consultor financiero en 1993. Después se incorporó al Consejo Económico y Social, desarrollando desde 1997 también su labor como profesor asociado de Economía en la la Universidad Carlos III. Es miembro de la Comisión Europea para la Organización Internacional del Trabajo. 


"Crecimos con mucha libertad en una España que ya no existe, sin apenas conocer la cara más oscura y represiva del franquismo, aunque somos el resultado del mismo. Nos formamos en un sistema educativo obsoleto, con medios muy modestos y bajo unos principios que poco o nada tenían que ver con la realidad que iba a estallar con la llegada de la democracia. Muchos de nuestros padres nunca entendieron la profundidad de los cambios que venían y poco o nada pudieron hacer para facilitar nuestra socialización en esos nuevos valores." 
"Los contratos indefinidos y las numerosas plazas dotadas en la Administración del Estado o en la autonómica durante toda la década de los ochenta quedaron fuera de nuestro alcance, y siempre nos dio la sensación de que fueron copados por la generación inmediatamente anterior, la generación tapón que ronda los 50 años".



"Conceptos fundamentales como el de la redistribución de la renta han sido olvidados. Debates como el del gasto público o el del déficit se plantean desde posiciones que rozan el integrismo económico y el autoritarismo intelectual. Por estas razones, 200 economistas del mundo académico, de los mercados y de la regulación, hemos redactado el Manifiesto por otra Política Económica, en el que proponemos un giro radical en la que se practica en España. Estamos convencidos de que la política económica actual no nos lleva a la convergencia real con la UE, al bienestar y la calidad de vida, sino a una sociedad de renta media, de trabajo barato y de baja productividad en la que será imposible satisfacer las más mínimas expectativas vitales de una mayoría".


 Entonces sí hablaba de distribución de la renta, cuando aún no había entrado en la política de un modo profesional.



Sorprende que diga" Muchos de nuestros padres nunca entendieron la profundidad de los cambios que venían y poco o nada pudieron hacer para facilitar nuestra socialización en esos nuevos valores" o "siempre nos dio la sensación de que fueron copados por la generación inmediatamente anterior, la generación tapón que ronda los 50 años".
 Ya que,  Su padre  
Javier Moscoso del Prado Muñoz 
Fue Miembro de la Carrera Fiscal desde 1960 en cuyo desempeño estuvo destinado en Pamplona durante más de 20 años, como Fiscal de la Audiencia Territorial de Navarra.


Posteriormente sería nombrado Fiscal del Tribunal Supremo en abril de 1987.
Su actividad profesional se ha desarrollado,  tanto en la Carrera Fiscal, la política y posteriormente en la empresa privada.


Fue elegido Diputado al Congreso por Navarra en las elecciones generales de 1979 por la UCD. En 1982,  junto con otros seguidores de la línea política de Francisco Fernández Ordóñez, se pasó al PSOE, siendo elegido Diputado con esta formación política por la circunscripción de Madrid ese mismo año, escaño que renovó después en las elecciones de 1986, por la circunscripción de Murcia.


En la formación del primer gobierno, Felipe González lo nombró Ministro de la Presidencia en 1982, 
cargo que ocupó hasta el final de la legislatura. Su apellido va unido a los días de permiso de los funcionarios, moscosos, ya que firmó él la instrucción siendo ministro.
Fue secretario general de la SGAE 
Ha sido miembro del Consejo General del Poder Judicial entre 1996 y 2001 y en la actualidad preside la Editorial Aranzadi, especializada en publicaciones jurídico-legales.



Es otro caso más de obtención de escaños padre e hijo, a pesar de que no son hereditarios y de toda una saga en el poder a lo largo del siglo XX, ejército, política y judicatura, los tres pilares del poder.    


En cuanto a la afirmación :


"Crecimos con mucha libertad en una España que ya no existe, sin apenas conocer la cara más oscura y represiva del franquismo, aunque somos el resultado del mismo "
Su abuelo, formó parte de esa represión de un modo activo


Carlos Moscoso del Prado Iza, Destinado en Pamplona con empleo de capitán, fue pieza clave en la conspiración y rebelión  Navarra organizada por el general  Mola  en julio de 1936. Carlos Moscoso alcanzó el grado de general de brigada del ejército. Tras estallar la guerra, redactó bandos militares y participó en tribunales de represión. Después de la guerra, como coronel fue director de la Escuela Militar de Alta Montaña de Jaca y llegó a general. El padre de Carlos Moscoso y  bisabuelo de Juan Moscoso había sido fiscal.

Enlaces
http://politica.elpais.com/politica/2014/04/06/actualidad/1396819308_316655.html 
 http://www.diariodenavarra.es/noticias/navarra/pamplona_comarca/pamplona/moscoso_psn_despide_orgulloso_haber_sido_concejal_54506_1702.html
 http://www.navarraconfidencial.com/2011/09/19/memoria-historica-selectiva/
Otros artículos
http://elpais.com/autor/juan_moscoso_del_prado/a/








“O subimos los impuestos a quienes más tienen o recortamos el gasto sanitario a los ancianos. Esto no es lucha de clases, son matemáticas”, dice Obama en otro gran discurso(me encantaría votar al tipo que los redacta). La frase es hábil porque saca el debate de lo ideológico hasta reducirlo a una simple cuestión técnica, tan indiscutible como que dos más dos son cuatro.

Obama utiliza la fuerza de su rival –ese Tea Party que le retrata como un comunista peligroso– para hacerle caer al suelo. Punto para el karateca. Pero, ¿de verdad ya no hay lucha de clases?


Otra cita, ésta del multimillonario Warren Buffett: “Claro que hay lucha de clases. Pero es mi clase, la de los ricos, la que ha empezado esta lucha. Y vamos ganando”. Buffett también usa las matemáticas para demostrar que las grandes fortunas en EEUU pagan hoy menos porcentaje en impuestos que sus secretarias. Es un drama universal: en la mayoría de los países prósperos, según la OCDE, ha aumentado la desigualdad económica durante las últimas décadas casi a la misma velocidad con la que han menguado los impuestos para los multimillonarios.


La nueva gran depresión está aumentando aún más la desigualdad. Más matemáticas en dos ejemplos simbólicos: en EEUU ya hay más de 46 millones de pobres, la mayor cifra en medio siglo; mientras tanto, en el otro extremo de la pirámide social, Porsche logró este agosto (en el que la economía volvió al borde de la recesión) un nuevo récord histórico en ventas de sus coches de lujo.


Puede que la terminología marxista suene hoy vieja. Que toda la sociedad se considere clase media es otro éxito ideológico de la derecha. Pero ese mundo que algunos dibujan, donde no hay ni pobres ni ricos, ni tampoco diferentes intereses entre las clases sociales, es aún más irreal que la utopía comunista.










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