domingo, 24 de febrero de 2013

El #YoSoy132 y la conciencia política de la izquierda mexicana 21-10-2012


Notas críticas en torno a la coyuntura

 

 


Han pasado aproximadamente 5 meses desde que el movimiento #YoSoy132 surgió como un referente de lucha que puso en cuestión la legitimidad de las instituciones del régimen político mexicano (desde partidos políticos hasta medio masivos de comunicación), al tiempo que hizo el llamado a la sociedad mexicana a defender el voto libre, crítico e informado.

Si bien las principales reivindicaciones del #YoSoy132 se centraron en la coyuntura electoral, el intento de construcción de un programa de lucha merece ser tomado en cuenta, por cuanto permitiría trascender la coyuntura electoral y afirmarse como un proyecto capaz de articular la lucha en contra de las políticas neoliberales que se han implementado y que se implementarán en el país.

No obstante, el movimiento se encuentra en un momento de debilitamiento y estancamiento. Como en toda coyuntura, la finitud acecha y amenaza con sepultar la burbuja de esperanza que había logrado hacer brotar de la triste y macabra realidad mexicana. El poder de convocatoria, tanto a las movilizaciones como a las asambleas locales o Interuniversitarias, ha ido decayendo desde hace ya varias semanas. La incapacidad de articularse con otros sectores en lucha también ha posibilitado que, más allá de las consignas y de los comunicados, las alianzas estratégicas sean sólo de nombre pero no de hecho.

Podríamos preguntarnos seriamente qué procesos de formación política y organizativa, frente a la población mexicana, ha desarrollado éste movimiento. Esto nos permitiría tener un criterio para medir el grado de incidencia que ha tenido el #YoSoy132 en el desarrollo de la conciencia política de la gente. Pues, es evidente que la consecución del fin específico que se proponía, a saber, detener la imposición de EPN como titular del ejecutivo, no fue logrado.

Sería exagerado e ingenuo “culpar” a los jóvenes del #YoSoy132 por no haber logrado el objetivo antes señalado. Antes bien, deberíamos analizar críticamente los elementos, actores e intereses que se encuentran en el escenario político-económico y que son los que determinaron desde un inicio que EPN debía ocupar la silla presidencial. Éste análisis requeriría de una investigación profunda, en donde se señalaran los grupos de poder económicos a escala internacional, en connivencia con los grupos políticos y económicos del país, que han estado exigiendo las “reformas estructurales” que EPN se encargaba de pregonar en su campaña. También debería presentar los efectos, en términos económicos y ambientales, de lo que representará la entrega a gran escala de los sectores estratégicos naturales y productivos del país a la inversión privada.

En este breve ensayo señalaremos los puntos que consideramos importantes para hacer un balance crítico de la coyuntura que inauguró el #YoSoy132 y que parece estar llegando a su fin.

La defensa del voto

El movimiento #YoSoy132 surge en un contexto inmediatamente previo a la celebración de los comicios electorales para elegir al titular del ejecutivo. El proceso pre-electoral, como bien se sabe, estuvo fuertemente cargado hacia la figura de EPN; no sólo desde los monopólicos medios masivos de comunicación que construyeron la imagen socialmente aceptada de un candidato presidencial salido de alguna telenovela, sino también por las cantidades exageradas de dinero que se usaron para comprar votos en las regiones más pobres del país.

La defensa del voto libre, frente a la imposición anunciada, tiene un origen que se remonta a la historia de los procesos electorales en el país. En primer lugar, el periodo que comprende los años de 1929 a 1988 (fecha en la que ocurre uno de los mayores fraudes electorales) es el reflejo de una ilusión de democracia. Con el partido del régimen a la cabeza, el voto venía a ser una mera formalidad que legitimaba al candidato elegido desde las cúpulas poderosas. Sin embargo, en 1988 la urgencia de las elites económicas por acelerar las políticas neoliberales hizo posible el fraude electoral que daría el triunfo a Carlos Salinas de Gortari. Después de otro sexenio encabezado por Ernesto Zedillo, en una farsa de “cambio democrático”, Vicente Fox, candidato del PAN, gana las elecciones en el año 2000.

Éste aparente cambio político sólo sirvió de mascarada para dar continuidad al conjunto de privatizaciones, des-regulaciones económicas y ambientales, corrupción y entreguismo que el PAN había pactado con los grupos empresariales y políticos para que le fuera concedido su coto de poder.

La administración del PAN en el gobierno mostró que nada había cambiado en el modelo político y económico del país, y mostró también, el inicio de una estrategia de contrainsurgencia. Es así como en el 2006, después de otro fraude electoral, antecedido de una guerra sin cuartel contra el candidato del partido opositor, la ultraderecha del PAN en connivencia con el PRI violenta la voluntad ciudadana que había votado por AMLO, candidato del PRD.

Así inicia la política de terror de Felipe Calderón que, junto a la ayuda del gobierno de Estados Unidos, sistematizó la lucha contra la población civil en el territorio nacional mal llamándola: guerra contra el narcotráfico. Todo ello aparejado con la entrega de los recursos naturales a las transnacionales y la intensificación de la explotación laboral.

Es en éste horizonte político que los estudiantes y jóvenes del #YoSoy132 expresan la demanda básica, sistemáticamente violentada a lo largo de la historia de la “democracia” mexicana, de: la defensa y el respeto del voto. Por ello, no es casual, ni le resta importancia, que la lucha emprendida por éste movimiento se haya concentrado en exigir las condiciones mínimas para la realización de unos comicios transparentes. El cuestionamiento incesante a los medios de comunicación por ser formadores acríticos de opinión, las movilizaciones en repudio a la imposición de EPN, el despliegue espontáneo de observadores de casillas el día de la elección, el cerco simbólico a Televisa, los brigadeos masivos en los metros, paraderos y colonias. Y sobre todo, la construcción de una Asamblea General Interuniversitaria, respaldada por las asambleas de base universitarias, en donde, a pesar de sus grandes limitaciones políticas, se discutía y se coordinaban acciones. Todo ello, ejemplo digno de lucha de una generación que parecía estar hundida en la apatía absoluta.

El movimiento #YoSoy132 supo entender que la continuidad de los dos partidos en el poder representaría la continuidad de la ilusión de democracia. Por eso, a pesar de ser un movimiento independiente y apartidista, quienes nutrían el grueso de sus integrantes eran personas que, sobre la base de una intuición o de una reflexión crítica, consideraban que no era cosa menor votar por el candidato opositor y abrir la posibilidad de participación política a los diferentes sectores de la sociedad, todo ello sobre la base de un proyecto económico diferente al de las privatizaciones y políticas neoliberales.

El programa de lucha

El #YoSoy132 también logro ver con cierta claridad que la lucha contra la imposición de EPN era parte de una lucha más grande. Es decir, que la lucha debía reclamarse como antineoliberal, por ser el modelo económico sobre el cual se ha venido desarrollando la política mexicana y que ha posibilitado el ultraje, el fraude, la expoliación, la explotación y la miseria.

El carácter antineoliberal del movimiento quedó cristalizado en el programa de lucha que contenía 6 puntos y que, idealmente, permitiría trascender la coyuntura electoral:

1. Democratización y transformación de los medios de comunicación, información y difusión.

2. Cambio en el modelo educativo, científico y tecnológico.

3. Cambio en el modelo económico neoliberal

4. Cambio en el modelo de seguridad nacional.

5. Transformación política y vinculación con movimientos sociales

6. Salud

Estos 6 ejes posibilitarían la articulación de las diferentes luchas en contra de las medidas neoliberales que el gobierno mexicano ha implementado y pretende implementar. Sin embargo, la falta de capacidad organizativa, aunado a la gran falta de claridad política de los integrantes del movimiento #YoSoy132 y de los movimientos sociales de izquierda, el plan de lucha fue dejado de lado y arrumbado como uno más de los recuerdos que la izquierda gusta guardar en su cajón de fracasos.

La convención nacional contra la imposición I y II

Como era de esperar, dos semanas después de los comicios electorales, las diversas organizaciones de izquierda se reunieron en Atenco los días 14 y 15 de julio para construir un plan de acción que frenara la imposición de EPN. Caracterizada por la falta de discusión política y el diálogo crítico y serio, resonaron, como siempre, las mismas consignas propuestas para cualquier mal social: desde la huelga general, pasando por el paro nacional, hasta la instauración de un gobierno socialista o la toma efectiva de los medios de comunicación y de producción. Después de horas de autocomplacientes discursos se resolvió la gran acción: tomar Televisa.

A pesar de la impresionante cantidad de organizaciones registradas y de los discursos incendiarios, las acciones programadas para las semanas venideras resultaron con poca participación y, si no fuera por la palabra “simbólico” que aderezó la mayoría de las acciones, hubiesen sido, o fueron, un fracaso.

La segunda convención no distó mucho de la primera. Con más de 300 organizaciones sociales reunidas en la ciudad de Oaxaca, volvió a faltar la discusión política de fondo y se volvió, intencionalmente, por parte de los moderadores (personajes como el Alebrije y el moderador del SME que se dedicaron a monopolizar la palabra y a sabotear la asamblea plenaria), a repetir la urgencia por sacar un plan de acción insulso y sin objetivos políticos.

Como ejemplo de las propuestas descabelladas que siempre abundan, podemos señalar aquella que proponía la creación de un “gobierno provisional revolucionario” o la construcción de una “nueva constitución” sobre la base del mero deseo y sin considerar que dichos procesos han sido históricamente el resultado de una lucha encarnizada, producto de movimientos revolucionarios.

No faltó tampoco la solución por excelencia de los manuales que mutilan la capacidad crítica y reflexiva de las personas: la huelga general.

Llamar a huelga general o al paro nacional cada fin de semana, sin considerar las condiciones reales de su viabilidad práctica, hace que el término se convierta en una broma y pierda la seriedad que tiene como instrumento de lucha de los trabajadores.

Cabe señalar que ni siquiera se discutió la manera de articular la lucha en contra de la reforma a la ley federal del trabajo y la lucha contra la imposición de EPN como parte de la imposición de la política neoliberal.

Hoy por hoy, no existe ningún eco de dicha convención.

Algunas preguntas...

Lo anterior nos deja con una serie de preguntas que podrían servir para hacer un balance crítico y puntual sobre el movimiento #YoSoy132 en particular y sobre la izquierda mexicana en general.

Si Lukacs no se equivocaba cuando decía que el autoconocimiento del sujeto proletario era también conocimiento de la realidad social como totalidad, y que ésta a su vez definía la conciencia de clase, entonces la pregunta que debemos formularnos es, ¿en qué condiciones se encuentra la conciencia de clase del proletariado mexicano, que, frente a la imposición de EPN y del conjunto de reformas neoliberales es incapaz de organizarse y defender sus intereses de clase?

¿El movimiento #YoSoy132 ha desarrollado la conciencia política de la población mexicana?, ¿en dónde podríamos observar dicho resultado?

¿En qué o en dónde estriba la incapacidad de la izquierda mexicana para organizarse unitariamente y lograr construir condiciones favorables para un proyecto emancipatorio?

Conclusión

Toda coyuntura termina por depurar posiciones, personas y aspiraciones. La coyuntura que inauguró el movimiento #YoSoy132 llega a su fin con una experiencia que refleja el nivel general de conciencia política de la sociedad mexicana. En este sentido, ésta coyuntura muestra la necesidad de generar procesos de auto formación política en los movimientos sociales de izquierda y en la población. Formación crítica que logre ser una brújula para la acción y no un lastre que imposibilite entender la realidad, conduciendo la praxis hacia la derrota y la frustración.

Las posiciones políticas que encontramos en ésta coyuntura tienen la limitación de ser posturas surgidas al calor de la situación, sin ser producto de una reflexión seria y radical. Más allá de las consignas “incendiarias” y mal llamadas “socialistas” o “comunistas”, que por cierto siempre abundan y que nunca prosperan, el análisis vertido desde las diferentes posiciones demuestra una laguna teórica para entender el significado de la lucha.

Necesario es, entonces, dejar los discursos autocomplacientes, llenos de retórica pero faltos de razón, y el recetario de acciones predefinidos por el manual; y bregar, no sólo con los vicios políticos y organizativos del movimiento social de izquierda, sino con la pereza mental e intelectual que inhibe la captación adecuada de la realidad en cuanto tal. De ello depende la posibilidad de empezar a dar en el blanco, si de anticapitalismo y de radicalidad hablamos. Pues, como recuerda el buen amigo de Marx,

“Para el triunfo definitivo de las tesis expuestas en el "Manifiesto", Marx confiaba tan sólo en el desarrollo intelectual de la clase obrera, que debía resultar inevitablemente de la acción conjunta y de la discusión.”

 

 

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