viernes, 30 de diciembre de 2011

Desmitificando el concepto de República burguesa.

Hay que leer la obra de Marx (Las luchas clases en Francia), en  esta obra desmitifica el concepto de República con respecto a la Monarquía. Como siempre los marxistas, tenemos que poner apellidos a los nombres, es decir darle contenido de clase.
Cuando se habla de democracia, tenemos que diferenciar entre democracia burguesa y democracia proletaria, igual con respecto al concepto de República.
Al final, el que pone las leyes es la burguesía, especifica Marx, no es la burguesía industrial, sino la burguesía financiera, él le  llama lumpen burguesía.
En el M15M, se han dado cuenta ahora, los “mercados”, eufemismo postmoderno, del sistema capitalista,  son los que manda.
El enlace, de la obra
Las luchas de clases en Francia
Ojo, la introducción que hace Engels, tiene poco que ver con el texto

Quitando la careta a Bakunin.

Estoy leyendo las obras de Marx, sobre el debate con Bakunin, en la primera internacional comunista, durante los años 1.871, 1.872 y 1.873.
He hecho una selección de sus obras
Esta obra se llama, (Las pretendidas escisiones en la Internacional), Marx, hace un análisis de Bakunin y su trayectoria.
Esta obra se llama, (Los bakunistas en acción), memoria sobre el levantamiento en España en el 1.873.
He llegado a la conclusión, que Bakunin era un infiltrado de la burguesía, o por lo menos lo hacia consiente o inconsciente su trabajo en el movimiento obrero. Esto que estoy diciendo, los anarquistas se van ha rebelar conmigo.
Con esto no quiero decir que todos los anarquistas proletarios, ha habido y hayan buenos revolucionarios “ingenuos”.
Análisis complementario, de la primera internacional
Alan Woods: aunque esta persona es leninista-trotskysta, es bueno haciendo análisis marxistas.
http://www.taringa.net/posts/info/4874140/Marx-vs-Bakunin-_Primera-parte_.html
http://www.taringa.net/posts/info/4874373/Marx-vs-Bakunin-_Segunda-Parte_.html
http://www.marxist.com/marx-versus-bakunin-tercera-parte.htm
http://peru.elmilitante.org/historia-othermenu-46/1717-marx-vs-bakunin-cuarta-parte-
http://argentina.elmilitante.org/historia-othermenu-55/4896-marx-contra-bakunin-quinta-parte.html

jueves, 15 de diciembre de 2011

Viva Andalucía libre, de caciques , terratenientes o latifundistas

Carta de Diego Cañamero, al hijo de la Duquesa de Alba
En Andalucía, la burguesía  en España no hizo su revolución, con respecto  a la tierra, la Reforma Agraria, nosotros la clase obrera(o pueblo andaluz, que está incluido los pequeños campesinos) en la Nación andaluza, con la clase obrera en el Estado Español, tenemos que hacer expropiar las tierras a los terratenientes,  sin indemnización y nacionalizar  o socialización la tierra.

Artículos comentados por mí.

Como no tengo foro de debate, opino en los artículos periódicos digitales
En esta artículo, mi comentario es, 1 y 2(este está repetido)
En este artículo, mi comentario es, 3, 4, 5 y 19
En este artículo, mi comentario es, 17 y 18
En este artículo, mi comentario es, 2, 4, 5, 6, y 7
En este artículo, mi comentario es, el 14 y 15, lo firmo como Juan José, el revolucionario
En este artículo, mi comentario es, el 6,7, y 8, lo firmo como Juan José, el revolucionario.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Documental sobre el asesinato de Andreu Nin ( lider del P.O.U..M.)

Documental sobre el asesinato y la tortura a Andreu Nin (líder del POUM) por los servicios secretos soviéticos. No salio a luz toda la verdad hasta que no abrieron los archivos soviéticos en los 90. http://www.youtube.com/watch?v=p-o0rqbM8Kk&feature=related

jueves, 8 de diciembre de 2011

Citas, Carlos Marx, Crítica del Programa de Gotha

C. Marx

Crítica del Programa de Gotha


K. Marx
                      GLOSAS MARGINALES AL PROGRAMA DEL                                        .                        PARTIDO   OBRERO ALEMAN
En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!
Cabe, entonces, preguntarse: ¿que transformación sufrirá el régimen estatal en la sociedad comunista? O, en otros términos: ¿qué funciones sociales, análogas a las actuales funciones del Estado, subsistirán entonces? Esta pregunta sólo puede contestarse científicamente, y por más que acoplemos de mil maneras la palabra pueblo y la palabra Estado, no nos acercaremos ni un pelo a la solución del problema.
Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado.
 

domingo, 4 de diciembre de 2011

Problemas de la teoría marxista del partido revolucionario

 
Pulsando, libros libres, te saldrá una rica bibliográfia

4 de diciembre de 1.977, día nacional de Andalucía

4 de diciembre de 1.977, día nacional de Andalucía
K. Marx & F. Engels
                                                Manifiesto del Partido Comunista
                                                                    (1848)
                                                BURGUESES Y PROLETARIOS
Por su forma, aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional.  Es lógico que el proletariado de cada país ajuste ante todo las cuentas con su propia burguesía.
                                                                   II
                                       PROLETARIOS Y COMUNISTAS
A los comunistas se nos reprocha también que queramos abolir la patria, la nacionalidad.
Los trabajadores no tienen patria.  Mal se les puede quitar lo que no tienen.  No obstante, siendo la mira inmediata del proletariado la conquista del Poder político, su exaltación a clase nacional, a nación, es evidente que también en él reside un sentido nacional, aunque ese sentido no coincida ni mucho menos con el de la burguesía.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Resumen, circular del C.C. a la Liga Comunista


                              Carlos Marx
Circular del Comité Central a la Liga Comunista, Marzo de 1850
Mientras el partido democrático, el partido de la pequeña burguesía, amplía y robustece su organización, el partido de la clase obrera pierde su cohesión o forma organizaciones locales para fines locales, y así se ve envuelto en el movimiento democrático y cae bajo la influencia de la pequeña burguesía. Este estado de cosas debe terminar; la independencia de la clase trabajadora debe ser restablecida.
Os hemos dicho, hermanos, en 1848 que el liberalismo alemán vendría pronto al Poder y emplearía éste una vez más contra la clase trabajadora. Habéis visto cómo ha sido realizado. Fue la burguesía quien, después del victorioso movimiento de marzo de 1848, tomó las riendas del gobierno, y el primer uso que hizo del Poder fue hacer retroceder a los trabajadores, sus aliados en la lucha contra el absolutismo, a su anterior condición de oprimidos. No podían ellos conseguir su propósito sin la asistencia de la derrotada aristocracia, a la cual transfieren incluso el Poder gubernamental, guardando, no obstante, para sí mismos la intervención definitiva del Gobierno a través del presupuesto.
La parte que los liberales jugaron en 1848, este papel de traición, será desempeñado en la próxima revolución por el partido de la pequeña burguesía, la cual, entre los partidos de oposición al Gobierno, está ahora ocupando la misma posición que los liberales tenían antes de la revolución de Marzo. Este partido democrático, el cual es más peligroso para los trabajadores que lo fue el partido liberal, está integrado por los siguientes elementos:
  1. Por los miembros más progresivos de la alta burguesía, cuya misión es barrer todos los residuos de feudalismo y absolutismo;
  2. Por la pequeña burguesía democrático-constitucional, cuyo principal objeto es establecer una federación democrática de los Estados alemanes, y
  3. Por la pequeña burguesía republicana, cuyo ideal es transformar Alemania en una especie de República suiza. Estos republicanos se llaman a sí mismos "rojos" y "socialdemócratas", porque tienen el piadoso deseo de remover la presión del gran capital sobre el más pequeño y la que la gran burguesía ejerce respecto de la pequeña.
Todos los partidos, después de la derrota que han sufrido, se llaman republicanos o rojos, exactamente igual que en Francia la pequeña burguesía republicana se llama a sí misma socialista. Donde, no obstante, tiene la oportunidad de lograr sus fines por métodos constitucionales, usan su vieja fraseología y muestran por los actos que no han cambiado en absoluto. Es, naturalmente, evidente que el cambio de nombre de tal partido no altera su actitud hacia la clase trabajadora; esto prueba únicamente que en su lucha contra las fuerzas unidas del absolutismo y de los capitalistas fuertes ellos necesitan la ayuda del proletariado.
El partido democrático pequeño-burgués es muy poderoso en Alemania. Abarca, no solamente la gran mayoría de la población de las ciudades (pequeños comerciantes y artesanos), sino también los terratenientes y jornaleros, en tanto los últimos no han establecido todavía contacto con el proletariado de la ciudad.
La clase trabajadora revolucionaria actúa de acuerdo con ese partido mientras se trata de luchar y abolir la coalición aristocrático-liberal; en todas las demás cuestiones, la clase trabajadora revolucionaria necesita actuar independientemente. La pequeña burguesía democrática está muy lejos de desear la transformación de toda la sociedad; su finalidad tiende únicamente a producir los cambios en las condiciones sociales que puedan hacer su vida en la sociedad actual más confortable y provechosa. Desea, sobre todo, una reducción de los gastos nacionales por medio de una simplificación de la burocracia y la imposición de las principales cargas contributivas sobre los señores de la tierra y los capitalistas. Pide igualmente establecimientos de Bancos del Estado y leyes contra la usura; todo a los fines de librar de la presión del gran capital a los pequeños comerciantes y obtener del Estado crédito barato. Pide también la explotación de toda la tierra para terminar con todos los restos del derecho señorial. Para este objeto necesita una Constitución democrática que pueda darles la mayoría en el Parlamento, Municipalidades y Senado. Con el fin de adueñarse del Poder y de contener el desarrollo del gran capital, el partido democrático pide la reforma de las leyes de la herencia, e igualmente que se transfieran los servicios públicos y tantas empresas industriales como se pueda a las autoridades del Estado y del Municipio. Cuanto a los trabajadores, ellos deberán continuar siendo asalariados, para los cuales, no obstante, el partido democrático procurará más altos salarios, mejores condiciones de trabajo y una existencia más segura. Los demócratas tienen la esperanza de realizar este programa por medio del Estado y la Administración municipal y a través de instituciones benéficas.
En concreto: aspiran a corromper a la clase trabajadora con la tranquilidad, y así adormecer su espíritu revolucionario con concesiones y comodidades pasajeras.
. Las peticiones democráticas no pueden satisfacer nunca al partido del proletariado. Mientras la democrática pequeña burguesía desearía que la revolución terminase tan pronto ha visto sus aspiraciones más o menos satisfechas, nuestro interés y nuestro deber es hacer la revolución permanente, mantenerla en marcha hasta que todas las clases poseedoras y dominantes sean desprovistas de su poder, hasta que la maquinaria gubernamental sea ocupada por el proletariado y la organización de la clase trabajadora de todos los países esté tan adelantada que toda rivalidad y competencia entre ella misma haya cesado y hasta que las más importantes fuerzas de producción estén en las manos del proletariado.
Para nosotros no es cuestión reformar la propiedad privada, sino abolirla; paliar los antagonismos de clase, sino abolir las clases; mejorar la sociedad existente, sino establecer una nueva. No hay duda de que con el mayor desarrollo de la revolución la pequeña burguesía democrática puede advenir por algún tiempo el partido más influyente de Alemania.
Los trabajadores no deben moverse por el general entusiasmo hacia el nuevo estado de cosas, al cual siguen usualmente luchas en las calles; deben guardar todo su ardor por una fría y desapasionada concepción de las nuevas condiciones, y manifestarán abiertamente su desconfianza respecto del nuevo Gobierno. Fuera del Gobierno oficial constituirán un Gobierno revolucionario de los trabajadores en forma de Consejos ejecutivos locales o comunales, Clubs obreros o Comités de trabajadores; de tal manera, que el Gobierno democrático burgués, no solamente pierda todo apoyo entre los proletarios, sino que desde el principio se encuentre bajo la vigilancia y la amenaza de autoridades tras de las cuales se halla la masa entera de la clase trabajadora.
El armamento de todo el proletariado con fusiles, cañones y municiones debe ser realizado en el acto; necesitamos prevenir el resurgimiento de la vieja milicia burguesa, cosa que ha sido siempre hecha contra los trabajadores. Donde esta medida no pueda cumplirse, los trabajadores tratarán de organizarse ellos mismos en una Guardia independiente, con sus propios jefes y su Estado Mayor, para ponerse a las órdenes, no del Gobierno, sino de las autoridades revolucionarias elegidas por los obreros. Donde los trabajadores estén empleados en servicios del Estado deben armarse y organizarse en Cuerpos especiales, con jefes escogidos por ellos mismos o formando parte de la Guardia proletaria.
Bajo ningún pretexto darán sus armas y equipos, y todo intento de desarme debe ser vigorosamente resistido.
El primer punto que provocará el conflicto entre demócratas y proletarios es la abolición de todos los derechos feudales. Los demócratas pequeño-burgueses, siguiendo el ejemplo de la primera revolución francesa, mantendrán la tierra como propiedad privada de los campesinos; esto es, dejarán a los obreros agrícolas como están y crearán una pequeña burguesía campesina, que atravesará el mismo ciclo de miseria espiritual y material en que se encuentra actualmente el campesino francés.
Los trabajadores, en interés del proletariado agrícola tanto como en su propio interés, deberán oponerse a semejantes propósitos. Pedirán que las tierras feudales confiscadas sean nacionalizadas y convertidas en explotaciones dirigidas por grupos de trabajadores de la tierra; todas las ventajas de la explotación agrícola en grande escala deberán ser puestas a su disposición; estas colonias agrícolas, trabajadas según el principio cooperativo, deberán ser organizadas en medio de las resquebrajaduras institucionales de propiedad. Así como los demócratas están combinados con la pequeña burguesía campesina, así nosotros debemos luchar hombro con hombro con el proletariado agrícola.
Además, los demócratas trabajarán directamente por una República federal, o por lo menos, si no pueden evitar la formación de la República una e indivisible, tratarán de paralizar la centralización del Gobierno concediendo la independencia posible a las Municipalidades y provincias. Los obreros deben luchar contra este plan, no sólo para conseguir la una e indivisible República alemana, sino para lograr concentrar el mayor poder posible en manos del Gobierno central.
No deben ser engañados por las democráticas vulgaridades alrededor de la libertad de los Ayuntamientos, self-determination, etc., etc. En un país como Alemania, donde hay tantas reminiscencias medievales que barrer y tanta local y provincial obstinación que quebrantar, por ninguna circunstancia puede permitirse que ciudades y provincias opongan obstáculos a la actividad revolucionaria que necesita emanar del centro. Que los alemanes tengan que luchar y morir como hasta aquí lo han hecho, una y otra vez, por cada avance, en cada ciudad y en cada provincia separadamente, es algo que no puede ser tolerado. Como en Francia en 1793, así es hoy la tarea del partido revolucionario alemán: centralizar la nación.
Hemos visto que los demócratas vendrán al Poder en la primera fase del movimiento, y que serán obligados a proponer medidas de mayor o menor naturaleza socialista.
Se preguntarán qué medidas contrarias deberán ser propuestas por los trabajadores. Naturalmente, en el comienzo no podrán proponer las actuales medidas comunistas; pero se puede compeler a los demócratas a atacar el viejo orden social por tantos puntos como sea posible, perturbar sus procedimientos regulares, comprometerlos a ellos mismos y concentrar en las manos del Estado, en la proporción que se pueda, las fuerzas productivas, los medios de transporte, fábricas, ferrocarriles, etc. etc. Las determinaciones de los demócratas, los cuales en ningún caso son revolucionarios, sino simplemente reformistas, deben ser estimuladas hasta el punto de que se conviertan en ataques directos a la propiedad privada; así, por ejemplo, si la pequeña burguesía propone la incautación de los ferrocarriles y las fábricas, los trabajadores deben decir que, siendo estos ferrocarriles y estas fábricas propiedad de los reaccionarios, tienen que ser confiscados simplemente por el Estado y sin compensación. Si los demócratas proponen impuestos proporcionales, los trabajadores deben pedir impuestos progresivos; si los demócratas se declaran en favor de un impuesto progresivo moderado, los trabajadores deben insistir en un impuesto que paso a paso, gradualmente, signifique el hundimiento del gran capital; si los demócratas proponen la regulación de la Dieta Nacional, los trabajadores deben pedir la bancarrota del Estado.
Las demandas de los trabajadores dependerán de los propósitos y medidas de los demócratas. Si los trabajadores alemanes han de venir solamente al Poder y al logro de sus intereses de clase después de un prolongado desarrollo revolucionario, pueden, al menos, estar ciertos de que el primer acto de este drama revolucionario coincidirá con la victoria de su clase en Francia, y esto acelerará seguramente el movimiento de su propia emancipación.
Pero ellos mismos han de realizar la mayor parte del trabajo; necesitarán ser conscientes de sus intereses de clase y adoptar la posición de un partido independiente. No deben ser apartados de su línea de independencia proletaria por la hipocresía de la pequeña burguesía democrática. Su grito de guerra debe ser: "La Revolución permanente".
Londres, marzo de 1850


Resumen, La guerra civil en Francia, de Carlos Marx

                                                 Carlos Marx

                                La Guerra Civil en Francia

                                     INTRODUCCION

                                   Por Federico Engels[1]

  Contra esta transformación, inevitable en todos los Estados anteriores, del aparato estatal y sus órganos, de servidores de la sociedad en amos de ella, la Comuna empleó dos remedios infalibles. En primer lugar, cubrió todos los cargos administrativos, judiciales y educacionales por elección, mediante sufragio universal, concediendo a los electores el derecho a revocar en todo momento a sus elegidos. En segundo lugar, pagaba a todos los funcionarios, altos y bajos, el mismo salario que a los demás trabajadores. El sueldo máximo asignado por la Comuna era de 6.000 francos. Con este sistema se ponía una barrera eficaz al arribismo y a la caza de cargos, y esto sin contar con los mandatos imperativos que, por añadidura, introdujo la Comuna para los diputados a los cuerpos representativos.

Últimamente las palabras "dictadura del proletariado" han vuelto a sumir en santo terror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!
F. Engels
Londres,
en el vigésimo aniversario de la Comuna de París,
18 de marzo de 1891.

                          PRIMER MANIFIESTO
Del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores,sobre la Guerra Franco-Prusiana
"Somos enemigos de todas las guerras, pero sobre todo de las guerras dinásticas. . . Con profunda pena y gran dolor, nos vemos obligados a soportar una guerra defensiva como un mal inevitable; pero, al mismo tiempo, apelamos a toda la clase obrera alemana para que haga imposible la repetición de una desgracia social tan inmensa, reivindicando para los pueblos mismos la potestad de decidir sobre la paz y la guerra y haciéndolos dueños de sus propios destinos".

                                        LA GUERRA CIVIL EN FRANCIA
Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores
                                                                .III
En la alborada del 18 de marzo de 1871, París despertó entre un clamor de gritos de "Viva la Comuna!"
La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera. La Comuna no había de ser un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo. En vez de continuar siendo un instrumento del Gobierno central, la policía fue despojada inmediatamente de sus atributos políticos y convertidos en instrumento de la Comuna, responsable ante ella y revocables en todo momento. Lo mismo se hizo con los funcionarios de las demás ramas de la administración. Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los servidores públicos debían devengar salarios de obreros. Los intereses creados y los gastos de representación de los altos dignatarios del Estado desaparecieron con los altos dignatarios mismos. Los cargos públicos dejaron de ser propiedad privada de los testaferros del Gobierno central. En manos de la Comuna se pusieron no solamente la administración municipal, sino toda la iniciativa ejercida hasta entonces por el Estado.
    Una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, que eran los elementos de la fuerza física del antiguo Gobierno, la Comuna tomó medidas inmediatamente para destruir la fuerza espiritual de represión, el "poder de los curas", decretando la separación de la Iglesia y el Estado y la expropiación de todas las iglesias como corporaciones poseedoras. Los curas fueron devueltos al retiro de la vida privada, a vivir de las limosnas de los fieles, como sus antecesores, los apóstoles. Todas las instituciones de enseñanza fueron abiertas gratuitamente al pueblo y al mismo tiempo emancipadas de toda intromisión de la Iglesia y del Estado. Así, no sólo se ponía la enseñanza al alcance de todos, sino que la propia ciencia se redimía de las trabas a que la tenían sujeta los prejuicios de clase y el poder del Gobierno.
    Los funcionarios judiciales debían perder aquella fingida independencia que sólo había servido para disfrazar su abyecta sumisión a los sucesivos gobiernos, ante los cuales iban prestando y violando, sucesivamente, el juramento de fidelidad. Igual que los demás funcionarios públicos, los magistrados y los jueces habían de ser funcionarios electivos, responsables y revocables.
    Como es lógico, la Comuna de París había de servir de modelo a todos los grandes centros industriales de Francia. Una vez establecido en París y en los centros secundarios el régime comunal, el antiguo Gobierno centralizado tendría que dejar paso también en las provincias a la autoadministración de los productores. En el breve esbozo de organización nacional que la Comuna no tuvo tiempo de desarrollar, se dice claramente que la Comuna habría de ser la forma política que revistiese hasta la aldea más pequeña del país y que en los distritos rurales el ejército permanente habría de ser reemplazado por una milicia popular, con un período de servicio extraordinariamente corto. Las comunas rurales de cada distrito administrarían sus asuntos colectivos por medio de una asamblea de delegados en la capital del distrito correspondiente y estas asambleas, a su vez, enviarían diputados a la Asamblea Nacional de Delegados de París, entendiéndose que todos los delegados serían revocables en todo momento y se hallarían obligados por el mandat impératif (instrucciones formales) de sus electores. Las pocas, pero importantes funciones que aún quedarían para un gobierno central, no se suprimirían, como se ha dicho, falseando intencionadamente la verdad, sino que serían desempeñadas por agentes comunales que, gracias a esta condición, serían estrictamente responsables. No se trataba de destruir la unidad de la nación, sino por el contrario, de organizarla mediante un régimen comunal, convirtiéndola en una realidad al destruir el Poder del Estado, que pretendía ser la encarnación de aquella unidad, independiente y situado por encima de la nación misma, de la cual no era más que una excrecencia parasitaria. Mientras que los órganos puramente represivos del viejo Poder estatal habían de ser amputados, sus funciones legitimas serían arrancadas a una autoridad que usurpaba una posición preeminente sobre la sociedad misma, para restituirlas a los servidores responsables de esta sociedad. En vez de decidir una vez cada tres o seis años qué miembros de la clase dominante habían de "representar" al pueblo en el parlamento, el sufragio universal habría de servir al pueblo organizado en comunas, como el sufragio individual sirve a los patronos que buscan obreros y administradores para sus negocios. Y es bien sabido que lo mismo las compañías que los particulares, cuando se trata de negocios saben generalmente colocar a cada hombre en el puesto que le corresponde y, si alguna vez se equivocan, reparan su error con presteza. Por otra parte, nada podía ser más ajeno al espíritu de la Comuna que sustituir el sufragio universal por una investidura jerárquica[75].
La variedad de interpretaciones a que ha sido sometida la Comuna y la variedad de intereses que la han interpretado a su favor, demuestran que era una forma política perfectamente flexible, a diferencia de las formas anteriores de gobierno que habían sido todas fundamentalmente represivas. He aquí su verdadero secreto: la Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta que permitía realizar la emancipación económica del trabajo.
    Sin esta última condición, el régimen comunal habría sido una imposibilidad y una impostura. La dominación política de los productores es incompatible con la perpetuación de su esclavitud social. Por tanto, la Comuna había de servir de palanca para extirpar los cimientos económicos sobre los que descansa la existencia de las clases y, por consiguiente, la dominación de clase. Emancipado el trabajo, cada hombre 
¡La Comuna, exclaman, pretende abolir la propiedad, base de toda civilización! Sí, caballeros, la Comuna pretendía abolir esa propiedad de clase que convierte el trabajo de muchos en la riqueza de unos pocos. La Comuna aspiraba a la expropiación de los expropiadores. Quería convertir la propiedad individual en una realidad, transformando los medios de producción -- la tierra y el capital -- que hoy son fundamentalmente medios de esclavización y de explotación del trabajo, en simples instrumentos de trabajo libre y asociado. ¡Pero eso es el comunismo, el "irrealizable" comunismo! Sin embargo, los individuos de las clases dominantes que son lo bastante inteligentes para darse cuenta de la imposibilidad de que el actual sistema continúe -- y no son pocos -- se han erigido en los apóstoles molestos y chillones de la producción cooperativa. Ahora bien, si la producción cooperativa ha de ser algo más que una impostura y un engaño; si ha de substituir al sistema capitalista; si las sociedades cooperativas unidas han de regular la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía y a las convulsiones periódicas, consecuencias inevitables de la producción capitalista, ¿qué será eso entonces, caballeros, sino comunismo, comunismo "realizable"?
Cuando la Comuna de París tomó en sus propias manos la dirección de la revolución; cuando, por primera vez en la historia, simples obreros se atrevieron a violar el privilegio gubernamental de sus "superiores naturales" y, en circunstancias de una dificultad sin precedentes, realizaron su labor de un modo modesto, concienzudo y eficaz, con sueldos el mas alto de los cuales apenas representaba una quinta parte de la suma que según una alta autoridad científica es el sueldo mínimo del secretario de un consejo de instrucción pública de Londres, el viejo mundo se retorció en convulsiones de rabia ante el espectáculo de la Bandera Roja, símbolo de la República del Trabajo, ondeando sobre el Hôtel de Ville.
La Comuna tenía toda la razón cuando decía a los campesinos: "Nuestro triunfo es vuestra única esperanza".[82

Obras completas de Carlos Marx y Federico Engels

Biblioteca General, de todas las tendencias de marxistas, anarquista, etc

http://www.marxists.org/espanol/indice.htm